Columnistas

¿Qué hable cada uno como quiera? Kicillof lo hizo!

Por Gastón Bivort (*)

Todos recordamos aquella vieja publicidad proselitista del menemismo que enunciaba una serie de supuestos logros que eran rematados por la afirmación “Menem lo hizo”. Esta vez quien lo hizo fue Kicillof.

Cuando en el acto por el día de la Bandera realizado en Tecnópolis la semana pasada, el gobernador de Buenos Aires afirmó “que en la provincia rebelarse es hablar como uno quiere”, en realidad se estaba jactando del “éxito” obtenido en las Pruebas Aprender. Solo 2 de cada 10 alumnos de 6to grado escriben, leen, interpretan un texto y se expresan con corrección. Un 44% del total de alumnos apenas alcanzan un nivel básico o por debajo del básico en lectoescritura; la gran mayoría de estos niños pertenecen a los niveles socioeconómicos más bajos. Más que hablar o escribir como quieren, escriben como pueden: Kicillof lo hizo. Alguna vez Sarmiento había afirmado que “de la perfección de la lectura depende la civilización de un país”; los últimos resultados confirman la cantidad de escalones que hemos descendido.

Los slogans del gobierno que repiten como mantra que el Estado te cuida y que el Estado te incluye, caen por su propio peso: los más pobres fueron los más afectados por el demencial cierre de escuelas que se prolongó por casi dos años. Por eso, es difícil de aceptar el cinismo que encierra el discurso del gobernador, un día después de que se dieran a conocer estos paupérrimos e inevitables resultados.

Ese acto del 22 de junio en Tecnópolis resume mucho de los males que agobian a la Argentina. En primer lugar, la mediocridad de un dirigente, representativo de tantos otros, que utiliza un lenguaje vulgar, e impropio de su investidura y que cuenta como gracia que transitó la Universidad sin leer un solo libro. Conociendo al personaje, rápidamente podríamos identificarlo como autor de una frase como esta: “Se pudió que haigan muchos docentes y docentas en el acto”.

En segundo lugar, y una vez más, el adoctrinamiento al que son sometidos los niños y adolescentes de escuelas públicas que son llevados a actos proselitistas encubiertos. Los alumnos fueron llevados -son órdenes de arriba dicen los inspectores y directivos- para realizar su promesa a la Bandera; terminaron escuchando un discurso que se centró en destacar las “bondades” del lenguaje inclusivo y militante en desmedro de quienes debían ser realmente homenajeados: la Bandera y Manuel Belgrano, su creador.

Demás está decir que el llamado lenguaje inclusivo no incluye a nadie. Decir todes o usar la @ no genera mágicamente el conocimiento del lenguaje de señas o el sistema Braille que muchas personas utilizan para expresarse o comunicarse. La @ no construye rampas para discapacitados ni atiende los casos (multiplicados por la pandemia) de chicos que necesitan una atención especial de carácter psicológico o psicopedagógico. Sencillamente, todes no es una palabra ni la @ es una letra reconocida por el lenguaje académico que debe primar en una institución educativa.

Desde la inexistente autoridad lingüística que profesa, el gobernador la emprendió contra la Real Academia Española atentando contra el buen uso de la lengua. Afirmó, desde un nacionalismo vetusto y chabacano, que “Hoy a tanto tiempo de la Revolución de Mayo, desde España no nos van a explicar las palabras que usamos”.

El gobernador, emulando a Belgrano, quién en sus tiempos se negó a seguir utilizando la bandera realista, les dijo a los niños y a los docentes que lo escuchaban, que, a partir de ahora, cada uno podía hablar, y por supuesto escribir, como quisiera. Fue su última gran contribución para terminar de aniquilar la educación en la provincia que gobierna.

El director de Cultura y Educación Mario Sileoni también puso su granito de arena ratificando los dichos del gobernador: “Dejamos que el idioma fluya porque no se pueden ordenar las olas del mar. No se puede ordenar cómo habla nuestra gente”. Es verdad, pero se debe enseñar a hablar como la gente. Borges definía el lenguaje como “el conjunto de símbolos para recuerdos compartidos”; la teoría de Kicillof apunta a construir una especie de torre de Babel donde prevalecerán los recuerdos fragmentados.

En su alocución y en referencia a los próceres que como Belgrano se rebelaron contra la metrópoli, Kicillof esbozó también una extraña teoría de lo que significa rebelarse: “Acá en la provincia -señaló- también rebelarse es hablar como uno quiere, como una quiera…”

Con el permiso del señor gobernador, quien también dijo, como si fuera una concesión graciosa y no un derecho que nos pertenece, que le gusta que todos los bonaerenses se puedan expresar con libertad, voy a sugerir a los alumnos una serie de rebeldías más significativas que el uso de la @ o de la x o de la e. Para todos los rebeldes, “rebeldas” y “rebeldos”, ahí van mis sugerencias:

Rebélense frente a los políticos inescrupulosos que los usan para hacer de la política un negocio personal.

Rebélense frente a las carencias de infraestructura, la falta de gas y los problemas edilicios que afectan a sus escuelas.

Rebélense frente a un sistema educativo que les enseña poco y mal y que les roba el futuro.

Rebélense frente a los sindicalistas que como Baradel se llenan la boca hablando de la educación pública mientras no hacen más que destruirla.

Rebélense frente a los docentes que intentan adoctrinarlos con falsedades y relatos.

Rebélense también contra aquellos que les quieren hacer creer que el mero uso del lenguaje inclusivo incluye.

El gobernador quiere que cada uno de ustedes hable y escriba como quiera y, según lo demuestran las últimas estadísticas, lo logró. Pero no para hacerlos más libres sino para esclavizarlos: las personas sin educación son sus más preciados rehenes.

Rebélense, no se lo permitan.

 

(*) Profesor de Historia, Magister en dirección de instituciones educativas, Universidad Austral, vecino de Pilar

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