Economía
Pese al ajuste, 2023 cierra con déficit 3% del PBI y aumento de la pobreza
El 2023 cerrará con una caída del PBI de al menos 1,5%, déficits gemelos y un nivel de pobreza que podría llegar al 43% y superar al de la pandemia. Signado por la sequía más fuerte del último medio siglo, que explicó prácticamente la totalidad de la caída del PBI, el año se va dejando fuertes desbalances macroeconómicos, una inflación que se aceleró más de 120 puntos porcentuales hasta la zona del 220% anual o un poco más a partir de la devaluación con aumento de naftas y otros precios relativos atrasados con los que Javier Milei inauguro su gobierno.
El año también terminará con reservas netas en negativo pese a que el BCRA está abocado a la compra de divisas a diario, más déficit fiscal que el año pasado y el acuerdo con el FMI caído.
Fue un año de exacerbación de los desbalances macroeconómicos acumulados en el que se hizo más que notoria la falta de acceso al financiamiento externo y el agotamiento de los amortiguadores de la economía en materia de reservas internacionales, stocks de insumos y desindexación, pero también la resiliencia de la actividad económica y el empleo.
Movido por las expectativas de un cambio de gobierno, un mercado financiero también mostró fortaleza con rachas alcistas, en particular en la primera mitad del año para el Merval cuando supo mostrar mejoras del 105% interanual y aunque la segunda mitad no fue tan dinámica, el principal índice bursátil argentino apunta a terminar 2023 con un alza en dólares (CCL) del 70% interanual.
El puntapié inicial del 2023 fue la falta de divisas producto de haber adelantado con las dos primeras ediciones del Programa de Incentivo Exportador USD3.000 millones de liquidaciones agrícolas a los últimos dos trimestres de 2022 para cumplir sobre la fecha con la meta de acumulación de reservas del Acuerdo con el FMI. Sobre este comienzo con el pie izquierdo que hizo prever en un primer momento que habría menor disponibilidad de divisas para sostener la actividad, se sumaron la sequía récord y la fuerte emisión monetaria causada por los PIEs que, potenciada por la suba del precio de la carne, dinamizó la inflación a la zona del 8,4% para abril, alejándola del objetivo del 3% mensual autoimpuesto por el ministro de Economía Sergio Massa.
Sequía, reservas y atraso cambiario
A partir de allí, el frente externo no solo estuvo complicado por la sequía que le costó al país casi USD20.000 millones de ingresos por exportaciones (y el equivalente en pesos a otros USD6.000 millones de ingresos fiscales por retenciones), sino porque el gobierno apeló al atraso cambiario como ancla antiinflacionaria y la consiguiente transferencia de recursos a los sectores importadores para sostener el nivel de actividad por fuera del circuito agroindustrial.
Con una de las peores paridades cambiarias en términos reales de lo que va del siglo, similar a la de 2016-2017 y parecida también a la de 1997 de acuerdo al Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) que publica el BCRA, solo en 70 días de los de 2023 bajo el mandato de Alberto Fernández las reservas internacionales tuvieron variación positiva. A solo 15 días de cerrar el año, las reservas internacionales acumulan pérdidas por USD 23.147 millones, detalló el BCRA, incluso si bajo la reciente gestión de Santiago Bausili al frente del BCRA se hayan recomprado USD 1.562 millones.
Con semejante incentivo a importar y desincentivo a exportar, como señaló la Bolsa de Comercio de Rosario, el gobierno dispuso de alguna variante del Programa de Incentivo Exportador en materia cambiaria durante el 70% de los días del año. Mientras administraba importaciones a cuenta de reservas internacionales directamente o indirectamente mediante un swap con China por USD5.000 millones.
Así, en los primeros once meses del año el déficit comercial ascendió a los USD8.000 millones, a un paso de equiparar los USD8.293 de todo 2017, el año de mayor déficit comercial de la historia reciente. Las exportaciones se hundieron un 17,2% interanual y las importaciones, apenas 2,8%. La dinámica de los precios internacionales tampoco ayudó: conforme a datos del Indec, con los precios relativos del 2022, la balanza comercial habría sido menos deficitaria por unos USD2.350 millones entre enero y noviembre.
Recorte del gasto público
En el frente interno, fue un año de fuerte recorte del gasto público gracias a la erosión constante de la inflación sobre las partidas sujetas a la inflación pasada como las jubilaciones y, en particular las asignaciones familiares que, a septiembre, de acuerdo a los cálculos de ASAP, venían cayendo 13,7% y 27,3% respectivamente en la comparación interanual.
Si a esto se le agrega el deterioro sostenido del poder adquisitivo de los salarios formales y la persistencia de la informalidad, las proyecciones de incidencia de la pobreza para la segunda mitad de 2023 rondan el 43%, como señaló a este medio la consultora Ecolatina y lo anticipan los modelos de la UTDT. Es decir, la pobreza terminaría por encima del 42% de la peor parte de 2020, pese a niveles mínimos de desocupación abierta, en solo 5,7% en el tercer trimestre, según difundió el Indec.
Pese a la caída del gasto, que igualmente tuvo un repunte con motivo del largo calendario electoral, la caída de ingresos fiscales fue incluso más pronunciada tanto por la sequía y su impacto en la cadena agroindustrial como por la pérdida de ingresos tributarios por la virtual eliminación del impuesto a las Ganancias que Milei busca transitoriamente reinstaurar.
En consecuencia, el año cerraría con un déficit primario de $5,245 billones, conforme al último REM, esto es prácticamente 2,9% del PBI, casi un punto más que la meta acordada con el FMI y principal razón por la que el Acuerdo de Facilidades Extendidas se encuentra suspendido, aunque incluso con el adelanto de desembolsos tampoco se cumplió con la meta de acumulación de reservas modificada con motivo del impacto de la sequía en USD5.000 millones.
Cabe aclarar que el gobierno consiguió financiar buena parte en el mercado local. En otras, palabras, a lo largo de los primeros once meses renovó con creces los vencimientos de deuda de Tesorería. A noviembre, había conseguido un 40% extra de fondeo en el mercado local en la comparación con 2022, aunque a costas de indexar el 98% de la deuda emitida, ya sea con letras atadas a la inflación, al dólar o a los dos.
Se trata de un total de unos $39 billones a precios actuales más intereses que irán venciendo a lo largo de 2024 que se suman a los $26,4 billones de pasivos remunerados del BCRA que Luis Caputo junto a Bausili por orden de Javier Milei comenzaron a desarmar con una combinación de tasas negativas frente a la inflación, pero positivas frente al sendero del dólar que, tras la devaluación a $800 del 13 de diciembre, retomó el crawling peg al 2% mensual.
Con un dólar que abrió al año debajo de los $180 y lo terminará arriba de los $810, es decir con una pérdida del 77% de su valor, los bolsillos cerrarán 2023 ajustados y a la espera del fin de las correcciones macroeconómicas. Guarnecidos en algunos casos por el consumo preventivo y de bienes durables al que muchos apelaron para paliar la pérdida de poder adquisitivo del peso y de los salarios y que explicó en buena medida la resiliencia del mercado interno, para 2024 los mejores augurios los vaticinan más flacos con un primer semestre recesivo y altamente inflacionario y aun sin una agenda para la renegociación del pago de USD45.000 millones adeudados al FMI.