Columnistas

«Sin embargo, se mueve»

Por Gastón Bivort (*)

En el año 1609, el científico italiano Galileo Galilei presentó en sociedad el telescopio, un novedoso artilugio que le permitió corroborar la teoría ya esbozada años atrás por Nicolás Copérnico acerca de que el sol, y no la tierra que orbitaba a su alrededor, era el centro del universo. Sin embargo, y a pesar de que la ciencia lo probaba en forma contundente, la Iglesia Católica, aferrándose a ese pasaje bíblico que señala que “Dios fijó a la tierra para que no se mueva por toda la eternidad” cuestionó la tesis heliocéntrica. Esa postura dogmática que hacía incompatible la convivencia entre la ciencia y la fe provocó que Galileo Galilei fuera acusado de hereje y llevado ante el Tribunal de la Inquisición. Para evitar la pena capital, Galileo debió retractarse ante los cardenales abjurando de su teoría. No obstante, según cuenta la tradición, el propio Galileo, luego de abjurar, dijo en voz casi imperceptible su famosa frase “sin embargo, se mueve”.

Por estos días, la Argentina está viviendo una situación similar. En la causa Vialidad, el fiscal Diego Luciani, cual un Galilei de estos tiempos, ha presentado una cantidad enorme e irrefutable de pruebas que evidencian la sociedad entre la familia Kirchner y su testaferro Lázaro Baez para direccionar la obra pública en su favor.

Cantidad de WhatsApp que triangularon entre José López, el hombre de los bolsos (asusta mucho más este que el “hombre de la bolsa” con el que nos amenazaban nuestros padres cuando éramos chicos), Máximo Kirchner, a cargo de los negocios de su padre tras su muerte, y allegados a la propia “señora” (así la nombran en los mensajes) no dejan lugar a dudas. En todos ellos se habla de números, de licitaciones arregladas y de fechas en las que Vialidad tenía que poner la plata para las empresas de Báez, que en muchos casos no iniciaban o no concluían las obras.

Eso sí, a través de los pagos que hacían estas empresas en concepto de hospedaje de empleados “fantasmas” en sus hoteles, la familia Kirchner cobraba en “blanco” la plata negra de la corrupción. Como se prueba también en la causa de los “cuadernos”, similar “modus operandi” se utilizó con otros empresarios a quienes se les concedió la realización de obra pública a cambio de retornos no tan “prolijos”: léase bolsos y valijas con dinero en efectivo. Durante estos años el país fue literalmente saqueado por los Kirchner y sus cómplices.

A pesar de la contundencia de las evidencias, el “geocentrismo” y/o “terraplanismo” K sigue sosteniendo la insólita teoría del lawfare, según la cual la persecución a Cristina se enmarca en el hostigamiento a líderes “nacionales y populares” promovido por la justicia en consonancia con la “derecha” y los factores de poder locales e internacionales.

También el dogmatismo K comenzó a presentar el avance en las causas contra Cristina como un intento de “proscripción” ante una posible candidatura presidencial en 2023. Las valuaciones de sus propiedades y los millones de dólares en sus cajas de seguridad no son prueba suficiente: para los fieles kirchneristas la fe es incompatible con la ciencia jurídica.

Tampoco son prueba suficiente la ropa, las carteras y los celulares de primeras marcas ni sus ingresos mensuales que superan largamente los 3 millones de pesos. A los fieles K no les entra una bala: para ellos la “jefa” se merece todo eso y mucho más por los servicios que le prestó y le presta al pueblo y a la patria.

Por supuesto que también están aquellos que vieron lo mismo que Galilei, pero les conviene dar muestras de fe para conservar su cuota de poder. El jefe de gabinete Juan Manzur sostuvo que “cree en la inocencia de Cristina”. Como decíamos recién, se trata de una cuestión de fe.

Martín Soria, el ministro de justicia, siempre tan “respetuoso” de la independencia del poder judicial como su cargo lo requiere, aseguró que “cada funcionario judicial que interviene en la persecución contra Cristina Kirchner entraba a escondidas en el despacho de Macri en la casa rosada”. El inefable Kicillof, niño mimado de la señora, abonó la teoría del lawfare y de la persecución. Los pibes para la revolución de la Cámpora fueron menos sutiles al vociferar que “si la tocan a Cristina que quilombo se va a armar”.

Dejemos un espacio también para nuestros terraplanistas vernáculos, el intendente De Achával y su jefe de gabinete Santiago Laurent. En su cuenta de Twitter De Achával expresó: “Mi total apoyo a CFK. Es muy clara la persecución a quien siempre defendió y sigue defendiendo los intereses del pueblo. Estamos con vos. Todos con Cristina”. Laurent, para no ser menos que su jefe, tuiteó: “Persiguen a Cristina por enfrentar al poder y defender siempre los intereses del pueblo argentino”. No sorprenden los dichos de estos dos funcionarios que en nombre del pueblo utilizan la franquicia peronista/kirchnerista para servirse del poder y no para servir desde el poder.

La celebración por parte del peronismo de la asunción de Sergio Massa como ministro de economía, es otra muestra cabal del terraplanismo peronista. Un poco de humo por acá, otro poco de humo por allá, más el voluntarismo de un gran simulador que sin ser economista y sin un plan consistente, tomó las riendas de una economía exhausta para apostar a un golpe de suerte que lo deposite como candidato en 2023. Eso sí, en nombre del pueblo.

En nombre del pueblo y con la bendición de Cristina se viene el aumento de tarifas y el ajuste fiscal que fuera intolerable cuando en 2018 provino de la recalcitrante y antipopular derecha macrista. El dogma de fe peronista señala que si el ajuste lo hace la oposición hay que fogonear los saqueos; si lo hacemos nosotros, los nacionales y populares, es para el bien del pueblo.

No vamos a devaluar declama el peronismo y levantan la bandera de un dólar a 130 pesos que no se consigue en ningún lado. Mientras tanto recordemos que cuando Alberto Fernández ganó las PASO en agosto de 2019, el dólar valía $45 y hoy vale casi $300: en poco más de dos años nuestra moneda se devaluó un 500%. ¿La culpa? La pandemia, la guerra, y por supuesto Macri.

La ciencia económica dice que para que haya equilibrio fiscal no se puede gastar más de lo que ingresa y que si se emite sin respaldo se deprecia la moneda. El dogmatismo kirchnerista no cree en la ciencia, pero apuesta a la fe populista. Los resultados están a la vista.

Los abogados de Cristina Kirchner acaban de presentar un pedido de recusación para el fiscal Luciani con el fin de apartarlo de la causa judicial, argumentando que jugaba partidos de fútbol en la quinta de Macri. Esperemos que ningún juez geocentrista y/o terraplanista obligue a Luciani a abjurar.

A esta altura ya todos sabemos que “sin embargo se mueve”…

 

(*) Profesor de Historia, Magister en dirección de instituciones educativas, Universidad Austral, vecino de Pilar

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