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Masacre de Fátima: ¿un pilarense colocó y detonó el explosivo?

Este domingo se cumplen 47 años de aquel cruento episodio que espantó a los pilarenses y a los ciudadanos de todo el país por la ferocidad evidenciada por sus autores contra unos 30 militantes en el km 62 de la ruta 8.

Oficialmente lo que se sabe es que la madrugada del 20 de agosto de 1976, Grupos de Tareas del Ejército y la Policía Federal salieron de la Superintendencia de Seguridad de Coordinación Federal en varios móviles que custodiaban un camión frigorífico.

Ya en las cercanías de Fátima, por alguna razón que se desconoce, salvo porque se trataba de un descampado con pocos o ningún habitante en las cercanías -había un taller mecánico que no abría sus puertas hasta las 9 de la mañana-, los uniformados detuvieron la marcha del convoy comenzaron a desalojar el camión de su desdichada carga.

Uno a uno, los que podían bajar por sus propios medios, a los empujones y apremiados por sus captores, saltaban a lo que sabían sería su muerte, mientras los cuerpos de los ya fallecidos (desangrados, colgados por el cuello en los ganchos del camión, o por las torturas recibidas), se iban amontonando a la buena de Dios en la tierra del camino.

Entre ellos se encontraban Inés Nocetti, Roberto Héctor Olivestre, Ramón Lorenzo Velez, Enrique Jorge Aggio, Ángel Osvaldo Leiva, María Rosa Lincon, Alberto Evaristo Comas, Oscar Eladio Ledesma Medina, Conrado Alzogaray, Jorge Daniel Argente, Carlos Raúl Pargas, Ricardo José Herrera, José Daniel Bronzel, Cecilia Podolsky de Bronzel, Susana E. Pedrini de Bronzel, Haydée Cirullo de Carnaghi, Carmen María Carnaghi, Juan Carlos Pasquarosa, José Jacinto Pasquarosa, Ernesto María Saravia Acuña, Norma Susana Frontini, Selma Julia Ocampo, Horacio O. García Gastelú y Marta Alicia Spagnoli de Vera.

La masacre fue la respuesta policial a los militantes que todavía operaban en la clandestinidad, y en especial, como venganza a los grupos Montoneros que se atribuían el atentado contra la propia Coordinación Federal los primeros días de julio del ´76.

En ese oportunidad, un artefacto explosivo estalló en ese edificio causando el derrumbe del techo del comedor en momentos en que el lugar se hallaba lleno de suboficiales almorzando. Murieron 23 personas, incluyendo una civil que se encontraba de visita, y unas 60 resultaron heridas.​ Cabe consignarse que al comedor no iban en general los altos jefes pues ellos almorzaban en sus despachos o en restaurantes fuera del edificio, mientras siete de los fallecidos no realizaban tareas policiales: el encargado del comedor, el cajero, un mozo, un enfermero, un bombero, un suboficial retirado que repartía pan y la civil Josefina Melucci de Cepeda, de 42 años, casada, tres hijos, que había ido a comer con una amiga que también murió.​

Volviendo a Fátima, desde la jefatura central, se había dispuesto que después de ametrallar a los ocupantes del camión, se detonara un explosivo que llevaron al lugar. Para esa tarea, según habría confesado a sus allegados él mismo años después, designaron a un joven efectivo policial que no dudaba a la hora de acatar las órdenes superiores, aunque fueran contrarias a la más elemental compasión humana.

Ese joven y gallardo uniformado -cuyo nombre nos reservamos porque su participación en la masacre todavía no llegó a los tribunales de justicia-,  es un hombre que posteriormente se destacaría en la vida pública del distrito, convirtiéndose en uno de los vecinos más reconocidos por su comunidad.

Al menos así se desprende a las actuaciones judiciales por las que, en 2008, el Tribunal Oral Federal 5 condenó a prisión perpetua a los ex comisarios Carlos Enrique Gallone y Juan Carlos Lapuyole, y absolvió al comisario Miguel Ángel Trimarchi, y en 2010, la Cámara de Casación ratificó el fallo.

 

 

 

 

 

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