Columnistas
Escándalo en Lago Escondido: todos siguen haciendo como que no pasó nada (y es grave)
Por Christian Sanz (*)
La trama es tan clara como elocuente: un grupo de reputados jueces, junto a funcionarios y ex funcionarios del PRO viajaron a la polémica estancia de un polémico personaje, llamado Joe Lewis, plagado de antecedentes oscuros.
Parte de la travesía, que culminó en Río Negro, la pagaron los capitostes del grupo Clarín, que mandaron a sus propios representantes a aquella aventura. Nada menos que a Jorge Rendo —alias “Tenaza” por cómo sabe apretar a los funcionarios para conseguir negocios de diversa índole— y Jorge Casey, sobrino del todopoderoso Héctor Magnetto.
El viaje de por sí es polémico, pero más aún es lo que ocurrió luego, cuando los tipos que viajaron intentaron ocultar lo que hicieron. Para ello recurrieron a todo tipo de artimañas reñidas con la ética y la moral. Y con la ley, dicho sea de paso.
Apretaron a periodistas que intentaron revelar lo sucedido, trataron de “mudar” el expediente de Río Negro a Comodoro Py para poder manipularlo, trucharon comprobantes para que parezca que ellos mismos pagaron el viaje, etc.
Ante tal situación, gravísima como se lee, los medios «no kirchneristas» solo atinaron a hacer silencio. Apenas sí decidieron contar parte de la trama cuando esta ya había explotado por doquier, merced a una cadena nacional motorizada por Alberto Fernández.
Pero casi no hablaron de aquellas irregularidades, sino que se enfocaron solamente en el hackeo que habría sufrido uno de los integrantes de la comitiva, el ministro de Seguridad porteño Marcelo D’Alessandro, cuyo teléfono celular “regaló” la confirmación de todos los delitos descriptos.
Una digresión al respecto: la intrusión de ese aparato es un hecho gravísimo, que debe investigarse hasta las últimas consecuencias, complique a quien complique la trama.
No obstante, todo lo otro no deja de revestir una gravedad superlativa. ¿Qué habría ocurrido si hubiera sido al revés, si un grupo de jueces identificados con el kirchnerismo hubiera viajado a una quinta de Lázaro Báez o Cristóbal López en Santa Cruz, con todo pago?
¿Acaso no estarían esos mismos medios machacando día y noche con los detalles de la travesía de marras? Lo antedicho echa por tierra la pretensión que suelen arrogarse esa prensa cuando dice que es “independiente”. Ni ahí.
Respecto de los involucrados en el culebrón, si alguno tuviera algo de mínimo decoro ya mismo estaría renunciando a su cargo. Pero no, estamos en un país como la Argentina, donde nunca nadie purga por nada y todos carecen del pertinente sentimiento de culpa.
Entonces, queda claro que esos jueces siguen y seguirán atornillados en sus sillones. Lo mismo que el caradura del ministro D’Alessandro, protegido por otro intocable, Horacio Rodríguez Larreta.
Concluyendo… todos esos tipos que se dicen el “cambio”, son lo mismo que estos tipos que están ahora mismo en el poder, los kirchneristas. Ergo, no hay salida, porque un país necesita gestos de grandeza, renunciamientos, y renovación de confianza en las instituciones. Que ninguno de estos tipos, y aquellos tipos, pueden garantizar.
Entonces, cuando un «irracional» como Javier Milei escala en las encuestas, propios y ajenos se sorprenden. Como si fuera alguna sorpresa. Como si Milei no fuera un inevitable producto de sus propios desaciertos.
Unos y otros son el espejo idéntico de lo que juran combatir. Por eso, uno los repudia. Porque, como dijo alguna vez Joan Manuel Serrat, “entre esos tipos y yo hay algo personal”.
(*) Periodista de investigación, director del portal Tribuna de Periodistas