Municipios
Manzanares: vivir con el barro hasta las rodillas
La calle Capitán Martel es una de las vías más transitadas de Manzanares. Está a 400 metros de la estación de la localidad, corre paralela a las vías, y con cada lluvia, no importa su intensidad, se convierte por varios días en un pantano intransitable, con pozos donde se atascan incluso las 4×4.
Para los registros provinciales, este lodazal figura dos veces asfaltado, aunque los más memoriosos aseguran que en más de 20 años sólo una vez recibió intervención municipal: en el 2016, cuando, dicen, «le hicieron un arreglo grande, pero después no hubo mantenimiento y la calle se vino abajo».
También recuerdan que en noviembre último «pasaron la máquina, y nos prometieron que volvería a pasarse cuando lloviera pero se hizo una sola vez; después, nada». «También anduvo por aquí el secretario de Obras Públicas Bordachar, pero nos dijo que estaba muy húmedo y que así no se podía hacer nada, pero tampoco volvió cuando por fin se secó», agregan.
El caso es que es muy difícil que la Martel se mantenga completamente seca, ya que se encuentra flanqueada por el terraplén de las vías, por un lado, y por la tierra que se amontona cuando las máquinas -a veces- o los propios vecinos -siempre- intentan despejarla, por el otro. De esta manera el agua de lluvia no tiene por dónde escurrir y hace propia la calzada, convirtiéndola en una suerte de laguna negra de barro que alcanza la rodilla de una persona de mediana estatura.
Como es de imaginarse, la situación resulta extremadamente complicada para los vecinos, ya que el barro los aísla completamente. A tal punto, que cuando llueve, hasta las maestras saben que los chicos de la zona no aparecerán por la escuela, imposibilitados de salir de sus casas. Ni hablar de recibir una garrafa o, peor aún, una ambulancia, u patrullero o una autobomba. Nadie sale del barrio, y nadie puede entrar, so riesgo de encajarse en el barro sin posibilidad alguna de auxilio. Incluso los residentes han cambiado su forma de movilizarse: muchos ya ni usan su auto o camioneta y se procuran un buen caballo.
Claro que los vecinos no se resignan, y aunque cansados de esperar una respuesta, seguirán intentando visibilizar su problemática «a los baldazos», una de las modalidades de protesta que eligieron hace un par de días.
Aún cuando en el municipio ni les contesten el teléfono, o se enteren de que para una fugaz visita del intendente por los actos del Tratado se esmeraron en arreglar sólo la entrada al pueblo, los vecinos de la Martel, en Manzanares, seguirán peleándole al barro y al abandono.