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En el Día de la Memoria, las contradicciones de De Achával y una breve reseña del suegro que no podía no saber
Conrado Higinio Gómez fue secuestrado por un grupo de tareas de la Armada el 10 de enero de 1977, a las 7 de la mañana, de sus oficinas de la avenida Santa Fe al 1700, de la Capital Federal. Era un profesional exitoso y muy conocido en el foro, casado con Gloria Miranda, y padre de Federico Augusto Gómez Miranda, quien a posteriori se convertiría en el investigador y denunciante de lo ocurrido con Conrado.
Junto con el abogado, los captores se llevaron su auto (un Ford Fairlane 500, modelo ´72), algo así como un millón de dólares y otras monedas, además de un Rolex de oro macizo que guardaba en su caja fuerte, papeles (escrituras de propiedades y campos a su nombre), documentación (de la sociedad que formaba parte, Cerro Largo, propietaria de unas 26 hectáreas en Chacras de Coria, Mendoza, y de los caballos de carrera a los que dedicaba sus mayores esfuerzos), unos 700 libros, el teléfono, máquinas de escribir y sumar, efectos personales, juegos de sábanas y toallas, planchas, y hasta el café, el té y la yerba, según se consigna en el fallo de mayo de 2009 de la Sala II de la Cámara Federal en la causa N° 27.154.
A Gómez le permitieron comunicarse telefónicamente con su familia en tres oportunidades, e incluso pudo enviar una nota a su esposa en la que, entre otras instrucciones, le recomendaba que “no vendas nada, ni caballos ni cualquier otra cosa”.
Y cuando su familia suponía que podrían autorizarlo a abandonar el país, nada volvió a saberse de Conrado Higinio Gómez desde marzo del ´77. Ni de los bienes que conformaban su patrimonio.
En su pronunciamiento de unas 45 fojas, la Cámara refiere minuciosamente las circunstancias que rodearon este secuestro y posterior desaparición, y deja entrever, por los testimonios vertidos, que Gómez, primero, estuvo cautivo en la ESMA –donde fue salvajemente torturado para que firmara y transfiriera sus bienes-, y que, más tarde, fue uno de los desdichados que llevaron en uno de los denominados “vuelos de la muerte”.
Según la justicia, en la ESMA funcionaban tres grupos, cada uno con una tarea diferente. El primero –inteligencia- planificaba los secuestros (los blancos podrían serlo por cuestiones ideológicas o patrimoniales); el segundo –operativo- era el encargado de ejecutar el secuestro; y el tercero -logística- era el designado para reducir y administrar los bienes y propiedades sustraídas.
Para la tortura, no había diferencias; cualquiera de ellos estaba capacitado para aplicarla, según aquellos testimonios.
El grupo de los saqueadores, por su parte, incluso había montado una empresa pantalla (Chrome S.A), en la calle Besares al 2000 (un inmueble robado a un detenido, claro), por donde aparecía con frecuencia Eduardo Enrique Massera, el hijo mayor del Almirante Cero, al que el grupo reportaba directamente.
Ahora bien, la Cámara sostuvo que “se demostró que en el despojo padecido por Conrado Higinio Gómez y por la sociedad Cerro Largo intervinieron falseando sus identidades Juan Carlos Rádice, bajo el nombre de Juan Héctor Ríos; Francis Whamond, como Federico Williams; Alejandro Spinelli, como Felipe Pages; y Hugo Berrone, como Pascual Gómez”.
Tras desapoderar a Gómez de todos y cada uno de sus bienes, el grupo fue por los pura sangre de carrera. Ríos (Rádice, en realidad), se presentó con otros militares en la caballeriza de Paso de los Libres y exhibió una carta del abogado secuestrado para el cuidador, instando a la entrega de los caballos “ya que de esta forma iba a solucionar su problema de detención”.
Así quedaron a favor de Rádice –en el mismo febrero del ´77- los ejemplares Dame Yi, Al Kashabe, Sir Raleigh, Banda Lisa y Súper Macho.
Los tres primeros, a su vez, pasaron a nombre del testaferro Aldo Maver, quien el 26 de octubre del ´77, vendió a Dame Yi a Jorge Domínguez y a Clemente Sañudo Freyre, también abogado. Y como colega de Gómez, no podía desconocer lo que había ocurrido con el dueño real del caballo, ya que, según testimonia el abogado Serra, citado por la Cámara, “cuando me enteré que una yunta de ejemplares de Conrado iban a correr en Palermo, me llamó mucho la atención ya que había desaparecido (…) En definitiva, estaban haciendo correr dos caballos que eran de mi amigo que había desaparecido, y todos los abogados lo sabíamos”.
Pero los años pasaron y lo que siguió es historia conocida. Curiosamente, para la mano de obra hubo alguna sanción; los otros, los que conociendo la operatoria aprovecharon la volada y se hicieron de bienes manchados de sangre y obtenidos a puro dolor, ni siquiera se los hizo, al menos, devolver algo a sus legítimos dueños o a sus herederos en una suerte de simbólica compensación.
Ahora, uno de ellos, el que se quedó con el caballo malhabido, se convirtió en el padre político del intendente de Pilar. Es decir, de Federico de Achával que gobierna Pilar por un espacio que, paradójicamente, hizo de la resistencia del ´70 y del repudio a la dictadura su principalísima bandera.
Resulta llamativo que los cumpas y los organismos de derechos humanos no recuerden estos episodios. Quizás no lo sepan… O quizás lo sepan y no les importa. Como al suegro.
Quién sabe. Quizás sólo se trata de otra de las tantas contradicciones que encontraron campo fértil en nuestra política de todos los días, como la de, por ejemplo, proclamar la defensa de los trabajadores, por un lado, y despedir empleados de sus empresas, por otro.
(A.S.)