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Últimas imágenes del naufragio, del relato kirchnerista al relato de un náufrago

Por Gastón Bivort (*)

Que la Argentina está hecha “pelota” todos lo saben. Y no se trata de una metáfora futbolera que alude al fervor popular que despierta la selección nacional de cara al mundial. Como dirían los jóvenes, esta frase es “literal”. El gobierno frentetodista encabezado por la trilogía Fernández-Fernández-Massa destruyó prácticamente todo y va a dejar tierra arrasada como legado.

El operativo “llegar como sea” parece estar dando sus frutos. El razonamiento de Alberto y de los cráneos que lo acompañan supone que, si a esta altura de los acontecimientos no hubo estallido social, tampoco ocurrirá después, ya que el mundial, las fiestas, las vacaciones y el calendario electoral obrarán como distractores. El inminente inicio de la copa del mundo es el primer eslabón de esa cadena “salvadora” a la que se aferra el gobierno.

En el contexto socioeconómico actual, pensar que la ciudadanía va a comprar espejitos de colores, es por lo menos, un insulto a la inteligencia. Creer que un hipotético triunfo mundialista servirá para que la gente común se olvide de sus penurias, supone un colosal desconocimiento de la realidad por parte de un gobierno que, a poco más de un año de terminar su mandato, ya se inscribe entre los peores de nuestra historia nacional.

No va a ser la primera ni la última vez que un gobierno pretenda utilizar el fútbol para adormecer conciencias, se trata de un viejo truco usado por las dictaduras y los gobiernos populistas cuyo resultado fue opacado rápidamente por la realidad. El mundial de 1978 realizado en nuestro país es quizás el mejor ejemplo de que la alegría que puede deparar un éxito deportivo es solo pasajera. Un árbol nunca puede tapar el bosque.

Asegurar que el plan de Alberto va a dar resultado, es hacer futurología. No sabemos si finalmente el presidente podrá llegar a la otra orilla y terminar su mandato. Las balas del “fuego amigo” pican cada vez más cerca y el proceso inflacionario no cesa de espiralizarse demoliendo los salarios.

Por ahora, el barco con todos nosotros a bordo, exceptuando a los miles que ya decidieron abandonarlo, va llegando a puerto. No lo hace traccionado por un suave viento de cola, lo hace debatiéndose en el medio de una tormenta que va tornándose cada vez más peligrosa.

Hace 30 años atrás, Eliseo Subiela estrenó una película que hablaba metafóricamente del hundimiento de la sociedad argentina en plena crisis hiperinflacionaria. Su título, “Últimas imágenes del naufragio”, podría ser también un buen título para la coyuntura actual.

Las últimas imágenes del naufragio nos muestran un presidente que cree posible aspirar a la reelección cuando su imagen se deteriora día a día sin encontrar un piso.

Nos muestran el patetismo de un presidente que discute de igual a igual con un integrante de un reality show.

Nos muestran un presidente que se ofende cuando cuestionan su integridad, olvidando, entre otras cosas, la indecencia de las fiestas en Olivos y los vacunatorios VIP.

Nos muestran una vicepresidente que cobra más de 4 millones de pesos, mientras la gran mayoría de los jubilados del país cobran una suma que alcanza al 1 % de esa cifra.

Nos muestran una vicepresidente capaz de hacer cualquier cosa para evitar que la alcance el brazo de la justicia.

Nos muestran un ministro de economía que sin ponerse colorado se autodefine como el “plomero del Titanic”, cuya originalidad radica en la creación de múltiples tipos de cambio.

Nos muestran un gobierno que mandó un presupuesto al Congreso que no ajusta el gasto político, pero que sí ajusta un 15% la educación.

Nos muestran colas y colas de indigentes que se agolpan en las oficinas de la Anses para obtener un bono de $ 45000 a pagar en dos cuotas.

Nos muestran la ironía que supone la implementación de planes para comprar celulares y televisores en múltiples cuotas cuando la mayoría de la gente no llega a fin de mes.

Nos muestran a Máximo Kirchner dando cátedra cual estadista, desde una autoridad no conferida por su formación intelectual.

Nos muestran a los ministros huyendo uno a uno para no quedar pegados al gobierno de Fernández.

Nos muestran a un presidente abrazado a “mapuches” que violan la propiedad privada de los ciudadanos de bien.

Nos muestran a una impresentable vocera presidencial que recurre a los más insólitos argumentos para defender lo indefendible.

Nos muestran a sindicatos que hacen gala del matonismo para obtener subas salariales por medio de la extorsión.

Nos muestran a periodistas rosarinos haciendo notas en la calle con chalecos antibalas.

Nos muestran un país inundado de papeles de $ 1000 cuyo valor se evapora a una velocidad asombrosa.

Nos muestran una pobreza de las más altas de la región equiparable a parámetros africanos.

Estas son las imágenes más recientes de un barco a punto de naufragar; seguramente el lector podrá encontrar otras si se remonta un poco más atrás en el tiempo.

Gabriel García Márquez, en su libro “Relato de un náufrago”, cuenta la historia de un hombre que llegó a tierra firme luego de sufrir múltiples peripecias en el mar. No sabemos si Fernández correrá la misma suerte que el personaje del escritor colombiano; pero de lo que sí estamos seguros es que el relato “nacional y popular” hace tiempo que dejó de ser creíble.

Hoy es apenas el relato de un náufrago que describe las últimas imágenes de su propio naufragio.

 

(*) Profesor de Historia, Magister en dirección de instituciones educativas, Universidad Austral, vecino de Pilar

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