Provincia
Desde Pensar Pilar: Reflexiones sobre el desarrollo y los servicios de Pilar
Por Fredi Llosa (*)
Dentro de la conformación del espacio ocupado por una comunidad, hay una serie de obras y servicios necesarios para la vida en común, que abarcan distintos aspectos y que en nuestra organización estructural son atendidas en forma pública y privada.
Las comunidades se agrupan en su mayoría en pueblos que pronto se hacen ciudades agrupadas geográficamente en Partidos. Así se fue conformando nuestro Pilar, con 300 años de historia desde aquellas cinco familias fundadoras en el caserío del Pilar Viejo del pago llamado Luján Abajo. El extenso distrito perdió un par de siglos después a Escobar, su otro pueblo importante, pero conservó a Derqui como su otro centro pujante, con villa Rosa, Zelaya, Tortuguitas, Manzanares, Fátima, La Lonja, Lagomarsino y más recientemente se nos incorporó Del Viso.
Otros barrios satélites de éstos fueron agregándose por una intensa migración en las últimas décadas además de la proliferación de countries y barrios cerrados, conformando esta nueva comunidad pilarense.
Así cada una de estas localidades desarrollaron distintas características, y particulares formas de desarrollo desde los años 80 cuando década tras década fueron doblando su población hasta llegar a una densidad actual que ha transformado la escala de la vida y costumbres de sus habitantes y por consecuencia sus necesidades de hábitat urbano.
La cercanía con la ciudad de Buenos Aires quizás atentó en el siglo pasado contra la definición de caracteres distintivos con un suficiente carácter de pertenencia hacia el desarrollo, sumada a la falta de una clase dirigente a la altura de esa explosión demográfica y a una cierta anomia generalizada que han permitido que la atención del desarrollo urbano y de los servicios y obras públicas esenciales, ofrezcan un triste panorama de múltiples carencias.
Podríamos culpar de esto a diversos factores: la corrupción omnipresente, salvo pequeños lapsos, en el planeamiento urbano, en la obra pública y los servicios públicos, que deja una triste y miserable realidad.
Este Pilar que para el citadino migrante parece un paraíso de oportunidades, para quienes conocen de cerca los efectos de la migración de todo nivel social ocurrida, los desespera el entusiasmo que se ve en destruir las posibilidades de reconstruir una comunidad con sentido de pertenencia, de control social, de solidaridad y empatía, y a la vez sufrir gobiernos que con soberbia e ignorancia han actuado como fuerzas de ocupación, arrasando los valores y voluntades de las distintas localidades, e imponiendo proyectos, planes, códigos, planes maestros etc. de oscuras fundamentaciones.
Así vemos el panorama del área del desarrollo urbano, con gran pujanza pero en un total descontrol, mercantilización y desprecio por la misma forma de vida que aparentemente buscan.
Hoy hay una esperanza: se ha realizado el correspondiente censo de la década; nos permitirá saber realmente cuántos y cómo somos. A cuánto alcanza la ínfima cobertura de nuestras redes de servicios públicos, sean estatales o privados, la venalidad del Código de Ordenamiento Urbano, las increíbles dimensiones de zonas absolutamente carenciadas, y quizás las duras cifras nos convencerán de exigir una administración pública, una planificación, una gestión de la cosa pública, ejercida por nuevos y viejos pilarenses de bien con capacitación y con conocimiento de su tierra, sean “ nycs” o migrantes pero que quieran un Pilar mejor para sus hijos, orgullosamente pilarenses.
(*) Arquitecto, titular de Arquinova, empresa dedicada al diseño, proyecto y construcción de casas con 53 años de actividad en el distrito, integrante de Pensar Pilar- para una democracia con valores