Entrevistas

Otra vida perdida: denuncian a la clínica Fátima por mala praxis (audio)

Katerina Azor tenía apenas 19 años y la vida por delante, no era muy amiga de la gimnasia, prefería leer, quería ingresar a Gendarmería y planeaba casarse con su novio que conocía desde cuarto grado de primaria.

Era flaquita, a veces usaba esmalte negro en las uñas y siempre flequillo, y tenía una vida ordenada y sana, sin cigarrillos, sin alcohol, ni nada. Amaba a su familia, a su novio, a los libros y a los animales. Era, como la define su mamá, «una nena grande».

Pero el 31 de enero de 2021, en la terapia intensiva de la clínica Fátima, en pleno centro de Pilar, su vida se apagó. «Y hasta ahora nadie me dio explicaciones», le dijo su mamá Roxana Dángelo a El 1° de  la Mañana (Cadena 94.5) antes de asegurar que «voy a ir hasta el final porque los responsables tienen que dar la cara». «Le juré a mi hija que iba a haber justicia para ella», agrega.

Sin disimular el dolor, Roxana contó que el vía crucis de Katerina comenzó el 26 de enero de aquel año cuando «después de dar vueltas por varios médicos que no daban con el porqué se le inflamaban los pies, levantaba fiebre y tenía algunos vómitos», llegaron a la clínica Fátima donde la dejaron internada», siempre sin diagnóstico, aunque «incluso le hicieron un test de embarazo».

«Estuvo allí el 26, el 27, hasta que el 28 comenzó con dolores fuertes y el medico la veía cada cinco o seis horas, no le daban bolilla. Ese mismo día me dicen que le iban a meter una camarita al costado del ombligo, operación que duró media hora», siguió antes de relatar que «cuando sale, el médico me dice que tenía líquido detrás del apéndice, que estaba un poco inflamado pero que era algo sin importancia, y que en un rato la pasaban a sala».

«Pero la llevaron a terapia intensiva, y en ese momento mi hija se vino abajo. Al otro día la intubaron, y el 31 de enero mi hija se me fue. La única explicación que nos dio un terapista al que mi hijo le preguntó si habían hecho todo lo posible, que nos dijo ´No sé, yo ahorita llegué. La chica falleció´».

Según Roxana «nadie dio la cara». «Le pedimos explicaciones a los médicos Redolfi y Lafourcade que la atendieron, pero no hubo nada». «Yo me entero, después de 14 meses y por el expediente judicial ya que el papá hizo la denuncia, que a mi hija le practicaron una apendicectomía laparoscópica y dice ´peritonitis´, pero todavía no sé qué pasó con mi hija, porque el fiscal me dijo que en la clínica ´hicieron todo bien´, y cuando le pregunté qué tenía porque en el informe de la autopsia dice ´infección intraabdominal´, el fiscal Camafreitas me contestó ´yo no sé; soy fiscal, no médico´», recordó.

Roxana también negó cualquier contacto con el dueño de la clínica, Emilio Lagreca («sé que es el presidente de la UCR y le pediría que tome gente con capacidad para atender»), el secretario de Salud del municipio («al que le entregué una copia del expediente y me prometió una respuesta en una semana que todavía espero), y el intendente Federico De Achával («al que le mandé varios mensajes que jamás me contestó»).

La mujer consideró la atención médica en Pilar, tanto en el ámbito privado como en el público «horrible, un verdadero desastre, y ahora vienen con cabinas inteligentes», a partir de que «cuando subí mi historia en las redes, mucha gente se comunicó para contarme lo que les pasó a ellos».

Ahora, a Roxana sólo le resta esperar los resultados de la apertura de un expediente en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, y la respuesta a un pedido de audiencia al presidente Fernández para saber cómo sigue con la búsqueda de justicia para su Katerina.

 

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