El avance incontenible de las nuevas tecnologías audio visuales, “derraman” hoy como un torrente las características de muchos acontecimientos de orden político y social que acarrean el sufrimiento, la fortuna o el despilfarro ocurrido en lugares remotos, que llegan a nuestro conocimiento casi al instante en que se producen los hechos.
Marcan así el signo distintivo de un planeta “abierto”, que impide mantenerse indiferente frente a acontecimientos con los que no se tiene un contacto cercano que permita digerirlos en su verdadera dimensión.
Los sentimos, señala Zygmunt Bauman, “como verdaderas pesadillas en las que uno sueña que se queda rezagado, pierde el tren o se cae por la ventanilla de un vehículo que va a toda velocidad y no deja de acelerar”.
Algo de eso se está colando en la gestión del gobierno de Javier Milei, que intenta reubicar a nuestro país en el escenario descripto, y ha puesto a parir a quienes no alcanzan a decodificar el ritmo vertiginoso de un político “sui generis” que no utiliza eufemismos para ocultar sus planes de “ir” por la libertad, resucitando sus valores tradicionales.
El programa del Presidente consiste por ahora en disponer medidas progresivas unidas en una suerte de agrupamiento imperfecto, debido a la basura que le dejaron bajo la alfombra sus antecesores, lo que da oportunidad a éstos para señalarlo malévolamente como una persona incapaz de ordenar el escenario nacional de manera armónica.
Son los mismos que armaron el entramado del “voulez vous” preexistente, organizando a través del tiempo un tinglado de disposiciones administrativas y legales puestas al servicio de sus intereses, ignorando olímpicamente las consecuencias ruinosas que fueron generando con ellas al hombre del común y construyendo la plataforma de una elite poderosa que creó angustia en el seno de una sociedad condenada a vivir sin alternativas.
Una maquinaria diseñada para aplastar a los ciudadanos mediante un sistema donde reinó una flagrante impunidad, con la que se trató de justificar falacias respecto de un supuesto “rebote de acontecimientos globales” (sic), para disfrazar las barrabasadas cometidas en el ámbito local.
Con ese argumento, tomaron una serie interminable de medidas restrictivas en relación con nuestras fronteras, sometiéndonos a un cerrado aislamiento internacional, inmiscuyéndose al mismo tiempo en la vida interna de las empresas privadas para intentar controlar su funcionamiento, acusando a muchas de ellas de “posición dominante” y/o “ganancias exorbitantes”.
No es posible saber todavía a qué extremos de obstrucción puede llegar la maquinaria opositora que aún subsiste e intenta sostener este patrullaje intelectual, alimentada por una tropa de ignorantes y desclasados cuyo único fin consistió en mantenernos inmersos en una esclavitud conceptual.
Con eso está lidiando el gobierno, buscando alternativas para desarmar un escenario donde campeó durante años un detestable nacionalismo populista, y permite identificar a Milei como un instrumento de apertura cultural, que trata de promover el renacimiento de un país que fue puesto de rodillas por una banda de dirigentes trasnochados.
A buen entendedor, pocas palabras.
(*) Escribano, escritor, publica en Tribuna de Periodistas