Columnistas
Pandemias, vacunas, pasaportes verdes: el mundo se volvió perversamente loco
Por Gustavo Vieyra (*)
Se puede mentir a muchos, poco tiempo.
Pero no se puede mentir a todos todo el tiempo.
En algún momento la luz se filtra y es el comienzo del final.
A 16 meses de declarada la pandemia, el mundo se encuentra condenado a “prisión domiciliaria”, controlado en todo momento y con sus derechos más elementales sometidos al mandato de una “elite global gobernante”, que basa sus decisiones en datos de dudosa solidez y resultados nunca documentados a la fecha.
La interminable extensión en el tiempo de esta situación “estereotipada”, no solo está generando efectos deletéreos en la trama social y en la economía, sino que además está enfermando a la población que dice cuidar de los peligros del virus.
Las opciones hoy se limitan a algunos pocos posibles escenarios:
1-Estar sano y estar obligado a recibir las vacunas, independientemente de la edad, sexo, convicción o decisión personal.
2-Estar enfermo en grado leve y empezar a recurrir a cualquier ritual que se preste, con la esperanza de que el cuadro no progrese. Como único “alivio” se le indicará aislamiento, paracetamol y controles telefónicos para ver si pasa el siguiente escenario.
3-Ameritar para una internación, donde la inmunidad comenzará a deteriorarse a pasos agigantados solo por el temor y las malas fantasías que despiertan una “internación”. En este escenario de mayor gravedad, la evolución dependerá de las habilidades y conocimientos que el equipo de salud ofrezca y el estatus de base de la persona en cuestión.
Nada ha cambiado desde el comienzo. Los rituales se repiten. Ya están instaladas palabras como Fase 1, 2, 3, cuarentena, “lockdown”, mascarillas, N95, aislamiento, virtualidad. Finalmente se ha impuesto el mantra de la “Vacunación Masiva como Camino a la Salvación” y “Cuanto más, mejor” (más dosis, más edades, más mascarillas, más encierro, más distancia, más, más y más).
El distanciamiento de los seres queridos y del entorno social en general está, cuanto menos, “tolerado” y en muchas personas, aceptado de buen agrado, dado los “riesgos” y el “temor infundido” a ser víctima del virus.
Mascarillas, distanciamientos y severas restricciones a la libre circulación.
A la fecha, es groseramente evidente que nada ha cambiado en función de la interminable presión para utilizar mascarillas, mantenernos distanciados y acotar nuestra libre circulación. Sin embargo, este experimento social, que apeló a uno de los mecanismos más primitivos que históricamente han movilizado al ser humano, “el temor”, ha logrado instalar este puñado de hábitos antinaturales al punto que ya nadie siquiera cuestiona su validez y/o razonabilidad. Se trata solo de cumplirlos y punto. Si no, el mismo juicio de tus pares te señalará.
NO HAY NINGUNA EVIDENCIA CIENTÍFICA SÓLIDA QUE DEMUESTRE QUE TALES MEDIDAS HAN SIDO ÚTILES A LA FECHA.
La única utilidad que han tenido, ha sido culpabilizar a alguien toda vez que los números de muertes o contagios no se acomodaban a lo esperado. Siempre se terminó responsabilizando a la “rebelde e irresponsable sociedad” que no se aviene a cumplir con las normas de modo de tener siempre un “chivo expiatorio” que fue y será siempre la causa de los estrepitosos fracasos en el control de la pandemia.
Hoy existe una peligrosa ebullición en la base de la sociedad, que se empieza a rebelar fuertemente frente al intento de imposición de nuevos e interminables confinamientos, con perpetuas perdidas de las libertades y uso de mascarillas cual adminiculo que cubrirá nuestros rostros para siempre.
Tal es el caso de los severos cuestionamientos que se están llevando adelante en el Congreso de los EEUU por parte de legisladores que demandan, en nombre de la población que representan, datos precisos de cuando se terminará este “statu quo”, dado el enorme esfuerzo hecho por la gente, tolerando todas estas medidas, especialmente en un país donde las “libertades individuales” son una de sus banderas más preciadas.
Lo mismo se puede decir sobre lo que está ocurriendo en Reino Unido, Italia, Australia o Francia.
Las vacunas: una promesa de salvación incumplida
La inconmensurable voracidad con que la Industria ha contaminado el pensamiento de la población en general y de muchos científicos en particular, solo muestra claramente un aceitadísimo mecanismo de penetración comercial con el fin de imponer un producto llamado “vacunas”. Este concepto, sano en su origen, hoy queda totalmente desvirtuado al quedar a años luz de ser un “producto para el bien común, de bajo costo y fácil accesibilidad para toda la población, que tiene por objetivo mitigar o resolver un problema infectológico de tipo epidemiológico”.
Ninguna de estas características se da en la actualidad con las vacunas.
Los problemas de producción, logística, distribución y prioridades contractuales, las deja lejos del concepto de “bien común”. De igual manera, obtener algunas de ellas, lleva a la necesidad de negociaciones que terminan en costos indirectos que distorsionan el objetivo final de salvar vidas. Otro tanto se puede decir respecto a la accesibilidad, especialmente cuando el factor tiempo es apremiante.
Un párrafo aparte merece a la promovida “eficacia” de estos productos. No hay ningún país que hoy pueda vanagloriarse de haber efectuado una estricta campaña de vacunación y como resultado hacer gala de haber recuperado la libertad para vivir con normalidad. Los “casos” y las “muertes” continúan ocurriendo y por lo tanto se echó mano nuevamente al ya gastado “chivo expiatorio” de la “alocada sociedad” que alegremente perdió el decoro y respeto a las (nuevas) normas de convivencia, acercándose, tocándose, besándose y compartiendo momentos en grupo sin usar mascarilla, algo ya abortado por la supuesta “nueva normalidad”.
Como la sociedad, comienza a mostrar cada vez más “tensión, resistencia y demanda de explicaciones” sobre la promesa incumplida del mantra “Las vacunas como camino a la salvación”, se debió apelar a una vuelta de tuerca de nuestro viejo y primitivo amigo: “El Temor”, esta vez a las “Variantes”.
Parecería que no va a alcanzar todo el alfabeto griego para enumerarlas y recordarnos que siempre habrá algo nuevo para renovar nuestros votos al “Primitivo Temor.”
Pasaportes de gente “clase A”
La osadía no parece tener límites. Al potente vector opositor generado en el seno de la sociedad, que empieza a resistirse a este interminable “statu quo” impuesto por el gobierno global, se lo está contrarrestando con una perversa estrategia de división en bandos de “acatadores” y “desacatados” o mejor dicho, “vacunados” y “no vacunados”.
Los primeros, con libre acceso al “paraíso del consumo” y los segundos, excluidos y condenados a hacer cuarentenas, sufrir aislamientos, no tener libre acceso al consumo y sufrir severas restricciones a sus trabajos habituales (si es que aún lo conservan) o finalmente pagar multas.
Esta perversa imposición, nada tiene que ver con los cuidados de la salud de la población. Por el contrario, se observa de manera preocupante la aparición “poco comunicada” de otro tipo de excesos de muerte (más de las esperadas) en otras patologías como las clásicas muertes por enfermedades cardiovasculares, así como casos poco promocionados de suicidios en adolescentes o aumento de los trastornos de ansiedad o depresiones severas, sin que esto haya alarmado a nadie.
Sin dudas esta sutil invitación a subirte al “barco de la felicidad” con el Pasaporte Sanitario, más parece un intento de terminar de convencer a los “díscolos” que aún se resisten, de que hay un solo camino que lleva a la sanación. Y se llama: vacuna.
¡Pero, cuidado! Como dice la Biblia: “Solo la verdad os hará libres”… y esta, tarde o temprano saldrá a la luz.
(*) Médico cardiólogo, docente universitario, ex presidente del Distrito Conurbano Norte de la Sociedad Argentina de Cardiología, responsable de Arritmias y Marcapasos del hospital Bernardo A. Houssay (retirado), cardiólogo del Hospital Británico, vecino de Pilar.