Columnistas

Los evadidos

Por Ricardo Ragendorfer (*)

La curiosa relación de Tita Merello y Jorge Villarino (a) el “Nene”, un famoso miembro del hampa que se escapó de diversas cárceles y sería protagonista de una de sus películas.

Durante un lunes invernal de 1963, motivos artísticos la llevaron a la cárcel de Villa Devoto. Es que esa mujer actuaría en la película Los evadidos, dirigida por Enrique Carreras, cuyo rodaje estaba por comenzar. Su argumento giraba en torno al violento motín ocurrido allí el año anterior, enlazado con un plan de fuga, también sucedido en el plano de lo real. De hecho, en su protagonista se inspiraba el personaje interpretado por Jorge Salcedo, siendo ella su amante en la ficción. Para afinar ese papel, ella, nada menos que Tita Merello, acudió a semejante inframundo.

Cabe destacar que, hacía más de un cuarto de siglo, había encarnado un rol análogo en La fuga, dirigida por Luis Saslavsky, poniéndose aquella vez en la piel de novia del jefe de una banda de contrabandistas, con el actor Santiago Arrieta por partenaire.

Lo cierto es que su actuación en esa cinta fue tan lograda que, en 1955, la flamante Revolución Libertadora, además de dejarla sin trabajo, la acusó de estar involucrada con una gavilla que se dedicaba al contrabando de té, por lo que tuvo que exiliarse en México. Premoniciones del séptimo arte.

Tal vez pensara en ello cuando dos “candados” –como se les llama en la jerga “tumbera” a los guardiacárceles– la conducían en silencio por un pasillo enrejado, hasta una sala con una mesa larga y algunas sillas. Era el locutorio.

Allí la actriz quedó a solas.

Minutos después, aparecieron otros dos “candados” con un tipo no muy alto, de porte atlético y rasgos de boxeador. Por saludo, le dedicó a la ilustre visitante una sonrisa ladeada. No era otro que Jorge Villarino (a) el “Nene”, un mito viviente del hampa.

¡Arriba las manos!

Ambos tenían algo en común: el origen topográfico. Ella –nacida en 1904– se crio en un conventillo de la calle Defensa al 700, del barrio de San Telmo; y él –nacido en 1931–, a la vuelta, en la cortada de San Lorenzo.

La empatía entre ellos fue inmediata. En parte, porque la cantante estaba subyugada por las hazañas de ese hombre movedizo y hablador.

Entonces, él se embarcó en el relato de su primer gran golpe: el asalto a una financiera, con un botín que superaba levemente el precio pagado por el “gran campeón” Aberdeen Angus de 1948. Y al respecto, dijo:

–Por ser mi debut, no estuvo mal: me ligué un toro y un chanchito.

Tita rio de buena gana, antes de que Villarino le confiara ciertos detalles de su estilo profesional:

–Yo trabajaba más con la mente que con las manos. Al entrar en acción, me ponía menos nervioso que cuando me afilaba alguna piba de la que estaba muy enamorado.

Villarino hablaba de mujeres –no del oficio– en tiempo pasado, puesto que su corazón tenía dueña: Marta Hebe Abato, con quien se casó en 1957. Y ya tenían dos hijos. Ella –según el asaltante– le insistía con que abandonara el delito.

Pero él se creía invencible. Ahora se arrepentía de su tozudez.

Pero vayamos por partes.

Buscado en Buenos Aires, se estableció con su familia en Montevideo. Allí supo regentear una flotilla de seis camiones, alternando tal actividad con el ejercicio del “achaco” a mano armada. De acuerdo a sus cálculos, en dicha etapa cometió unos 40 hechos en aquella modalidad. Hechos modestos, pero seguros y redituables.

Todo iba viento en popa.

Tita seguía embelesada con sus palabras, que salían a borbotones de sus labios con el tono de quien cuenta travesuras escolares.

Por esa época, en Buenos Aires, sus antiguos compañeros planeaban un asalto al Ministerio de Salud Pública durante el día de pago. Ellos calculaban un botín millonario. Y lo invitaron a ser parte del asunto.

–Yo no quería, pero me dije: ‘Si los agarra la yuta, aunque yo no esté metido, me como el garrón igual. Si estoy, a lo mejor la cosa sale bien’.

La cosa salió a pedir de boca, y él regresó a Montevideo.

No obstante, uno de los muchachos cometió la imprudencia de regalarle un auto lujoso al hermano. Todos “perdieron”.

Y él, tras ser extraditado desde Uruguay, terminó en Devoto.–¿Fue cuando te fugaste por primera vez? – quiso saber Tita.

–No se apure, señora –fue su respuesta.

El rey del boleto 

En este punto, se detuvo en un detalle previo a su llegada al penal de la calle Bermúdez: cuando bajó del avión que lo trajo desde Montevideo, custodiado por policías orientales, lo aguardaba quien sería para él una de sus pesadillas recurrentes: el comisario Evaristo Meneses.

Pues bien, unos meses después, este le prodigó un furioso puñetazo a su escritorio al saber que Villarino se había fugado, descolgándose con una soga del techo del penal, junto con otros presos, tras maniatar a tres guardias.

Siete días después fue recapturado por Meneses.

Su segunda evasión ocurrió a mediados de 1960 en la cárcel de Caseros, a través de un boquete socavado en el muro perimetral.

Tres semanas después fue recapturado por Meneses y alojado otra vez en Devoto. Permaneció allí dos años, hasta desatarse el famoso motín.

Por esa razón fue trasladado a la Penitenciaría Nacional, donde cometió su tercera fuga (que el filme de Carreras ubicaría en Devoto).

Tita asimilaba esta parte de su relato con los párpados bien abiertos.

Esa vez se rajó sin que nadie lo viera, a través del enrejado que daba a la calle Paunero, vestido de mujer.

A partir de entonces, la prensa lo bautizó “El Rey del Boleto”.

Al mes fue ubicado por Meneses en un aguantadero de San Telmo, pero no sin un memorable contratiempo: en un descuido, el Nene logró desarmarlo delante de todos sus efectivos.

Por varios minutos, quedó con una 45 encañonada a su sien. El Nene lo tenía a su merced, pero sabía que si gatillaba no saldría con vida de allí.

Finalmente, se entregó, llevándose a la celda la agradable sensación de haberle perdonado la vida a su archienemigo.

Aquella, por cierto, fue una de las mejores escenas de la película.

Y la amistad con Tita se consolidó.

Lo prueba un trágico episodio: el 2 de octubre de 1965, su amada María Hebe falleció en un accidente vial.

Y mientras él languidecía en Devoto, Tita se hizo cargo de la crianza y manutención de sus dos hijos.

Recién en 1975 salió en libertad, declamándole a ella su férrea intención de enmienda.

Pero, en vez de cumplir, se asoció con François Chiappe, un alto dignatario de la Unión Corsa afincado en el país.

Ello derivó en la ruptura de su amistad con Tita.

El resto de la historia de Villarino incluye su radicación en España, su arresto en la Cárcel Modelo de Barcelona, su última evasión –malograda al ser baleado en una pierna–, su salida en libertad, en 1996, y su última temporada tras las rejas, esta vez en Milán.

El legendario pistolero murió, por causas naturales, tres años después.

Su hada madrina se enteró de eso por boca de Enrique Sdrech, quien dio a conocer la noticia en el noticiero de TN.

Tita Merello, a su vez, dejó de existir el 24 de diciembre de 2002.

 

(*) Periodista de investigación y escritor, especializado en temas policiales

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