Columnistas

Banderas (rotas) en tu corazón (peronista)

Por Juan Rubinacci (*)

Las medidas de alivio anunciadas por Sergio Massa iban a ser el antídoto histórico del peronismo para calmar el clima social y tratar de remontar la elección. Contradicciones internas y candidato debilitado.

El #SumafijaGate dejó en offside al peronismo, que no se alineó detrás de Sergio Massa, el ministro candidato de Unión por la Patria (UP), que, tras acordar un nuevo desembolso del FMI de u$s 7.500 millones, tomó la decisión de aliviar –algo, poquito– el bolsillo de la clase media luego de imponer una devaluación del 22 % al día siguiente de la derrota en las PASO que replicaría fuertemente en la economía de las familias argentinas. El analgésico para ese golpe sería aplicar una dosis del antídoto histórico que el campo nacional y popular blande como una de sus banderas; oír lo que tanto le pidieron sus compañeros de UP para anestesiar, al menos hasta las elecciones, el monstruo de insatisfacción social que agita a la población. Llanamente, hacer peronismo.
Como siempre, el ruido más fuerte se escuchó en la provincia de Buenos Aires, principal bastión peronista todavía pintado de celeste, donde, supuso, Massa debía encontrar el respaldo necesario para volver a poner en marcha la campaña y remontar el barrilete pesado que cayó al suelo oficialista el 13 de agosto a la noche. El ministro imaginó a Axel Kicillof, junto a la tropa de intendentes bonaerenses de UP y las centrales obreras de buena sintonía con el gobernador, detrás de sí agitando el estandarte de un gobierno asistidor de las clases populares, dando señales de recuperación del poder adquisitivo.
Con el bolso lleno de dólares en el avión que lo traía a la Argentina proveniente de Washington, Massa escupió, junto a su equipo, un plan de 12 medidas pensado para inyectarle oxígeno a una economía en estado crítico. Algunas de ellas fueron el bono a jubilados, el congelamiento al aumento de prepagas, la ratificación del acuerdo de precios, un financiamiento a pymes y la vedette de la semana: la suma fija. La idea de un monto no remunerativo de $60 mil dividido en dos meses para el personal de los sectores público y privado le generó al ministro una convulsión política que, inocentemente, no imaginó. ¿Cómo levantar una de las banderas históricas del peronismo le iba a causar al candidato presidencial semejante vacío? De la oposición, claro, Massa no esperaba nada, pero sí algo de los propios, que terminaron dejándolo solo.

“Invitamos a las provincias y municipios que hagan el esfuerzo junto al Estado nacional”, dijo Massa en el noveno de los 12 videos publicados el último domingo. Quizá, el ministro creyó que todos los distritos adherirían como cuando se trata, por caso, de un asueto administrativo. No. Los primeros en rechazar la medida fueron los intendentes radicales bonaerenses, que se reunieron con Kicillof en la Gobernación en un encuentro previsto antes de conocer el menú de alivio massista con una minuta que incluía temas de gestión: atrasos de pagos, obras pendientes y cuestiones relacionadas a IOMA e IPS. Sin embargo, la hoja sufrió un asterisco que se trasladó al primer punto de la reunión. Le dijeron a Kicillof que necesitaban ayuda si pretendía que los municipios se sumaran al pago de la suma fija.
Atrás salieron los alcaldes del PRO, que, ya subidos al reclamo radical, emitieron un comunicado en conjunto en el que pidieron un fondo extraordinario del gobierno para colaborar con ese pago. Luego, para terminar de romper todo, al gobernador y al ministro los manguearon (hasta por televisión) los intendentes propios, que, dicen, tampoco pueden afrontarlo, de quienes se diferenciaron sólo un puñado: Mario Secco (Ensenada), Jorge Ferraresi (Avellaneda), Fernando Moreira (San Martín) y Ariel Sujarchuk (Escobar). El resto, bien gracias. Incluso apuraron una reunión el miércoles a la noche con el mandatario provincial en la que, tensión mediante, le pidieron colaboración, aunque se fueron con caras largas y algo de bronca.
Kicillof trató de dar señales de calma a todos los sectores: intendentes opositores, oficialistas y a los gremios. Sin embargo, sólo generó más incertidumbre. Prudente, dijo el martes, tras un acto de gestión en San Miguel: “Algo vamos a implementar a nivel provincial, veremos qué”. Ni sí ni no. Lo cierto es que el gobernador continuaba evaluando, casi una semana después del tiro en el pie massista, cómo afrontar ese pago. El anuncio llegó muy poco tiempo después de cerradas las paritarias con los sectores público y privado, con acuerdos que conformaron a los gremios y con margen, para el gobierno bonaerense, de un par de meses para sentarse a negociar nuevamente. No pasó. Ahora –sólo por ahora- podría unificarse la suma fija con el aumento del 15% previsto para septiembre que se selló en la última paritaria.Por fuera de la política, parecido. Las cámaras que agrupan a pymes y micropymes, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) y la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) rechazaron la medida. “Con la plata de otro es fácil anunciar medidas”, dijeron y agregaron que nadie les preguntó si podían hacerse cargo de aplicar esa suma a sus empleados. La mayoría dice que no puede.

Saliendo de Buenos Aires, el rechazo fue derramando por las provincias, en tanto que 12 distritos de los 24 que componen la República dijeron que no lo pagarán y que se regirán por los acuerdos que establecieron gobiernos y gremios en paritarias: Misiones, Santa Fe, Jujuy, Córdoba, La Pampa, Entre Ríos, Neuquén, Catamarca, Santa Cruz, Santa Fe, Tucumán y la Ciudad de Buenos Aires. Lo mismo que las empresas: le reprocharon a Massa haber lanzado la bomba sin preguntar primero.

Mientras se sacaba el traje de ministro para ponerse el de candidato, el hincha de Tigre quedó sólo. El silencio de las últimas semanas de Cristina Fernández de Kirchner y del candidato a diputado Máximo Kirchner es sugestivo. El destino puso a quienes impulsaron la suma fija desde el minuto uno –justamente, madre e hijo-, lejos de la escena pública, y a quienes la rechazaban –la CGT y Alberto Fernández– a bancarla. La central obrera lo hizo a través del secretario adjunto del Sindicato de Camioneros, Pablo Moyano, quien afirmó, rápido, el lunes: «El Gobierno ha priorizado el salario de los trabajadores, pero le estamos pidiendo una suma fija para los gremios que no pueden ni siquiera empatar la inflación». Desde Catamarca, el Presidente dijo en un acto que “no es el plan platita, es el plan justicia” e instó a los gobernadores a respaldar la medida. Tal vez aquello forme parte de la poco creíble pose de Fernández cuando, vía Twitter, aseguró haber encomendado a sus ministros para afrontar la devaluación de su gobierno. A esta altura, más bien parece que el único que encomendó algo sin consultar a nadie fue Massa, que tampoco supuso semejante viento en contra.

Massa quiso hacer peronismo y el peronismo no lo ayudó. Kicillof, que blandió esas banderas para aliviar la economía familiar durante casi todo su mandato con políticas como Cuenta DNI y los beneficios del Banco Provincia, no le soltó la mano, pero tampoco se subió a su moto. Los gobernadores, que rogaron su candidatura cuando Wado de Pedro se estaba haciendo las fotos con el traje de presidente, perdieron sus provincias en las PASO y tiraron la pelota de la suma fija afuera. Los gremios, siempre peronistas y defensores de las paritarias, prefirieron –prefieren- leer bien la letra chica de la medida antes de poner el gancho y exponerse frente a su tropa del movimiento obrero. Habrá que ver si el peronismo, entonces, enrolla los trapos que siempre agitó para cuidar las quintas propias –sin garantía de nada- o “rompe el chanchito”, como dijo Secco, y banca al candidato a menos de 60 días de la pura verdad.

 

(*) Periodista y Comunicador Social. Trabaja en radio, televisión y portales de noticias. 
Brinda además, servicios de asesoría en Comunicación y Prensa tanto en el sector público como en el privado.

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