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Vacunas contra el COVID 19: claroscuros que necesitan más luz

Por Gustavo Vieyra (*)

En el rugby, cuando un equipo se encuentra arrinconado en su propio campo, una táctica que se suele utilizar es patear la pelota afuera (al touch). Si los ataques persisten, esta jugada se puede repetir pero empieza a aparecer el riesgo de que una de esas patadas no logre sacar la pelota fuera del campo y esto lleve a un feroz contraataque. Una pasa, dos quizás, la tercera puede ser mortal.

Esta breve introducción sobre jugadas durante un partido de rugby bien podría utilizarse como analogía de lo que viene ocurriendo con las vacunas que se están utilizando contra el Covid.

Uno de los primeros y más resonantes hechos relacionados a la aplicación de las vacunas fue el caso de un paciente inglés que en septiembre de 2020 sufrió una mielitis transversa (sección de la medula espinal por un proceso inflamatorio agudo) luego de la aplicación de la vacuna de Oxford -AstraZeneca. Esto dio lugar a una súbita interrupción del plan de vacunación hasta que un comité evaluase su relación o no con dicha vacuna. Previamente se había documentado otro episodio en una mujer que había desarrollado una esclerosis múltiple, una enfermedad que afecta al sistema nervioso con aparición de parches de tejido cicatrizal y su correspondiente déficit motor.

El primer paciente se recuperó y fue dado de alta hospitalaria. La mujer que desarrolló esclerosis múltiple, luego de revisarse el caso, se determinó que tenía antecedentes de esta enfermedad. No quedó aclarado si la vacuna había operado de gatillo o solo había habido una relación casual entre la vacuna y su enfermedad.

Una de las sospechas “no confirmadas” que desvelaron a los investigadores es lo que se denomina “mimetismo molecular”. En esta situación, el sistema inmune responde contra su propio cuerpo a raíz de que algunos de los componentes de la vacuna “se parece” (se mimetiza) a algunos componentes de los tejidos del individuo vacunado. A veces, el tejido erróneamente atacado es el sistema nervioso.

Sorprendentemente, los primeros comentarios de la empresa fueron negar toda relación entre la vacuna y estos eventos aun sin haberse completado la correspondiente revisión de lo sucedido.

Finalmente, se resolvió retomar el proceso de vacunación que se estaba llevando a cabo en fase III de investigación de dicha vacuna.

Otro resonante episodio ocurrió en enero de 2021 cuando 23 ancianos noruegos fallecieron después de aplicarse la vacuna de Pfizer– BionTech. Eran personas mayores de 80 años que murieron poco tiempo después de vacunarse tras presentar  fiebre, nauseas y vómitos.

Las primeras explicaciones estuvieron dirigidas a enfatizar la “fragilidad” de los pacientes por su condición de octogenarios, lo que justificaría que, complicaciones consideradas como “leves” en la población general, en ellos podrían resultar letales. Por otro lado, las autoridades sanitarias, afirmaron que el beneficio que les otorgaba a esta población el uso de la vacuna, era considerado “marginal”, dada la expectativa de vida reducida que tenían por su edad y las eventuales co-morbilidades. Lamentablemente, el número de fallecidos pos vacuna en ese mes, finalmente fue de 29 y ya no de más de 80 sino de más de 75 años. Más cantidad de personas y de menor edad.

Una vez más, no se encontraron pruebas “concluyentes” que relacionasen a las vacunas con las muertes, se consideró que el número de beneficiados por la vacuna era mayor al de los fallecidos y dada su avanzada edad y co-morbilidades, la probabilidad de fallecer los colocaba dentro de la media estadística para este grupo. El Instituto Noruego de Salud Publica se encargo de dejar una advertencia sobre la posibilidad de que esto pudiese volver a repetirse.

Hasta ese momento, en Europa ya se habían registrado 71 muertes relacionadas con la vacuna Pfizer-BionTech, lo que incluía 16 en el Reino Unido y 12 en Alemania. Casi todos mayores de 75 años y con co-morbilidades.

Nuevamente, el argumento sobre la “fragilidad” de los pacientes y los “cálculos estadísticos” explicaban lo que estaba ocurriendo.

Hasta aquí, uno podría concluir que: el declamado plan “masivo” de vacunación, debería ser, pero no “tan” masivo, porque como decía alguien en nuestro medio, “puede fallar”. De hecho, en las guías se sugería que “el médico debería evaluar cada caso para definir si corresponde….”

En lo personal, sentí que tenía que volver a repasar algunas cosas de los libros (cosa que habitualmente hago) porque en el caso de la definición de “población de riesgo”, alguien me corrió el arco. Me he cansado de recomendar en los planes de vacunación por ejemplo, para la Influenza, que los mayores de 65 años, pacientes con patologías preexistentes, etc., etc., esa era una población “target” para obtener un beneficio aportado por la vacuna. Entonces habrá que ponerse de acuerdo con la vacuna contra el Covid: los ancianos, son una población frágil, en general con patología preexistentes, cuyo beneficio por la vacuna es “marginal” y cuya tasa de mortalidad para ese grupo de edad es tal que la vacuna NO aporta beneficios??, si o no??

Uno podría empezar a inferir que sería mejor ser joven, fuerte y sano para que el beneficio de la vacuna se exprese en todo se esplendor, el mismo esplendor que da ser joven, fuerte y sano.

De hecho, hay vacunas (AstraZeneca) que en Europa (Francia, Alemania, Austria, Suecia, Polonia, Italia y Bélgica) están siendo recomendadas solo para personas mayores de 65 años. Parecería que en los menores de 65 años podrían aparecer problemas. En todas las vacunas, están excluidos los menores de 18 años y las embarazadas.

En las últimas semanas, cobró notoriedad la aparición de efectos colaterales graves y muertes por trastornos de coagulación en pacientes que se habían aplicado la vacuna de Oxford-AstraZeneca. Si bien en los comienzos, una vez más, las entidades regulatorias de salud no encontraban relación entre la vacuna y los efectos adversos severos, finalmente debieron aceptarla, luego de que un grupo de científicos alemanes de la Universidad de Greifswald publicaran el resultado de sus investigaciones el 9 de abril en la revista científica New England Journal of Medicine. La investigación se baso en el estudio de 11 personas que sufrieron cuadros de trombosis de los cuales 6 fallecieron. De los 11 pacientes, nueve eran mujeres y la edad media era de 36 años.  En conferencia de prensa, el investigador principal aclaró que era probable que existiesen “factores individuales” que contribuían a la aparición de estos cuadros tras la aplicación de la vacuna.

En un reciente artículo publicado por el Deutsche Welle, el 15 de marzo, se hizo una revisión sobre casos de muertes potencialmente asociadas con vacunas contra Covid. Se repasaron casos presentados en Alemania, Bélgica, Noruega, Corea del Sur, España, Perú y EEUU. El común denominador del rechazo a la “relación entre vacunas y muertes” fue: 1-la edad de los fallecidos, 2-la presencia de enfermedades pre existentes, 3-los datos estadísticos de tasa de mortalidad para esos grupos de edades, 4-la falta de datos “concluyentes”, 5-la baja cantidad de estos eventos adversos frente a los millones de vacunados.

Si nos apartásemos un poco del hecho “muertes probables por vacunas” e hiciésemos foco en cuestiones como, efectividad de las vacunas contra el Covid, posibilidad de contraer la enfermedad o de transmitirla a pesar de estar vacunado, cuales son las edades adecuadas para cada tipo de vacuna y cuanto dura la inmunización luego de completado el esquema de vacunación, veríamos que el juego de luces y sombras es más intenso aun, dejándonos perdidos en un mar de dudas, agravado por el nuevo contexto en nuestro medio acerca de la 2da ola que es presentada con frases tan grandilocuentes como aterradoras: “no es una ola, es un tsunami!!”

Como parte de la curva de aprendizaje, la población en general ha comenzado a comprender el sentido del término: “eficacia de una vacuna”. Si una tomase como referencia la vacuna contra la Influenza (gripe), esta es del 40-60%. Pero de que?, de menor probabilidad de morir o tener un curso grave de la enfermedad. Lo mismo aplica para el concepto de “eficacia” de las vacunas contra Covid. Esto tira por tierra la fantasía instalada originalmente de que “una vez vacunado NO voy a contraer la enfermedad”. Por lo tanto, no solo puede ocurrir la enfermedad sino que esta puede cursar en forma leve o moderada y ahí comienza la historia de a quien le toca. Un cuadro leve o moderado es tal para una persona joven y puede ser totalmente diferente para una persona añosa.

No es casual que encuestas hechas en Alemania muestren que solo el 56% de los encuestados está dispuesto a vacunarse y un 44% es escéptico respecto de la aplicación de la vacuna.

Pareciera que las dudas persistirán en tanto y en cuanto las vacunas en uso, carezcan de la solidez científica requerida, lo que se reflejada en las solo “aprobaciones de urgencia” o por las reiteradas interrupciones en su aplicación ante la aparición de estos “inexplicables efectos adversos” o la sorpresiva falta de efectividad en el mundo real, diferente a la declamada por la empresa productora como ocurrió con la vacuna utilizada en Sudáfrica donde el porcentaje de efectividad fue del 22% contra el 67% declamado por la empresa.

Para completar la nomina de datos preocupantes, en una nota publicada el 9 de abril por Bloomberg se informa acerca de la puesta bajo la lupa por parte de la Agencia Europea de Medicamentos, de un grupo de vacunas. En el listado se encuentra la J&J a raíz de aparición de casos de coágulos en la sangre en personas que la recibieron. Las vacunas AstraZeneca, la J&J, la Sputnik (de la cual se carece  de información completa) y la vacuna china CanSino Biologic comparten la misma plataforma de desarrollo, utilizando un adenovirus (virus del resfriado común) como transportador del antígeno del coronavirus para generar la respuesta inmune. Por lo tanto, ante la experiencia vivida con los trastornos de la coagulación con las de AstraZeneca, este grupo de vacunas también podrían compartir este riesgo.

Si a esta altura de la columna, si se siente agobiado por tanta “mala noticia” le sugiero que guarde un poco de energía para asimilar la noticia sobre la permanente aparición de variantes del virus como la cepa Manaos, la Sudafricana, la del Reino Unido y otras en estudio, de las cuales se sabe muy poco y que lo poco que se sabe es que todo lo aprendido hasta acá con las vacunas contra el Covid habría que resetearlo por la resistencia ya observada frente a las actuales vacunas en los lugares donde se las ha detectado.

Por otro lado, es notorio en nuestro país, la falta de investigación sobre otras posibles medidas preventivas o terapéuticas que nos permitan sobrellevar esta larga y preocupante espera de la llegada del “turno para vacunarse”, algo instalado en la población cual tabla mágica y salvadora. Y por otro lado, frente a cada nuevo estornudo o febrícula que resuena en nuestro entorno, el gobierno responde en forma casi refleja con nuevas restricciones, algo ya probado en 2020 y que resulto de notable ineficacia.

Para cerrar, una vez más, la incertidumbre termina perjudicando a la gente tanto o más que el propio virus, toda vez que la oscuridad está por encima de la claridad ante la falta de luz sobre temas tan delicados como la amenaza a la salud de la población.

(*) Médico cardiólogo, docente universitario, ex presidente del Distrito Conurbano Norte de la Sociedad Argentina de Cardiología, responsable de Arritmias y Marcapasos del hospital Bernardo A. Houssay (retirado), cardiólogo  del Hospital Británico, vecino de Pilar.

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