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“Argentina 1985”, una foto necesaria que no debe ocultar la película

Por Gastón Bivort (*)

Nunca mejor titulada la película de Santiago Mitre en la que el actor Ricardo Darín encarna a Julio Cesar Strassera, el fiscal que acusó a las juntas militares de la última dictadura, de planificar y ejecutar un plan sistemático para combatir a la guerrilla a partir de una metodología ilegal y violatoria de los derechos humanos más elementales.

Digo nunca mejor titulada, porque el director de la película se centra en un hecho concreto, puntual y trascendental de nuestra historia reciente, con la única y no por ello menos meritoria pretensión, de poner la lupa sobre un recorte del pasado; no es su intención ahondar en la película completa, es decir en el proceso histórico de la que dicha foto forma parte.

Aclarado este punto, no menor para quienes nos dedicamos a la enseñanza de la historia, voy a intentar analizar primero la “foto” que nos muestra la película “Argentina, 1985” para posteriormente abordar la “película”, un proceso histórico que comenzó bastante antes de 1985 y sigue repercutiendo en el presente.

“Argentina, 1985” reivindica la figura del fiscal Strassera, hasta entonces un funcionario judicial desconocido, un hombre común, que accedió a ponerse el traje de héroe al presentar pruebas contundentes que evitaron que las atrocidades ordenadas y/o consentidas por los jefes militares de la dictadura, quedaran impunes. Una reivindicación justa y merecida para un fiscal de sólidas convicciones que no se dejó amedrentar por las serias amenazas recibidas. Su histórico alegato, coronado con la frase “Nunca más”, quedó grabado en la memoria colectiva como recordatorio de un límite que no se puede volver a traspasar.

Si bien la “foto” hizo justicia con el fiscal, recreando su accionar con total nitidez, aparece un poco desdibujada a la hora de reflejar la inquebrantable voluntad política del presidente Alfonsín, férreamente empeñado en cumplir su promesa de enjuiciar a las cúpulas militares. Fue él quien dispuso sacar el juicio de la esfera de los tribunales militares, donde luego de varios meses no se había producido ningún avance, para llevarlo al fuero civil. La película de Mitre también se queda corta con la importancia que tuvo el trabajo previo de la CONADEP, cuyos miembros sufrieron también sendas amenazas. La mayor parte de las pruebas presentadas por el fiscal salieron de esos archivos que consignaban la desaparición forzada de unas 9.000 personas. También, creo, es un tanto injusta con el ministro del interior Antonio Tróccoli, a quien se lo presenta como un funcionario tibio, cuando en realidad estaba actuando con suma prudencia en un contexto donde los militares conservaban aún poder político y de fuego.

Sí considero un mérito del director, mostrar la evolución de una sociedad que mayoritariamente había abrazado con fuerza el golpe del 76, pero que luego cayó en la cuenta de que el orden no se puede imponer a cualquier precio. Una sociedad que entendió que toda persona, por más aberrante que haya sido el delito cometido, tiene derecho a ser sometido a juicio con todas las garantías procesales. La actitud de la madre del fiscal adjunto Moreno Ocampo, es fiel reflejo de ese cambio de época. Se observa también alguna “corrección política” alejada de la verdad histórica, como la referencia al emblemático número 30.000, pero, en líneas generales, considero que la película protagonizada por Darín es un muy buen recorte de una época que no debemos olvidar.

Dejemos por un momento la “foto” (la película de Mitre) para ocuparnos de la “película”, es decir del proceso histórico en la que está inmersa. Para ello debemos situarnos a comienzos de los años 70. Gobernaba Lanusse, el último presidente de facto de la llamada “Revolución argentina”, mientras crecía la violencia política promovida por las organizaciones guerrilleras. Gran parte de la sociedad simpatizaba o hacía la vista gorda frente al accionar de estas agrupaciones y el propio Perón alentaba desde el exilio a su “juventud maravillosa” encomiando “proezas” tales como el secuestro y asesinato de Aramburu.

En ese contexto, el gobierno de Lanusse intentó combatir dentro del marco de la ley a la guerrilla, creando una Cámara especial para juzgar este tipo de delitos. Al mismo tiempo, para descomprimir la tensión imperante, permitió el regreso de Perón al país luego de 17 años de exilio, y convocó a elecciones presidenciales donde se impuso Cámpora, el vicario de Perón. La primera decisión de Cámpora, en función de su alineamiento con la JP y Montoneros, fue amnistiar a todos los presos políticos juzgados legalmente por la Cámara creada por Lanusse. Un mes más tarde de la asunción de Cámpora y alertado por su afinidad con la tendencia revolucionaria, Perón regresó definitivamente al país para impulsar la “derechización” del peronismo. En ese marco, alentó la creación de la Triple A, organización parapolicial liderada por su mano derecha López Rega, que utilizó el terrorismo de Estado (en este caso de un Estado supuestamente democrático) para combatir la “infiltración marxista” dentro del peronismo. La violencia estatal ejercida por la Triple A y la responsabilidad de Perón al respecto siempre fue soslayada. De eso mejor no hablar, aunque muchos de los miembros de las tres A integraron luego los grupos de tareas de la dictadura.

En un pasaje de “Argentina, 1985”, se observa la declaración de Luder en el juicio a las juntas. Allí reconoce que en 1975 firmó el famoso decreto que ordenaba a las FFAA “aniquilar” a la subversión, pero se lava las manos al aseverar que tal aniquilamiento debía darse dentro del marco de la ley. Mientras en la campaña electoral de 1983, el candidato de la UCR Alfonsín prometía, como efectivamente lo hizo, derogar el decreto de autoamnistía dictado por la junta militar, Luder, candidato del PJ volvía a lavarse las manos sosteniendo que de ninguna manera iba a promover tal derogación.

También es necesario decir, en honor a la verdad histórica, que el peronismo no quiso integrar la CONADEP, ese organismo tan importante creado por Alfonsín cuyas investigaciones dieron sustento a la acusación del fiscal Strassera.

Hay que recordar también, que el gobierno de Alfonsín no solo promovió el enjuiciamiento de los jefes militares, sino que hizo lo propio con los jefes guerrilleros como Firmenich, Vaca Narvaja, Perdía y otros. En el prólogo del “Nunca más”, el presidente de la CONADEP Ernesto Sábato había abonado la teoría de los dos demonios, una teoría posteriormente vilipendiada pero que a mi juicio se ajusta bastante a lo que pasó. Debo reconocer que quizás uno de los demonios tuvo un tridente más grande que el otro, pero fueron dos demonios al fin.

No debemos olvidar tampoco que posteriormente Menem, otro presidente peronista, garantizó la impunidad cuando indultó a todos los condenados, militares y guerrilleros, juzgados durante el gobierno de Alfonsín.

En 2004, y como parte de una estrategia para construir poder, el presidente Kirchner se apropió del tema de los derechos humanos y en un acto en el colegio militar descolgó el cuadro de Videla, algo muy sencillo en aquel contexto, y sin sonrojarse pidió perdón en nombre del Estado porque “no hizo nada en materia de derechos humanos durante los últimos 20 años”. Kirchner quiso borrar de la historia la foto del juicio a las juntas tan bien retratada en la película de Mitre.

Después ocurrió lo que ya sabemos. Los Kirchner mostraron un apasionamiento por los derechos humanos hasta el momento desconocido (se le atribuye a Kirchner la frase “los derechos humanos dan fueros”) y derogaron las leyes que garantizaban la impunidad de los militares, pero no hicieron lo propio con las que favorecían a los guerrilleros. Decisiones tan parciales reabrieron una herida que parecía cicatrizar. Hoy, mientras muchos de los militares responsables ya han muerto o purgan penas en las cárceles cuando por sus edades deberían gozar de arresto domiciliario, Firmenich da cátedra desde España y Perdía y Vaca Narvaja asesoran a los seudomapuches que usurpan propiedades en el sur.

Volviendo a Strassera, el héroe de la película del momento fallecido en 2015, tuvo un duro enfrentamiento con los Kirchner. Al no poder cooptarlo políticamente, lo acusaron de haber sido un obediente funcionario judicial al servicio de la dictadura. Strassera les respondió, desde la seguridad que le daba su estatura moral, acusándolos de que durante la dictadura ellos solo se interesaron por hacer plata en el sur y que estaban haciendo un gran negocio con el tema de los derechos humanos.

Cuando veo a Alberto Fernández mirar la película con un grupo de estudiantes secundarios u observo que el gobierno de Kicillof quiere declarar de interés provincial esta película, me embarga una profunda preocupación. Van nuevamente a la carga para apropiarse de algo que no les pertenece. El peronismo nunca fue la solución, sino fue parte del problema. Por eso, en tiempos de feroz adoctrinamiento oficial, es importante que nuestros jóvenes miren la “foto” que les ofrece “Argentina, 1985”, pero más importante aún es que lo hagan dentro del marco que ofrece la “película” completa de nuestro pasado reciente.

 

(*) Profesor de Historia, Magister en dirección de instituciones educativas, Universidad Austral, vecino de Pilar

 

 

 

One Comment

  1. Impecable testimonio histórico la publicación del Prof. Gastón Bivort.
    Como nos tiene acostumbrados a sus lectores, agradezco estas publicaciones que dan cuenta de hechos sucedidos en nuestro país, exentas de subjetividad y politización. Gracias Gastón…se aprende con tus publicaciones!!!

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