Provincia

Mala praxis en Derqui y Del Viso: Cuando la desidia, la estupidez y el nulo interés por el otro se pagan con salud

Teo tiene apenas dos años, y en sólo seis meses debió soportar una traqueotomía y cuatro cirugías en su  frágil cabeza. Todo, por la desidia, la estupidez y el desinterés de un sistema de salud que, so pretexto del coronavirus, desprotege a los más vulnerables.

Y aunque el de Teo parezca un caso aislado, hay que decir que las denuncias se multiplican: accidentes con severas consecuencias y patologías graves son prolijamente despreciadas por el sistema municipal con el argumento del coronavirus. De hecho, la profusa publicidad oficial hace hincapié sólo en la pandemia y la vacunación, la que militan casi hasta el ridículo, como si en la Argentina nunca se hubieran producido epidemias que requirieron de campañas de inmunización.

Pareciera, incluso, que a las acciones sanitarias contra el virus y las vacunas son solventadas por el intendente, el gobernador y el presidente de sus bolsillos, y por lo tanto, se les debe agradecer con fervoroso entusiasmo, por ejemplo, con una selfie en las redes, y los deditos en «v». Ahora bien, si les debemos la vida a Federico, Axel y Alberto… qué queda para los doctores Pasteur, Jenner, Theiler, Enders, Salk, Sabin, sólo por mencionar a algunos investigadores que con sus aportes salvaron a la humanidad.

Pero volviendo a Teo, su calvario comenzó el 28 de noviembre pasado, cuando se cayó de su cama y golpeó su cabeza con uno de los bordes del mueble. Hasta aquí, un accidente como el que le puede ocurrir a la mayoría de los niños de corta edad, pero comenzó a presentar diversos síntomas que, por lógica, alarmaron a Lucía Siebenhar, su mamá.

Inmediatamente la mujer lo llevó al nuevo hospital de Derqui, aquel que construyó Ducoté y que De Achával inauguró junto a Kicillof y los ministros Gollán y Kreplak en junio del año pasado, aunque sólo «para enfermedades respiratorias y covid 19», como remarcaron en esa oportunidad, olvidando que un centro asistencial como éste, para una población tan heterogénea como la derquina, debería atender toda clase de patologías.

Ya en el hospital, Lucía debió luchar contra curiosos criterios médicos. Rogó y exigió hasta que por fin se dignaron a hacerle una placa radiográfica, no sin antes aclararle de mal modo que «la hacemos porque vos decís que tu hijo no está bien». Pero se negaron a una tomografía porque «no es necesaria». Finalmente, le recomendaron masajes en el cuello del bebé y la despacharon a su casa, donde Teo empezó a dormir demasiado y hasta a desmayarse.

Allá fue de nuevo Lucía con Teo en brazos, pero ahora fue diagnosticado por problemas renales, por lo que le hicieron un estudio de sangre que no arrojó mayores resultados, y como en uno de sus desmayos se había lastimado la boca, le recetaron antibióticos.

En síntesis, durante dos meses la mujer estuvo yendo y viniendo de su casa al hospital en busca de atención adecuada para Teo, hasta que el 25 de enero decidió probar con el pediátrico Falcón, de Del Viso, donde no le fue mejor.

Lo atendieron tres médicas que llegaron al colmo de la ofensa al preguntarle «¿Vos lo drogaste a tu hijo?», antes de proceder a realizarle un estudio toxicológico que, por supuesto, resultó negativo. Al final, diagnosticaron una deshidratación, aunque tampoco se tomaron siquiera el trabajo de medicarlo.

Desesperada, la mujer recurrió a una pediatra particular de Derqui, que apenas vio a Teo informó hidrocefalia y recomendó, con urgencia, recurrir al Ricardo Gutiérrez, donde apenas llegó fue sometido a una tomografía y cinco horas después, a una cirugía. «Si no venías ahora, en dos días más tu hijo se moría», fue el contundente y crudo diagnóstico del médico que lo recibió, que además no podía creer la odisea que el niño debió atravesar en el sistema de salud pilarense.

En el Gutiérrez, Teo permaneció tres meses en terapia intensiva, y como dice su mamá, «salió de milagro». Soportó cuatro cirugías -faltan algunas más-, una traqueotomía, y no habla, no camina, y se alimenta por sonda. Ahora está en su casa, junto a su papá y sus hermanos mayores Dante y Lara, y todavía tiene en su cabeza un tumor grado 3 que, según los médicos que lo asisten, «creció porque se perdió el tiempo».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2 Comments

  1. Cuando un gobierno no RESPETA la VIDA de las PERSONAS, tampoco va a respetar la salud, la educacion, el trabajo, la economia y la seguridad de las personas…
    La historia de Teo es el reflejo de la decadencia MORAL de una sociedad marcada por la confusión y la maldad de algunos, que nos llevan al caos . No es culpable solo el gobierno, es el personal de la salud que le tocó a esta flia. Y el pueblo que sigue entre adormecido, confundido y atormentado…

Responder a Marta.Boggio Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

29 − 20 =

Noticias relacionadas

Follow by Email
Twitter
YouTube
Instagram
WhatsApp