Municipios

Vivir en la calle: «la municipalidad sabe, y no hace nada»

Hace rato que cinco personas duermen -viven- en la puerta de la escuela N° 4, en Villa Verde. Las historias son diferentes, pero el problema es el mismo: están en la calle y sin asistencia de los organismos municipales que debieran ocuparse de estas situaciones.

En el piso y sobre dos colchones bastante maltratados, lo mismo que unas pocas mantas, en la esquina de Fragata La Argentina y Cañonera Tortuga pasan sus noches cuatro pilarenses y un chaqueño que se alejaron de sus familias una vez atrapados por el consumo de sustancias. Saben que no es lo mejor para ellos, pero necesitan y buscan ayuda para dejar atrás esta etapa e intentar una nueva vida. Dicen que lo único que les ofrecen es internarlos, pero no quieren separarse y que los envíen a centros alejados de Pilar, ya que en el distrito no hay lugar alguno que lo acepte si no es pagando una cuantiosa cuota.

Milo tiene 35 años, es una mujer trans, y convive con su pareja Eliana (31). Hasta no hace mucho alquilaban una pequeña vivienda en la misma Villa Verde, pero les aumentaron el alquiler y con sus magros ingresos (son manteros, cuidan autos, lavan vidrios), ya no pudieron afrontarlo.

Diego es el mayor, Tiene 47 años y cortaba pasto hasta que se le rompió la máquina y ya no pudo seguir. No se queja, cuenta que tiene familia pero que cortó contacto con ella, y asegura que hace rato se acostumbró a la calle.

María Laura tiene 20, y está embarazada de tres meses. Ya tiene otros dos hijos que quedaron al cuidado de su madre y tampoco quiere volver con los suyos. Asegura que cuida su embarazo haciéndose controlar en el Sanguinetti, pero no parece ser cierto.

El chaqueño es Alejandro Tiene 25 años y dejó su provincia en busca de mejores horizontes desde lo laboral. Pero en el conurbano comenzó, como los demás, con sus problemas de adicciones. «Y así no puedo volver», considera.

Si bien destacan la solidaridad de la gente («nos traen comida o nos dejan usar el baño»), y hasta de la policía («pasan, nos ven, y nos identifican, pero no nos molestan»), los cinco coinciden en que «el municipio sabe que estamos, pero no vienen».

Tienen plena conciencia de que son invisibles para Acción Social, Género, Mujer, las distintas dependencias de la comuna que podrían intervenir para acercarles una solución. Ellos, por su parte, seguirán bajo el exiguo techo de  ingreso a la escuela quién sabe hasta cuándo, esperando que alguien, tal vez, se digne a verlos.

 

 

 

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