Columnistas

Las “prioridades” de los que debían cuidar a Lucas

Por Gastón Bivort (*)

Lucas Cancino tenia 17 años y estaba terminando el colegio secundario. Como todas las mañanas, desde que la sociedad Kicillof-Baradel decidiera abrir las escuelas luego detenerlas arbitrariamente cerradas durante un año y medio, Lucas tomó su bicicleta para hacer las 20 cuadras desde el Barrio Naval hasta el Instituto Eugenio Pacelli, en el partido de Quilmes. Su familia había hecho un enorme esfuerzo para enviarlo a un colegio privado parroquial que le permita cumplir su sueño de seguir una carrera universitaria, de ser ingeniero.

“Lucas era un pibe solidario, con proyectos, buen compañero, respetuoso con ganas de progresar, de ir a estudiar” afirmó uno de sus profesores. “Era muy bueno, tenía muy buenas calificaciones y un futuro por delante -aseguró su preceptor- pero se lo arrebataron”.

Dos jóvenes con antecedentes penales, apenas más grandes que Lucas, lo apuñalaron para sacarle la bicicleta y el celular. Y le robaron sus sueños, su vida y de algún modo, la vida de su madre y de su abuela. El autor material había sido detenido hacía algunos meses por robo a mano armada, pero como parte de la política garantista promovida desde un gobierno al que no le gusta ver a los delincuentes en la cárcel (recordemos la masiva liberación de presos que tuvo lugar en marzo del año pasado con la excusa de la pandemia), el juez lo excarceló casi inmediatamente.

Mientras hechos como el de Lucas son cada vez más corrientes en el conurbano, Aníbal Fernández, nombrado ministro para velar por la seguridad de los ciudadanos, se entretenía amenazando al humorista Nik y amedrentando a sus hijas por una opinión vertida por el autor de Gaturro en Twitter. En cualquier país normal, un ministro de seguridad que en vez de cuidar a la ciudadanía les mete miedo, duraría menos que un suspiro en el cargo. No solo esto no ocurrió, sino que el ministro redobló la apuesta desde la impunidad que le da el poder. Mientras tanto, crecen los robos y los asesinatos, pero es probable que para Fernández, siga tratándose solo de una “sensación”.

Dos días atrás, la intendente de Quilmes Mayra Mendoza, promovió y compartió un multitudinario festejo sin respetar ningún tipo de protocolo, aforo ni distanciamiento social. En dicho festejo se dilapidó una enorme cantidad de recursos, entre otros gastos superfluos, para pagar la presentación de “Karina, la princesita”. Quizás si estos fondos se hubieran destinado a seguridad, Lucas u otros tantos como él no hubieran sido víctimas del delito. En defensa de Mayra, debo decir que no fue la única que lo hizo; hubo varios intendentes que el pasado fin de semana dilapidaron recursos en fiestas y artistas llevando el “pan y circo” a su máxima expresión. Incluso nuestro inefable intendente De Achával “mimetizándose con su pueblo” se dio el gusto de cantar junto a los “Palmeras”.

También el gobernador Kicillof, cual Silvio Soldán en el recordado programa televisivo “Feliz domingo”, tuvo su minuto de gloria cuando anunció eufórico que la provincia de Buenos Aires “regalaría” viajes para 220.000 egresados. Paralelamente se anunciaba que los estudiantes de la provincia de Buenos Aires iban a contar nuevamente, como en 2020, con múltiples facilidades para pasar de año. Quizás esto explique la razón por la cual prefieren “regalar” viajes en vez de construir escuelas: es mucho más fácil pasar de año que acceder a un viaje de egresados.

No obstante, en la prepandemia, solo el 50% de los alumnos de escuelas públicas terminaba el secundario. Es probable que el porcentaje de egresados baje notablemente este año producto de la deserción originada por la decisión de mantener las escuelas cerradas. Habrá que estar muy alerta en el caso que decidan mantener el cálculo de 220.000 egresados a $ 30000 por cabeza: son seis mil seiscientos millones de pesos que van a ser desviados del presupuesto provincial.

En síntesis, mientras cientos de argentinos, bonaerenses y quilmeños han sido víctimas de la inseguridad en estos días, los principales responsables de evitarla y de cuidar a Lucas, estaban con otros temas “prioritarios”. El ministro de seguridad de la nación ocupándose de hacer callar a un humorista gráfico con un tuit cuasi mafioso. La intendente Mayra Mendoza, destinando los impuestos de los contribuyentes a pagarle a la “princesita”, para bailar con ella en la cubierta del Titanic en el que se ha convertido Quilmes después de lo de Lucas. Por último, Kicillof, ahora relegado a un segundo plano por su mentora CFK quien convocó a Insaurralde para gobernar la provincia, cumple con su nuevo rol de promotor de viajes, así como Alberto, hermano en desgracia de Axel, se convirtió en un puntero de barrio que recorre casa por casa.

Quizás la reflexión del sacerdote de Quilmes Oscar Marchesi, presente en la protesta para pedir justicia por Lucas, resume mejor que nadie la indignación de todos: “Estoy aquí como ciudadano de la inseguridad, de la injusticia, del mal manejo de los fondos, como esto de los viajes de egresados, que este niño no lo va a poder gozar…”

(*) Profesor de Historia, vecino de Pilar

 

 

 

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