Provincia

Para el oficialismo en Pilar, la bandera es sólo suya

Cuando se supone que el recuerdo a los hombres que construyeron la patria debiera ser un momento de unción y unidad de todos los sectores que la componen, el oficialismo local insiste en comportarse como una secta.

El acto central por la muerte del general Manuel Belgrano, con el izamiento de la bandera, se concretó en el barrio Peruzzotti, uno de los más populares de Pilar. Hasta allí se llegó el intendente Federico De Achával y su segundo, Santiago Laurent, y unos pocos vecinos «representativos» del lugar. Claramente, seguidores del oficialismo que viven en el barrio.

Los otros actos fueron en  las plazas de las localidades de Villa Rosa y Zelaya, donde «izamos las banderas  junto a representantes de instituciones», según el twitter de un concejal PJ. Lo que tampoco dice es que se trata de instituciones afines. porque de las contrarias, si es que las hay, ni noticias.

Es cierto que la pandemia obligó a modificar hasta los actos oficiales en cuanto a la concurrencia, pero nada hace presagiar una tragedia en materia de contagios si se invitara al menos uno o dos representantes de la oposición. Pero no invitan siquiera a los radicales que, aunque fungen como oposición, no trepidan en validar cualquier iniciativa del oficialismo, especialmente en el Concejo Deliberante.

Curiosa actitud la de un oficialismo que, como hemos visto hasta acá, considera que las aglomeraciones propias no son fuente de contagios -al contrario, casi que son sanadoras-, mientras las ajenas son una verdadera porquería que hacen que el virus se pasee impunemente por el espacio público (o el privado)  atacando a cuanto ser viviente encuentra a su paso.

El caso es que para estos muchachos, aunque pregonen que «la patria es el otro», lo único que demuestran con sus actitudes es su convencimiento de que «la patria somos nosotros», los que creemos que el Estado debe hacerse cargo de todo, que Venezuela, Cuba y Nicaragua son paraísos para la democracia, que las condenas a Boudou, De Vido, Jaime, López (por citar algunos) son una venganza del neoliberalismo heteropatriarcal y opresor, que el mérito no es la forma de alcanzar metas en la vida, que glorificamos la salud pública pero nos atendemos en los mejores y más caros centros privados.

Es decir, consideran que el que no piensa como ellos no merece ni justicia -parafraseando un poco y con permiso al general-,  sin saber que se pierden una inmejorable oportunidad de aprendizaje con el distinto, con el otro. Pero parece que aprender no les interesa, a juzgar por las tropelías culturales, lingüísticas, históricas, que acuñan todos los días.

Como la de ignorar que Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano consideraba que a la  venganza «es preciso contenerla y pedir a Dios que la destierre, porque de no, esto es de nunca acabar y jamás veremos la tranquilidad», al tiempo que pensaba «¿qué otra cosa son los individuos de un gobierno, que los agentes de negocios de la sociedad, para arreglarlos y dirigirlos del modo que conforme al interés público?».

Para Belgrano «ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos» y  recomendaba «método no desorden; disciplina, no caos; constancia no improvisación; firmeza, no blandura; magnanimidad, no condescendencia».

Y si les sirve, muchachos, acá va la última: “El mejor medio de socorrer la mendicidad y la miseria es prevenirlas y atenderlas en su origen, y nunca se puede prevenir si no se proporcionan los medios para que se busque su subsistencia».

 

 

 

 

 

 

 

 

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