Columnistas

Restricciones por el covid: más de lo mismo para que todo siga igual

Por Gustavo Vieyra (*)

“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”

Albert Einstein

La mayor de las certezas, expresada y sostenida por el gobierno, desde el comienzo de la pandemia es que, LA CULPA DE TODO LO MALO QUE OCURRE POR EL COVID LA TIENE LA GENTE. Y por lo tanto, a continuación, hay que sancionar a los “rebeldes” con mayores confinamientos carcelarios y progresivas restricciones en la libertad.

Dentro de los primeros lugares de la lista de los “rebeldes culpables” podemos encontrar a los niños que, a pesar de ser “sometidos” a las más perversas y antinaturales condiciones de convivencia con su entorno, continuaron siendo sospechados de ser contagiadores y diseminadores. Por lo tanto la sanción merecida fue,”mayor confinamiento”.

El segundo grupo dentro de los “rebeldes culpables” fueron los “jóvenes díscolos” que se atrevieron a “desobedecer las reglas”, tomándose el atrevimiento de juntarse a compartir música, charlas y cervezas. Para ellos el castigo pensado fue más sutil. Presentarlos frente a la sociedad como el grupo más “difícil de domar”, para los que se debería poner en práctica el “control y la denuncia social” a fin de sofocar a tiempo, cualquier intento de persistir en esa denostable actitud que iba en contra del bienestar de la comunidad.

Más atrás, en la lista de “rebeldes culpables” podemos encontrar a los que querían trabajar y necesitaban trasladarse o los que tenían la imperiosa necesidad de juntarse con sus familiares y ni que hablar de los osados que buscaron tomarse un descanso en algún lugar dentro o fuera del país. Para ellos, control policial, permisos, seguimiento satelital y hacerles perder el dinero de las reservas de sus vacaciones, para que les quede bien claro eso de que: “hay límites”.

Una “mención especial” es para aquellos que se resisten a tapar sus vías respiratorias a pesar de tener enfermedades pulmonares crónicas o ser personas añosas o simplemente no tolerar respirar con la boca y la nariz semi tapadas, sea en invierno o verano, caminando, corriendo o subiendo escaleras.

A fines del 2020, trascendió un “hallazgo científico” que fue replicado en los medios en forma reiterada por comunicadores médicos. El uso de “doble barbijo” nos podía proteger más y mejor de la infección por el virus que si solo usábamos una mascarilla. Como la ciencia nunca se detiene (y la estupidez humana tampoco), se rumoreaba que tres barbijos podían llegar a ser mejor aun que dos. Incluso se especulaba con que podríamos llegar a reentrenarnos para bajar nuestra frecuencia respiratoria a lo menos indispensable, aunque estos experimentos aun estaban siendo evaluados, midiendo las posibles consecuencias de este tipo de prácticas.

La afortunada “falta de adaptación” de la comunidad rebelde al nuevo habito de comienzos del 2020 de “fumigar” con alcohol las suelas de los zapatos, los productos comprados en el supermercado, las pelotas de tenis, raquetas y los asientos, la ropa y descalzarse para entrar a una casa (aun exponiéndose a que les roben los zapatos), hizo que el inexorable paso del tiempo hoy lo vea como algo “anecdótico” y del pasado.

Como comprenderá el lector, este comienzo sarcástico de la columna solo intenta poner de manifiesto que, a pesar de que se adoptaron todo este cúmulo de medidas “tragicómicas”, NADA detuvo el alocado humor de la evolución del COVID.

El pequeño GRAN detalle es que, cada medida tomada, ha dejado enormes secuelas, probablemente mayores a las que haya generado el propio virus. Al respecto se pueden mencionar dos: la pérdida de la escolaridad en los niños junto a las severas alteraciones en los mecanismos de aprendizaje en todos los niveles (imaginemos futuros médicos cursando un año lectivo en forma “virtual”, sin poder ver ni tocar un paciente). En segundo lugar, las pérdidas económicas, de las que no vale la pena entrar en odiosos detalles que son por todos conocidos.

Lamentablemente, en ningún momento se ha presentado algún plan alternativo a las mencionadas medidas de “restricción y confinamiento” a fin de evitar estos “daños colaterales”.

Más sorprendente aun, fue que hasta la fecha, solo hay dos opciones: la prevención, a través de las mencionadas medidas, hasta que lleguen las “vacunas salvadoras” o el tratamiento, que se limita a zafar en el domicilio o quedar internado, contribuyendo al reiterado proceso de “saturación del sistema” y exponiéndose a tener un curso de mayor gravedad por el riesgo que implica quedar atrapado en un medio donde circulan las gérmenes más agresivos.

¿Existen opciones alternativas de prevención y tratamiento? Sin duda que las hay.

En nuestro medio, los Dres. Héctor Carvallo, ex director del Hospital de Quilmes y Roberto Hirsch, infectólogo del Hospital Muñiz,  han presentado evidencia científica de las bondades de una droga, la Ivermectina, un antiparasitario de más de 30 años de uso, de probada seguridad y muy bajo costo, del que se demostró un alto grado de eficacia “in vitro” y luego “in vivo” para la prevención y tratamiento del virus SAR COV 2. Estos estudios fueron replicados en distintos países y el análisis estadístico hecho por investigadores independientes ha confirmado los beneficios mencionados. De esta forma, la mencionada droga ya se encuentra incorporada al esquema de prevención y tratamiento en algunas provincias de nuestro país para el personal de salud. (Corrientes, Salta, Tucumán y La Pampa)

Llamativamente, el uso de la Ivermectina  aun no cuenta con el aval para su uso contra el Covid, de parte de entidades como la FDA, la EMA, la OMS o el ANMAT en nuestro medio, justificando esta  decisión ante la falta de “mas evidencia solida” de la que aun se dispone hasta la fecha.

Sin embargo, vale recordar que, TODAS LAS VACUNAS que actualmente se están utilizando, con fines PREVENTIVOS  y con “Autorizaciones de Emergencia” (aun NO aprobadas y por lo tanto SIN patentes),  se encuentran en plena FASE 3 de investigación, con poca información sólida que las avale, simplemente porque sus periodos de investigación aun no han concluido y deberíamos esperar hasta fines del 2022  o 2023 para tener los resultados definitivos de esta fase, luego de la cual se debería avanzar hacia la Fase 4 o de uso amplio en la comunidad, teniendo en cuenta las indicaciones y contraindicaciones surgidas de la información obtenida durante la Fase 3.

Imponer más de lo mismo, solo pone de manifiesto una marcada ceguera intelectual que nos lleva a repetir y acentuar los “efectos colaterales” ya instalados, augurando “secuelas” para nuestro país, que serán de muy difícil recuperación.

(*) Médico cardiólogo, docente universitario, ex presidente del Distrito Conurbano Norte de la Sociedad Argentina de Cardiología, responsable de Arritmias y Marcapasos del hospital Bernardo A. Houssay (retirado), cardiólogo  del Hospital Británico, vecino de Pilar.

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