
Desde la recuperación definitiva de la democracia, en 1983, hemos transitado un camino que nos fue llevando progresivamente de la esperanza a la decepción. Muchos recordamos ese entusiasmo y efervescencia inicial que se fue evaporando como consecuencia de las malas gestiones de gobierno, las recurrentes crisis económicas, la corrupción que se fue enquistando entre los funcionarios y la agenda de una clase política que se fue distanciando de las verdaderas preocupaciones de la ciudadanía. No sin razón circula la idea de que los políticos constituyen una “casta” que está cada vez más lejos de la gente.
Sin embargo, todos coincidiremos en un aspecto muy positivo que logramos consolidar en este tiempo: la idea del voto como herramienta o instrumento de cambio y como castigo frente al mal gobierno, descartando definitivamente la violencia política a la que se solía recurrir en otros tiempos.
Es quizás el único consenso al que pudimos arribar como sociedad desde la vuelta a la democracia. No ha alcanzado hasta ahora para mejorar las cosas; incluso muchas de ellas han empeorado si analizamos, por ejemplo, la mayor corrupción o la evolución del índice de pobreza. Sin embargo, sigue siendo un excelente punto de partida para iniciar algo nuevo y para hacerles saber a nuestros representantes que sus decisiones ya no nos representan.
Ante la inminencia de tener que acercarnos a las urnas para hacernos oir una vez más, aporto a los lectores una suerte de ayuda memoria con algunos hechos ocurridos en estos últimos dos años que conviene recordar.
Este gobierno liberó a miles de presos, muchos de ellos muy peligrosos, tanto que al poco tiempo volvieron a delinquir. La excusa de la pandemia y la superpoblación carcelaria ocultó una decisión política e ideológica que trajo como resultado muchísimas víctimas, gente de bien y trabajadora como el kiosquero de Ramos Mejía. El beneficio se hizo extensivo a gran parte de los ex funcionarios kirchneristas presos por corrupción, incluso al vicepresidente Amado Boudou, con sentencia firme y ningún tipo de comorbilidad. Mientras todos quedábamos presos en nuestras casas, los delincuentes salían en libertad. José López, el hombre al que todos vimos arrojar bolsos a un convento con millones de dólares de la corrupción kirchnerista, también fue liberado.
Este gobierno trató de “miserables” a los empresarios y los agobió con nuevos impuestos, regulaciones, y controles, desconociendo que son los únicos que pueden invertir y generar trabajo genuino.
Este gobierno impulsó una cuarentena eterna y medieval, asesorado por un pseudo comité de científicos que con sus palabras solo consiguió alimentar el desconcierto, la incertidumbre y el miedo. Para los infectólogos de Alberto, solo contaban los contagios, las camas ocupadas y los muertos por covid; nunca les importó la atención de otras patologías ni los perjuicios económicos, sociales y psicológicos que la cuarentena ocasionó.
Este gobierno puso en tela de juicio el derecho de propiedad consagrado por el artículo 17 de la Constitución Nacional. El intento de expropiar Vicentín, la pasividad frente a las usurpaciones de tierras en el conurbano, y el apoyo al proyecto de Grabois en Entre Ríos y al de los mapuches en el sur, son prueba suficiente.
Este gobierno ordenó que ningún funcionario se bajara un solo peso de su sueldo, mientras tanto, miles de personas perdían sus trabajos o veían quebrar sus pymes y comercios. Recientemente y a pedido de la Anses la justicia habilitó a la ex presidente y actual vicepresidente a percibir una doble pensión (además de su sueldo actual) que alcanza los 2 millones y medio de pesos, equivalente a casi 100 jubilaciones mínimas.
Este gobierno tomó la criminal decisión de cerrar las escuelas por más de un año, generando la pérdida de aprendizajes fundamentales y gravísimas patologías en niños y adolescentes a quienes se privó desu espacio vital de socialización. Muchos de los alumnos que en estas circunstancias terminaron desertando, nunca volverán a la escuela. En el futuro lo veremos reflejado en más analfabetismo y más pobreza.
Este gobierno defendió el adoctrinamiento en las escuelas y descalificó el mérito como fundamento del ascenso social y del progreso.
Este gobierno empatizó con países como Venezuela, Cuba y Nicaragua, gobernados por dictadores que desprecian la democracia, que violan los derechos humanos y que persiguen a los disidentes.
Este gobierno decidió priorizar la afinidad ideológica y los negociados con Rusia, de donde se trajeron vacunas que aún no cuentan con la aprobación de la OMS. Como consecuencia de ello se despreció el ofrecimiento de Pfizer bajo el argumento de que se ponía en riesgo la soberanía nacional. Esto se tradujo en muertes que pudieron ser evitadas.
Este gobierno decidió vacunar primero a los funcionarios, militantes y amigos del poder y organizó un vacunatorio VIP pergeñado por un ministro de salud que había profetizado que el virus no iba a llegar a la Argentina. Un escándalo ético convalidado por un presidente que señaló que no es delito saltarse la fila. Este hecho también se tradujo en muertes que pudieron ser evitadas.
Este gobierno violó su propio decreto de aislamiento, permitiendo permanentes ingresos y reuniones en Olivos, fiesta de cumpleaños de Fabiola incluida. Mientras tanto, Alberto Fernández nos insultaba y nos trataba de idiotas a quienes cuestionábamos la cuarentena. Las famosas fotos de la fiesta de la primera dama se convirtieron en el monumento a la hipocresía.
Este Presidente cometió continuos furcios, dislates y papelones producto de la improvisación a la hora de hablar en público o de salir de gira por el mundo, como quedó demostrado en sus patéticos discursos y en la última reunión del G20.
Este gobierno elevó la pobreza a más del 45% de la población y dejó un legado demás de 115000 muertos por la pandemia. En una de sus frases “célebres” Fernández había señalado que prefería tener 10 puntos más de pobreza que 100.000 muertos. Consiguió todo eso y mucho más.
Este gobierno llevó el dólar de $ 45 a $ 200, más de 300% de devaluación en dos años que hizo que los salarios de la Argentina medidos en dólares sean los más bajos de la región después de Venezuela.
Este gobierno, después de las PASO, solo atinó a regalar platita, heladeras, viajes de egresados y a redoblar con amenazas los controles de precios. No hay rumbo, no hay plan y hasta es difícil saber quien gobierna.
La lista queda abierta para que usted, estimado lector, la complete. Eso sí, este domingo, a la hora de votar, prohibido olvidar…
(*) Profesor de Historia, vecino de Pilar