Luego de oír el discurso del Presidente Milei al presentar el Presupuesto Nacional 2025 y observar sus movimientos recientes, puede verse que está poniendo en juego una arriesgada apuesta política: reformar ciertas realidades sociales y económicas negativas, aunque deba afrontar lo señalado por Bauman.
Cruza así una frontera que parece asegurar, de cara al futuro, los derechos personales en vez de limitarlos, propiciando el desarrollo de nuevos segmentos creativos en el seno de una sociedad amordazada durante años casi por completo.
Se trata de una praxis que aspira a promover una reforma cultural profunda, corrigiendo muchas funciones de las instituciones democráticas, para adaptarlas a ciertos valores tradicionales: rigor y austeridad, recuperación del esfuerzo y el mérito, sujeción estricta a los recursos dinerarios disponibles del Estado y luchar sin tregua alguna contra el desorden social, la corrupción y el narcotráfico.
Todo esto no impide que el nuevo movimiento que pretende construir sufra las eventuales torpezas de algunos de sus partidarios que aún no consiguen “vestirse” con los atributos del cambio, y siguen produciendo algunos hechos esporádicos bastante repudiables.
Milei nos dice que ha llegado el momento de desmantelar los mecanismos de protección artificial del pasado, para dejar las manos libres de los individuos de modo que puedan elegir de qué manera harán uso de una creciente libertad operativa.
Esto último, está provocando inevitablemente algún temor entre gente acostumbrada a ser ahogada conceptualmente, ya que deja nuevamente en sus manos las iniciativas necesarias para construir su futuro sin ataduras o imposiciones arbitrarias de un gobierno.
Un futuro que dependerá del ingenio creativo de cada uno, dentro del marco de leyes que determinen claramente dónde comienza o termina la libertad de cada quien, en tanto la misma no constituya un perjuicio para los demás. Liberalismo en estado puro.
La contrapartida de esta situación, es que el progreso económico que sobrevendrá si tienen éxito las medidas apuntadas, puede desproteger temporalmente ciertos vínculos sociales que parecían inconmovibles y se fueron acumulando como residuos tóxicos, estableciendo un escenario de “esclavos culturales”. Porque la competencia que propugna Milei sustituirá una falsa solidaridad preexistente, al enfrentarse con las distintas capas geológicas estratificadas de los que no darán fácilmente su brazo a torcer.
De lo que estamos seguros, es que la apuesta puede revertir el fracaso colectivo a que nos han arrastrado ideologías que nos esclavizaron durante más de 50 años, dejando a la vista una sociedad poblada mayoritariamente por una suerte de “walking deads”.
A buen entendedor, pocas palabras.
(*) Escribano, escritor