Columnistas

Acuerdo con el FMI: ¿El gobierno ya se está arrepintiendo?

Por Diego Dillenberger (*)

Qué vieron Cristina Kirchner y Máximo Kirchner que llevó a la renuncia del hijo de la expresidenta a presidir el bloque peronista en la Cámara de Diputados provocándole al presidente Alberto Fernández una nueva crisis de gobernabilidad: ¿con el acuerdo con el FMI tan favorable que había anunciado el viernes de la semana pasada el Presidente, se acababan las excusas?

Hasta ahora, el gobierno kirchnerista había buscado maquillar el bochornoso fracaso de su política económica con dos “culpables”: la pandemia y la deuda heredada del anterior gobierno de Mauricio Macri, especialmente la contraída con el FMI en 2018.

Excusas y detalles del acuerdo con el FMI

Lo de la pandemia funcionó relativamente, ya que hoy la opinión pública es consciente de que no fue solo el coronavirus lo que “destruyó” la economía en el 2020, sino la mala gestión de la innecesaria cuarentena. De hecho, en 2021, después de haber sido el país cuya economía más cayó, se recuperó en buena medida. Hoy la economía está cerca del depresivo nivel en que había quedado en 2019.

Para este y el próximo año, el único impedimento para volver al crecimiento y la estabilidad eran los fuertes vencimientos que le había dejado como “souvenir” el anterior gobierno -que eran impagables- y un plan económico que devolviera algo de confianza y estabilidad.

No se entendía muy bien por qué el ministro Martín Guzmán esperó 30 meses para acordar con el organismo internacional aplazar esos vencimientos. Solo consiguió frenar inversiones por la incertidumbre que provocaba la posibilidad de un default: cientos de miles de argentinos le deben el haber caído en la pobreza a esa política de “procrastinación”.

Se lo cobraron en noviembre pasado en las elecciones legislativas que perdió el oficialismo en prácticamente toda la línea.

Pero, finalmente, el viernes pasado llegó la mejor noticia: el FMI nos aceptaba “patear” los pagos y hasta nos devolvería lo pagado este año y solo nos pedía bajar un poquito el brutal déficit fiscal: la madre de la inflación que está empobreciendo a los argentinos. La cotización del dólar “blue” se derrumbó, rebotaron los bonos y bajó el riesgo país. Las acciones de las empresas argentinas volaron de alegría en la Bolsa.

Y para delicia del gobierno kirchnerista, el FMI no exigía, como era esperable, esas “reformas estructurales”, que se precisan urgente para frenar el aumento de pobreza y revertir la decadencia económica argentina. El organismo dirigido por la búlgara Kristalina Georgieva no quería darle al Instituto Patria ninguna excusa para patalear.

El acuerdo con el FMI, de Joe Biden a Máximo Kirchner sin escalas

Al presidente estadounidense, Joe Biden, en los mercados y en su propio país le mentaron la madre:

  • ¿Cómo podía haber sido tan condescendiente con un país que viola sistemáticamente todas las normas, que le pide permanentemente plata prestada al mundo para después no devolverla y cuyo pueblo elige una y otra vez gobiernos que quiebran al país, no resuelven la inflación y se llenan de pobres?
  • ¿Qué ejemplo estaba dando el FMI a otros países que se pudieran tentar con el “éxito facilista” del populismo argentino?
  • ¿Cómo podía el presidente del mayor accionista del Fondo ser tan irresponsablemente flexible con un país considerado incorregible?
  • ¿Quería evitar darle a sus enemigos, Rusia y China, un nuevo bastión en América latina en medio del conflicto con Ucrania?
  • ¿En qué estaría pensando Biden?

Pero cuando parecía que el kirchnerismo iba a sacar pecho vanagloriándose de cómo logró poner al Fondo de rodillas y cómo el “compañero” Juan Domingo Biden se inclinaba y reverenciaba ante el peronismo… ¡chan! apareció Máximo renunciando a conducir el bloque peronista.

Lo que vimos después: Alberto Fernández en Moscú declarando que ya no quiere saber nada ni con Estados Unidos ni con el FMI y que prefiere a la Rusia de Putin es a todas luces consecuencia del susto que le dio el portazo de Máximo y el duro discurso anterior de su mamá en Tegucigalpa, Honduras, que preparó el terreno: “no hay que acordar nada con el FMI ni que nos regalen la plata”.

Cristina incluso asoció al FMI con el narcotráfico. Ni el déspota comunista norcoreano Kim Jong Un llegó tan lejos.

Cuál es la lógica de enojarse con tanta generosidad del FMI

La lógica es la de “hacer las necesidades” en la mano que nos da de comer, por decirlo brutalmente. El problema era que -en la visión de Cristina– el Fondo estaba despojando al kirchnerismo de su último capital político: las excusas.

La vicepresidenta y mujer fuerte del peronismo intuye que sin las reformas estructurales que no pudo hacer Mauricio Macri, la economía nunca va a poder dejar atrás su camino de inflación y aumento de pobreza. Intuye que, por más que reparta a manos llenas billetes sin valor, no necesariamente puede ganar elecciones, como lo constató en noviembre último.

Las “cajas” de las que dispuso tantas veces en el pasado (la soja volando, los fondos de las AFJP que expropió en 2009, los sucesivos impuestazos sobre la clase media) ya no están disponibles o con muchas resistencias y limitaciones. Entendió -un poco tarde- que emitir a lo loco genera inflación, y que con inflación es difícil ganar elecciones. Es la lección de noviembre, aprendida con sangre.

Lo único que quedaban, entonces, eran las excusas: la pandemia va quedando atrás. Pero siempre quedaba la deuda que dejó Macri. ¿Si el FMI le perdonaba a su gobierno los 40 mil millones que vencían este año y el electoral 2023 y pateaba la “bomba” al período siguiente, y no se hacían -respetando las consignas de la ideología nacional y popular- las reformas estructurales que ya ni exigía el FMI, ¿a quién culpar del fracaso económico dentro de poco más de un año, cuando los argentinos vayan a las urnas?

Cristina Kirchner puede quedarse sin cajas, con un país sumido en la inflación y la pobreza. Pero jamás puede quedarse sin un buen culpable y una excusa.

Así es como hay que entender la renuncia de Máximo Kirchner a presidir el bloque peronista en Diputados y la posterior sobreactuación antinorteamericana y anti FMI que puso en práctica el Presidente en Moscú, apurado por el portazo del príncipe: es mejor morir con las botas puestas antes que perder una buena excusa para el fracaso de la política económica.

¿Seguirá el gobierno tan interesado en acordar con el FMI o ahora prefiere hacer un “corta mano, corta fierro”, y recuperar la última excusa que quedaba para esgrimir como bandera en 2023?

(*) Licenciado en socioeconomía. Director periodístico de la revista Imagen. Dirige y conduce La Hora de Maquiavelo, programa de TV sobre comunicación política y empresaria 

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