Columnistas

De “Braden o Perón” a “Biden no es Perón”

Por Gastón Bivort (*)

A  partir del ya mítico episodio del 17 de octubre de 1945 que la historiografía peronista recoge como hecho fundacional, Juan Domingo Perón se consolida como nuevo líder de la clase trabajadora y se apresta a lanzarse como candidato presidencial. A cambio de que Perón mande a sus casas a los simpatizantes que pedían por su libertad, su compañero de armas y Presidente de facto, el General Edelmiro Farell, se comprometió a convocar a elecciones presidenciales para febrero de 1946.

El General Perón, activo y entusiasta colaborador en los golpes de estado de 1930 y de 1943 y con un pasado como agregado militar en la embajada argentina en la Italia de Mussolini que lo nutrió de principios fascistas, se convirtió rápidamente en el preferido de las corporaciones: La CGT, la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas fueron entusiastas adherentes del candidato del Partido Laborista. Su condición de militar nacionalista con ideas que predominaban entre el generalato de su tiempo, su decisión de imponer en las escuelas públicas la enseñanza de la religión, y su reciente paso por el gobierno de facto del General Farell como Secretario de trabajo y previsión, desde donde impulsó reformas laborales y sindicales, lo convirtieron en el candidato del “pueblo” y por supuesto, tal como se lo había enseñado el fascismo, de las corporaciones.

En el “otro rincón” de la contienda electoral de febrero de 1946, estaba la llamada “Unión Democrática”, un conjunto de partidos políticos tradicionales que iban desde la UCR al comunismo y que lo único -y no por eso menos importante- que tenían en común era su adhesión a los principios republicanos y democráticos frente a lo que significaba la candidatura de Perón. A la Unión Democrática no la unía el amor sino el espanto.

El mismo sentimiento compartía por entonces el gobierno norteamericano, que ordenó a su embajador Spruille Braden que apoye explícitamente a la Unión Democrática en las elecciones presidenciales. Consideraba que lo que estaba ocurriendo en la Argentina era anacrónico y que estaba a contramano de lo que acababa de ocurrir en el mundo: el nazifascismo había sido derrotado y la Argentina se aprestaba a ungir a un Presidente que simpatizaba con esas ideas. De aquí surgió el famoso slogan electoral que utilizó Perón en su campaña, “Braden o Perón”, con el que intentaba decir que él representaba lo nacional frente a Tamborini, candidato de la Unión Democrática, que representaba la antipatria, es decir los intereses yanquis en la Argentina.

Como todos sabemos Perón ganó las elecciones de febrero de 1946 y su relación con los EEUU fue pésima y de mutua desconfianza, disimulada un tanto en su segundo gobierno cuando por falta de divisas debió acercarse al gobierno norteamericano para atraer inversiones sobre todo en materia petrolera.

Es verdad que por aquellos tiempos, y  como consecuencia de la profunda crisis que sobrevino al crack financiero de 1929, el gobierno demócrata de Roosevelt apostó a una fuerte intervención estatal en la economía y a una política social para proteger a los más débiles; lo mismo tiene previsto ahora el Presidente también demócrata, Biden, al decidir medidas de ese tipo para atenuar los efectos de la crisis derivada de la pandemia: El “American Jobs Plan” de Biden es el equivalente moderno al “New Deal” de Roosevelt; nada nuevo bajo el sol. Es la receta que ya aplicó un gobierno demócrata en similares circunstancias en un país que cuenta con un enorme desarrollo industrial y tecnológico, con una moneda fuerte reconocida internacionalmente, con sólidas instituciones que incluso resistieron al tropezón que significó Trump, y con una población que mayoritariamente cuenta con una alta calidad de vida y bajos niveles de pobreza.

La política económica que aplicó Perón durante su primer gobierno puede de algún modo equipararse al modelo de Roosevelt o al de Biden, pero mientras éstos últimos lo plantearon o lo plantean como una solución para una coyuntura de crisis, Perón aplicó el estatismo, el intervencionismo estatal y el asistencialismo social como un fin en sí mismo. Los resultados, a la luz de lo ocurrido y lo que ocurre con la economía de ambos países son elocuentes.

Por último, y frente a la analogía que hizo el Presidente Fernández entre Perón y el actual Presidente norteamericano al llamarlo “Juan Domingo Biden”, debo decir que el primer peronismo tuvo marcados rasgos autoritarios que contrastan con el ideario democrático y respetuoso de las instituciones que denota el pensamiento y las actitudes del Presidente Biden.

No lo veo a Biden restringiendo la libertad de expresión estatizando las radios y cerrando diarios.

No lo veo a Biden persiguiendo a la oposición política.

No lo veo a Biden promoviendo el adoctrinamiento en las escuelas.

No lo veo a Biden cambiando la Constitución para asegurarse la reelección indefinida.

No lo veo a Biden expresando que “por cada uno de los nuestros que caiga caerán cinco de los otros”

Definitivamente “Biden no es Perón”.

(*) Profesor de Historia, vecino de Pilar

One Comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

71 − 62 =

Noticias relacionadas

Follow by Email
Twitter
YouTube
Instagram
WhatsApp