Justicia lenta: hace más de un año esperan respuesta por una víctima de presunta mala praxis

Mariela Palavecino tenía 53 años, dos hijas, era asistente terapéutica -trabajaba con ancianos-, y el 22 de julio del año pasado falleció de «muerte súbita». O eso es lo que les dijeron a sus familiares, que desde entonces esperan una respuesta de la justicia que explique qué pasó ese día con la mujer en la Unidad de Diagnóstico Precoz (UPD) de Garín.

Después del trágico episodio, fue su hija mayor, Micaela, de 27 años, la que quedó al cuidado de su hermanita de 11 años y la encargada de buscar respuestas que aporten claridad a lo que ocurrió con su mamá, que aquel día fue a la guardia de la UPD por un dolor de cintura que «siempre le pasaba cuando hacía algún esfuerzo».

La dolencia no alarmó a nadie ya que Mariela (foto) gozaba de una perfecta salud. «No era ni cardíaca, ni diabética ni nada, y después que la atendieron en la sala mandó un whatssapp contando que le habían inyectado un calmante», recordó.

El caso es que según el relato de su hija, Mariela «caminó una media cuadra y se sintió mal; la auxiliaron y cuando llegó una ambulancia ya estaba en el piso, con convulsiones y sin motricidad». La mujer falleció en el mismo centro de donde había salido caminando minutos antes, y comenzó entonces para la familia un proceso que, como mínimo, Micaela calificó de «rarísimo». Ella estaba trabajando cuando le avisaron que su mamá se había descompensado, «pero no me dijeron que ya estaba muerta, así que cuando llegué a la UPD, estaba tranquila, sin pensar en nada malo». «Las puertas estaban cerradas, golpeé y como no me atendieron volví a golpear, y cuando me doy cuenta, tenía cinco policías atrás mío, lo que me llamó la atención pero no les di mayor importancia. Entonces me abre una chica y me dice que me atendería un médico que fue, finalmente, el que me informó lo que había pasado», siguió.

Micaela recordó no sólo el dolor de la pérdida sino la sensación «de estar ante una desconocida. No reconocí a mi mamá de inmediato; estaba hinchada, mojada, y parecía llevar muerta varios días, por lo que tardé en entender lo que pasaba».

Durante la autopsia, que se concretó al día siguiente del deceso, las cosas se pusieron más raras todavía. «De la municipalidad lo llamaron a mi marido para decirle que ya podíamos cremar a mi mamá, lo que a nosotros ni se nos había ocurrido», contó Micaela antes de precisar que en este ofrecimiento «nos dijeron que se hacían cargo del traslado y la cremación».

Idéntica oferta por parte del municipio se produjo «durante el velorio, cuando fueron a la cochería a pedir el cuerpo diciendo que la familia aprobaba la cremación, y siguió en el cementerio, durante su entierro». Por supuesto, a Micaela le pareció que «tenían urgencia de que la cremáramos».

La autopsia, en tanto, consigna que Mariela sufrió «una muerte no traumática», y nada más. «Sabemos que se pidió una pericia toxicológica y no se hizo», agregó Micaela previo a dejar en claro que «en los papeles de la UPD aparece ‘dolor lumbar’, que la medicaron y la mandaron a la casa, y no dice nada de lo que le inyectaron, lo que fue negado por quienes la atendieron».

Si bien se reunieron con la directora del centro asistencial -«según ella fue una muerte súbita»-, nadie, por parte de las autoridades municipales se acercó a la familia. Ni siquiera los concejales del distrito -«Diego Castagnaro prometió que nos iba a llamar pero nada»- tuvieron «aunque sea una palabras de consuelo». Para Micaela, esta actitud se debe a que «a ellos, no les importa nadie».

Ahora, las hijas de Mariela esperan el accionar del doctor Ferreiros, titular de la Fiscalía N° 5 de Escobar, ubicada en la calle Alberdi, al que en diciembre pasado, a través de su abogado, le pidieron la exhumación del cuerpo para otra autopsia, y «seguimos esperando que conteste».

«Apuestan a que pase el tiempo y nos olvidemos», concluyó Micaela.