Columnistas

Caseros, la batalla inconclusa

Por Gastón Bivort (*)

El 3 de febrero próximo pasado se cumplieron 170 años de una batalla crucial de nuestra historia, cuyo resultado allanó el camino para organizar constitucionalmente el país bajo la forma republicana de gobierno. El Ejército Grande liderado por Urquiza derrotó a las fuerzas del gobernador de Buenos Aires y encargado de las relaciones exteriores de la confederación, Juan Manuel de Rosas, quién no solo obstaculizaba la organización nacional, sino que además detentaba el poder absoluto desde hacía casi dos décadas.

Al respecto, el propio Alberdi señalaba en sus “Bases” que “la división del poder es la primera de las garantías contra el abuso de su ejercicio. Por 20 años la provincia de Buenos Aires ha visto la suma total de sus poderes públicos en manos de un solo hombre” y que “la victoria de Monte Caseros por sí sola no coloca a la República Argentina en posesión de cuanto necesita”; por lo tanto, era necesaria la sanción de una Constitución que, entre otras cosas, garantice la división de poderes y la independencia del poder judicial.

En la Constitución del 1 de mayo de 1853 quedó plasmado el sistema de frenos y contrapesos mutuos entre los poderes de gobierno y la doctrina de un Poder Judicial independiente y ajeno a las presiones que pudiera recibir. Para ello la Carta Magna estableció el principio de la inamovilidad de los jueces y procedimientos especiales para sus nombramientos y eventuales remociones.

Estos fundamentos republicanos defendidos con mucha fuerza por Alberdi en su obra, fuente imprescindible para los constituyentes de 1853, abrevan en la tradición liberal de pensadores como Montesquieu, padre del principio de la división de poderes, el arma fundamental para contrarresta rel poder absoluto y despótico delos gobernantes.

De esta tradición se nutrieron todas las revoluciones democráticas europeas de los siglos XVII y XVIII y todas las revoluciones americanas por la independencia, incluida obviamente nuestra Revolución de Mayo. Los principios de la división de poderes y la independencia del poder judicial siguen siendo hoy elementos fundamentales para asegurar la salud de las repúblicas democráticas. Pero el kirchnerismo encuentra siempre un relato a medida, incluso desafiando la verdad histórica y la inmutabilidad de ciertos valores esenciales.

La necesidad de Cristina Kirchner de tener un poder judicial a su medida que la salve de sus delitos y causas judiciales la llevó a cuestionar, en un discurso de fines de 2018, el principio de la división de poderes consagrado por la Revolución francesa, argumentando que el Poder Judicial, al ser de carácter vitalicio, era una rémora de la monarquía. Agregó además insólitamente que por lo tanto debería revisarse el sistema de gobierno porque “es el mismo de cuando no existía la luz eléctrica o el auto”. En diciembre de 2020 fue por más al señalar que “de los tres poderes del Estado, solo uno no va a elecciones. Solo un poder es perpetuo”, descalificando de este modo al Poder Judicial bajo el argumento de que los jueces no son electos por el pueblo y que ejercen su cargo en forma vitalicia, omitiendo lo que todo ciudadano informado y más si se trata de una abogada no puede desconocer: esto es así para asegurar la independencia del poder judicial.

Bajo este relato y otros, como el del lawfare, tuvo lugar esta semana una marcha contra la corte Suprema de Justicia prohijada por una caterva de impresentables como Luis D´elia, Amado Boudou, Roberto Baradel, Hugo y Pablo Moyano, Julio De Vido y otros; la mayoría procesados, condenados o con cuentas pendientes con la justicia. Lo más grave es que esta marcha contó con el aval explícito del Viceministro de Justicia de la Nación, Juan Carlos Mena y de conspicuos diputados y/o funcionarios del oficialismo como Leopoldo Moreau y Ricardo Alfonsín, quienes pisotearon descaradamente la memoria de don Raúl.

Joseph Goebbels, íntimo colaborador de Hitler, mago de la propaganda necesaria para mantener vivo el relato nazi y fuente de inspiración para Raúl Apold, el famoso secretario de medios de Perón, aseguraba que “una mentira contada una vez sigue siendo una mentira, pero contada mil veces se convierte en una verdad”. Y en esto está el kirchnerismo desde hace mucho tiempo, en sostener un relato que le permita justificarse ante sus fieles aunque sepa que está mintiendo. Lo importante es que esas mentiras contadas mil veces se transformen en verdad, a saber:

Los montoneros eran jóvenes idealistas que lucharon por la democracia cuando sabemos que eran asesinos que querían instalar un régimen comunista en la Argentina.

Néstor y Cristina Kirchner son los abanderados de los derechos humanos cuando sabemos que durante la dictadura estaban recluidos en Santa Cruz haciendo plata aprovechando la circular 1050 de Martínez de Hoz y que más tarde dieron su apoyo a los indultos de Menem.

Néstor Kirchner desendeudó al país pagándole toda la deuda al FMI cuando sabemos que al mismo tiempo tomó deuda con el gobierno de Chávez a una tasa exorbitante.

Cristina es una perseguida de la justicia cuando sabemos de su fortuna mal habida, de ex funcionarios y testaferros ricos y de bolsos revoleados con millones de dólares.

El kirchnerismo defiende la democracia y la libertad cuando sabemos que defiende y se aferra a los peores regímenes dictatoriales: Venezuela, Cuba, Nicaragua, Irán, Rusia.

Cuando Macri tomó la presidencia no había deuda y este la tomó para fugar capitales cuando sabemos que Macri se endeudó con el fondo para pagar deuda preexistente.

El kirchnerismo es un movimiento nacional y popular cuando sabemos que la pobreza y los planes sociales de subsistencia se multiplican mientras sus dirigentes son cada vez más ricos.

El kirchnerismo quiere a los jubilados cuando sabemos que una jubilación mínima se agota antes del primer tercio del mes y los principales funcionarios del PAMI vacacionan en una idílica isla del caribe.

Estas y otras “mentiras verdaderas” fueron formateando el esquema mental de un grupo de fanáticos que por plata o ideología vetusta se fue aferrando a la “verdad revelada”

La última gran “mentira verdad” remite al necesario acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El gobierno de Alberto anunció que el mismo no supone ajuste ni reforma estructural alguna. Sin embargo, Máximo Kirchner y el cristinismo duro se manifestaron en contra del acuerdo descreyendo de su propio relato. Las contradicciones internas empiezan a descascararlo.

Cabe esperar mientras tanto, que como se avizoró en las legislativas de noviembre, la sociedad vaya tomando nota del desengaño.

Nuestra batalla de Caseros consiste hoy en una batalla cultural contra el relato y la mentira. Solo así caerán las vendas de los ojos y se podrá ver, como en el clásico cuento de Andersen, que el Emperador está desnudo.

(*) Profesor de Historia, Magister en dirección de instituciones educativas, Universidad Austral, vecino de Pilar

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