Columnistas

¿Estado presente o futuro ausente?

Por Gastón Bivort (*)

El actual kirchnerismo de reminiscencias setentistas, con un presidente que gobierna pero no tiene el poder, con liberación de presos,  facciones enfrentadas e  inflación descontrolada, sigue abrevando en la misma  matriz populista que lo vio nacer. Es el mismo relato, corregido y aumentado, que esgrime la bandera del Estado presente y que ahora, en tiempos de pandemia, supo también incorporar al imaginario “nacional y popular” la idea del “Estado te cuida”.

Esta concepción de Estado presente, típica de los gobiernos de corte populista, no propone un proyecto de largo plazo que contemple a las generaciones por venir; solo busca la mejor manera de perpetuarse en el poder, alimentando el status quo del círculo vicioso de la pobreza de los planes sociales y la ignorancia de las escuelas cerradas. ¿El resultado? Una clientela política de pobres e ignorantes que se remonta ya a dos o tres generaciones y que representa más del 50% de la población argentina. Una parte cada vez más grande de la sociedad atada a la dádiva estatal y condenada a no poder discernir con libertad que, producto del apagón educativo, va camino a replicar el mismo modelo en sus propios hijos. Si no fuera por el nivel de improvisación que ostenta el actual gobierno, creería que se trata de un plan premeditado.

A pesar de que el ministro de “no educación” Nicolás Trotta se empeña en afirmar que las clases no se interrumpieron, las estadísticas lo desmienten: reflejan claramente el ensanchamiento de la brecha educativa entre los que más y los que menos tienen. Los datos que surgen de encuestas realizadas por el Observatorio argentino por la Educación son elocuentes: durante 2020 el 81,6% de las escuelas solo realizó actividades asincrónicas (en la mayoría de los casos a través de mensajes por WhatsApp); un 27,3% de los alumnos de barrios populares discontinuó sus estudios y de ellos, un 9,1% expresó que no pensaba volver a las aulas en 2021. Se calcula que un millón de niños y adolescentes no volverán al colegio. Según un reporte de la OCDE el cierre de escuelas durante un año puede llevar a una pérdida permanente de ingresos laborales de los estudiantes afectados de un 7,7% en promedio y a nivel país el costo equivale a una reducción permanente del PBI del 4,3%.

Con este panorama queda obturado definitivamente el camino de la movilidad social que solo la escuela puede proporcionar a los miles de niños y adolescentes que viven en hogares pobres. En el conurbano bonaerense conforman el 70% de los menores de 16 años, una verdadera tragedia.

Cuando el presidente señala que no cree en el mérito, creencia comprensible cuando quién llega al poder no ostenta ningún oropel más allá de ser nombrado por…, o ser hijo o nieto de…, en realidad está reconociendo la falacia del Estado presente, que en vez de garantizar la igualdad de oportunidades, punto de partida desde el cual debe comenzar a tallar el mérito, se empeña en mantener la trampa del “Estado te cuida”: quedate en casa, no trabajes, no te esfuerces, no vayas al colegio. El Estado “cuida” al ciudadano mientras le roba la libertad de pensar en un futuro distinto, en un futuro mejor.

La mejor versión de la Argentina, tenía una concepción totalmente distinta del rol del Estado. El Estado estaba presente para promover inversiones que crearan posibilidades laborales para aquel que quisiera trabajar y esforzarse. El Estado estaba presente con escuelas de calidad para los hijos de todos, sin distinción, alimentando el círculo virtuoso del trabajo y la educación. Sería un buen ejercicio bucear en los valores que predominaban en el país cuando llegaron nuestros abuelos inmigrantes para de este modo poder comprender la dimensión de nuestra decadencia. Un solo dato: la escuela pública igualaba en oportunidades y preparaba al ciudadano para que pueda encarar la “aventura del ascenso”; hoy segrega, margina y condena a la pobreza. Nada más conservador para un gobierno que ha construido un relato de izquierda. Mal que les pese, los “conservadores” Alberdi y Sarmiento fueron por lejos, mucho más progresistas.

Estamos hoy ante una encrucijada muy compleja. Cuesta ver el horizonte con optimismo. Quienes nos gobiernan creen haberse convertido en una especie de vanguardia esclarecida que ilumina con su “verdad” y se resiste a la crítica y más aún, a la autocrítica. Están convencidos que les corresponde vacunarse primero, como lo afirmó el Procurador Zannini, o darse aumentos de sueldo con total descaro, como el que acaban de aprobar para sí los legisladores y el personal del Congreso. Poco importan las penurias de aquel que se quedó sin empleo o las del que tuvo que cerrar su negocio, producto de una cuarentena eterna que no solo no nos cuidó (ya llevamos más de 80000 muertos), sino que también destruyó la economía y la educación.

En la Argentina de hoy, resulta muy difícil encontrar empresarios dispuestos a invertir y generar fuentes de trabajo genuinas que liberen a los pobres del plan. Para el discurso oficial los empresarios no solo son “miserables” sino también poco solidarios, por lo que deben pagar más impuestos. La consigna es “la que te falta a vos la tienen ellos”. El presidente Fernández, detonando todos sus archivos del pasado, suscribe esta retórica anti-empresa informándonos, sin ruborizarse, que el capitalismo ha fracasado en el mundo.

Sin educación y sin inversión, la Argentina se encamina no solo a acentuar su decadencia sino también, a un futuro inviable; ya lo vienen vislumbrando los miles de jóvenes que se están yendo del país o sueñan con hacerlo.

La mentira populista del Estado presente es, como dice el refrán, “pan para hoy (cada vez menos) y hambre para mañana”.

El mito del Estado presente nos lleva inexorablemente a un “Futuro ausente”.

(*) Profesor de Historia, vecino de Pilar

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