Columnistas

El populismo educativo

Por Gastón Bivort (*)

En su ensayo titulado: “El populismo jesuita”, el historiador italiano Loris Zanatta, intenta trazar una interesante línea de pensamiento vinculando a distintos regímenes y personalidades políticas y religiosas bajo una misma matriz: el populismo. Encuentra su origen en la mentalidad propia de la cristiandad hispánica trasplantada a América y recogida e implementada en sus misiones por los “soldados del Papa”, los jesuitas. Zanatta argumenta que esos rasgos se replican, ya en pleno siglo XX y en los inicios del XXI, en los modelos de Perón, Castro y Chávez. Para Zanatta, estos regímenes políticos latinoamericanos que cuentan con el visto bueno del actual Papa jesuita Bergoglio, encontraron inspiración en un esquema de pensamiento unanimista y organicista, que nos remite a los siglos XV y XVI, bastante antes de la irrupción de las ideas iluministas y liberales que consagraron la división de poderes, la propiedad privada, la libertad de expresión, el principio de igualdad ante la ley etc.

Según este esquema de pensamiento, todos los miembros de una comunidad deben responder a una misma identidad donde no hay lugar para las divergencias. Todo debe darse en el marco de una “comunidad organizada” supervisada por un líder providencial e infalible. Quién saca los pies del plato, es decir, quien intenta disentir, se convierte automáticamente en un oligarca insensible que está en contra del pueblo y de sus intereses.

Para el historiador italiano, los “populismos jesuitas” se jactan de su amor a los pobres y de su lucha contra la pobreza y las injusticias sociales, e incluso avalan el uso de medios autoritarios y violentos para justificar tales fines. Sin embargo, y los datos están a la vista, terminan rindiendo culto a la pobreza. No la reducen, sino que la generalizan. En este punto cabe preguntarnos si realmente es un objetivo de estos regímenes combatir la pobreza o, por el contrario, si su objetivo es mantener en la pobreza a la mayor cantidad de personas posibles.

Como en la “alegoría de la caverna” de Platón, existen dos realidades paralelas; una, en la oscuridad de la caverna, donde los pobres se sienten agradecidos por la mano generosa que los provee, adaptándose al status quo del que se benefician los dirigentes populistas, y otra, fuera de ella, donde los pobres se sienten rehenes y esclavos de un sistema que busca mantenerlos dentro de su propia realidad. Una realidad que no les permite proyectar un futuro sin pobreza en donde puedan vivir con dignidad y libres de su amo providente, el gobernante populista.

Las carencias educativas que se observan en la mayor parte de las escuelas públicas del conurbano bonaerense, donde 6 de cada 10 niños y adolescentes son pobres, explican por qué, la mayor parte de los argentinos con necesidades insatisfechas, se sienten atraídos por la única realidad que les ofrece la oscuridad de la caverna. Es evidente el escaso compromiso que demuestran las autoridades educativas y, sin entrar en generalizaciones, la gran mayoría de los docentes, por mostrarle a los alumnos esa realidad que existe fuera de la caverna oscura donde impera la ignorancia. No olvidemos que alumno significa “ser sin luz” y que es justamente el maestro, quién tiene que ayudar a sus estudiantes a encontrar esa luz que solo ofrece el conocimiento.

Estamos transitando una tragedia educativa que se exacerbó con la pandemia, con cientos de miles de alumnos que quedaron fuera del sistema educativo; nada sabemos acerca del plan para reinsertarlos. Los alumnos que quedaron en el sistema aprendieron poco y mal; sin embargo, el populismo educativo, fuertemente asociado a la demagogia, garantizó que todos los alumnos pasaran de año. El 2022 va a ser el tercer año donde no se puede hablar de examen, palabra censurada que fue reemplazada por eufemismos que aseguran el siga-siga del alumnado. Tampoco este año se van a utilizar notas para calificar; se seguirá recurriendo a un par de siglas producto de la “creatividad” de las autoridades educativas de la provincia.

Como si esto fuera poco, la mayor parte de las escuelas públicas conservan sus deficiencias edilicias y sus estéticas poco acogedoras. Los alumnos ven en esos edificios una réplica de las carencias que encuentran en sus propios hogares. No ven una realidad distinta a la “caverna”.

La gran mayoría de los docentes nuevos que ingresan al sistema están pésimamente capacitados para su tarea. En muchos casos la “vocación” está emparentada con una rápida salida laboral, largas vacaciones y un estatuto al que le saben sacar el jugo con largas licencias y ausencias recurrentes. Otros docentes, quizás con más experiencia, se han mimetizado también con el sistema público, olvidando que alguna vez eligieron la docencia convencidos del propósito de una actividad que trasciende a uno mismo y que puede influir decisivamente en el crecimiento de otra persona.

La gran mayoría de los docentes fueron malformados con la idea de que el rol principal del maestro es “contener” a los alumnos. Impartir conocimientos puede quedar en un segundo plano. Y es verdad que con tanta pobreza a los chicos hay que alimentarlos, vestirlos y por supuesto escucharlos y estar atento a sus realidades; pero sí solo se hace eso y no se educa, la escuela pública está haciendo una enorme contribución a la lógica populista, porque deja a los pobres presos de su realidad, alimentando el círculo vicioso de la pobreza y la ignorancia.

El modelo de representación sindical impuesto por Baradel, causa vergüenza ajena. Se trata de un personaje mal entrazado y con escasas luces cuyo único contacto con la docencia fue un cargo de preceptor que tuvo en algún momento. A pesar de ello, se ha convertido, desde hace mucho tiempo, en un burócrata que maneja la educación desde las sombras. Todas las decisiones vinculadas al cierre de escuelas y protocolos covid en la provincia de Buenos Aires fueron consultadas con él y necesitaron de su aprobación. Con el argumento de “salvar vidas”, se condenó de forma irreversible al analfabetismo y por lo tanto a la pobreza, a la droga y a la delincuencia, a muchísimos chicos del conurbano profundo.

Es observable también en las escuelas del conurbano bonaerense, el auge del adoctrinamiento impartido por los docentes militantes. Todos recordamos cuando durante la gestión de Vidal, algunos docentes pasaban lista mencionando a Santiago Maldonado, poniendo de manifiesto su “ausencia” y su carácter de “desaparecido” por el macrismo (recordemos que luego apareció ahogado sin rastros de violencia). También nos viene a la memoria esa profesora de una escuela de la Matanza grabada por sus alumnos mientras profería insultos a aquellos que intentaban “salir de la caverna”. En las escuelas públicas de la provincia de Kicillof se utiliza mucho el lenguaje inclusivo, marca registrada del mal llamado progresismo, pero se excluye de la posibilidad de aprender a muchos alumnos que tienen que aguantar aulas en mal estado y semanas enteras sin clases por las recurrentes ausencias de docentes con poca vocación y peor formación.

Muchos de los profesores de historia, “gremio” al que pertenezco y del cual estoy un poco desencantado, se han convertido en espadas del kirchnerismo. Se empeñan en forzar la verdad histórica para ajustarla a su relato militante. Tienen un discurso que simplifican lo complejo, argumentando que en nuestra historia siempre estuvieron en tensión los intereses del pueblo defendidos por los líderes “nacionales y populares” y los de aquellos que representan lo antipopular y extranjerizante. Rosas y Perón, a pesar de su autoritarismo que restringió derechos y libertades, cuadran dentro del campo de los héroes. En cambio, Sarmiento y Roca por ejemplo, juegan para el equipo de los villanos. El primero tildado de cipayo y el segundo de genocida, aunque sus aportes en materia de educación y defensa de la soberanía nacional fueron determinantes para la construcción de la nación.

El mensaje a los alumnos baja clarito: estamos así porque hombres inescrupulosos, malvados, que no quieren a los pobres y que son socios de intereses foráneos nos perjudicaron. Es el relato que hoy prevalece en relación a la deuda con el FMI. Macri el villano que nos ató al extranjero y Cristina la heroína que viene a romper las cadenas…

Por último, no quería dejar de referirme al último eslabón de la cadena del populismo y la demagogia educativa, la creación de nuevas universidades nacionales como la que impulsa el intendente de Pilar. Se sabe perfectamente que la gran mayoría de los chicos de las escuelas públicas del conurbano sale sin poder comprender un texto e imposibilitados de realizar operaciones matemáticas básicas, así lo acreditan las últimas mediciones proporcionadas por el operativo Aprender. Sin embargo, se insiste con que esas universidades están destinadas a los sectores populares. Sarasa puro (Guzmán dixit), que alimenta falsas expectativas y puede promover dolorosos fracasos.

En definitiva, y hasta que se demuestre lo contrario, la educación pública seguirá siendo en el sector más pauperizado del país, una herramienta indispensable para que los pobres se queden en el lugar donde están, como si fueran parte de una sociedad cuasi feudal, inmóvil. A ellos solo les toca abrir la mano al Estado providente. Los populismos no tienen ninguna intención de cambiar la realidad.

La educación pública de calidad, que fue la herramienta válida para el ascenso social en otras épocas, hoy está cooptada por inescrupulosos que con sus actitudes les roban el futuro a muchos chicos.

Parafraseando a CFK -quién lo hubiera imaginado- lo mejor que podría ocurrir es que los burócratas populistas y los docentes no decentes, que no asumen la trascendencia e importancia de la tarea de educar, “vayan a buscarse otro laburo”.

(*) Profesor de Historia, Magister en dirección de instituciones educativas, Universidad Austral, vecino de Pilar

 

 

 

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