Columnistas

El verdadero rostro de la cultura: un manifiesto del arte auténtico

En medio de la crisis cultural que se debate en los medios, surge una pregunta fundamental: ¿de qué cultura hablamos? ¿De la de los artistas comerciales, que buscan la fama y la fortuna, o de la de los artistas emergentes, que luchan por expresar su pasión y visión?

Como artista, puedo afirmar que somos muchos los que sobrevivimos por amor al arte, sin esperar ni recibir apoyo estatal. No lloramos por la falta de subvenciones, sino que trabajamos con convicción y dedicación, impulsados por nuestra pasión. Caminamos la cultura con la certeza de que nuestro arte es un don, no un negocio.

El artista verdadero es un militante de su arte, no de los partidos políticos. Su compromiso es con la creatividad, la innovación y la expresión auténtica, no con intereses económicos o políticos. Esto no significa que el artista no tenga su militancia, sino que ésta debe ser genuina, surgida de su corazón y su conciencia.

La cultura debe ser andariega, libre y sin fronteras. Debe ser un reflejo de la diversidad y la riqueza humana, no un producto comercializado y estandarizado. Los artistas emergentes somos los que mantenemos viva esta llama, esta chispa que ilumina el camino hacia un futuro más auténtico y más humano.

No necesitamos del Estado para crear, no necesitamos de la fama para validar nuestro arte. Nuestra recompensa es la conexión con el público, la emoción que transmitimos, el cambio que inspiramos.

Así que, cuando se hable de crisis cultural, recordemos que la verdadera cultura no se mide por la cantidad de dinero invertido, sino por la calidad de la pasión y la dedicación de los artistas. Somos los guardianes de la autenticidad, los defensores de la creatividad y los embajadores de la belleza.

 

(*) Poeta, escritor, gestor cultural

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