Provincia
El lado B de la política: el defraudado del millón, las amenazas, el contador y el intendente digitador de listas
Podría parecer un culebrón mejicano, pero no. Es la historia detrás de lo que se ve de la actividad política y de la cara aparentemente civilizada de quienes la practican. Y es la confirmación de cómo el municipio, a través de Federico De Achával, interviene en las listas para elegir la oposición que más le convenga.
En principio, debemos situarnos en las PASO, antes y después, cuando no pocos se entusiasmaban con la posibilidad de acceder a una banca en el Concejo Deliberante. Y entre estos aparecía, como una notable adquisición de la «nueva política», el presidente del Atlético Pilar, Marcelo «Perucho» Pérez, al que hay que reconocerle, sin dudas, sus esfuerzos por rescatar al club de la debacle en la que lo sumieron personajes vinculados al ex intendente Humberto Zúccaro como, por ejemplo, su hijo mayor, Enrique «Quiquito», que desde la comisión directiva se cansó de utilizar a la institución y, por supuesto, vaciarla (alguna vez, con más tiempo, dedicaremos más espacio a este penoso episodio).
Enviado por la providencia, Pérez apareció y no dudó en poner de su bolsillo para sanear las múltiples deudas que acosaban al Atlético, lo que le significó, con el tiempo y en reconocimiento, su máxima conducción.
El caso es que seducido por los cantos de sirena de los comedidos que nunca faltan, «Perucho» decidió incursionar en política, tal vez en la percepción de que si había podido salvar del remate al Atlético, cómo no podría ejercer sus buenas artes de administrador para el municipio. De hecho, él mismo lo reconoció en mensajes de audio enviados a sus amigos en los que les asegura que «yo no quería hacer política, no entendía un coño, pero me rompieron tanto las pelotas de todos lados: Espert en su momento, aunque después esto se enfrió».
El caso es que Pérez optó por la propuesta de Florencio Randazzo, no sin antes aclararles a los de ese espacio que «yo no iba a poner un solo peso en la política. Si la tengo la pongo en el club, no en la política». Y lo aceptaron sin problemas hasta que «se enteraron en el municipio, me llamaron y me dijeron que no iba con Randazzo, que tenía que ir con Sumemos porque ellos estaban financiando esa campaña».
Hay que recordar que Sumemos es el partido vecinal que reconoce al contador Walter Roldán como principal referente, quien recibió a Pérez entre sus huestes con los brazos abiertos, aunque éste no se mostraba muy a gusto con el cambio de equipo ordenado desde el municipio «porque sabía a lo que me enfrentaba» (más abajo trazamos una breve semblanza del ex concejal Roldán).
Ahora bien; resulta curioso que un hombre con los bríos empresarios de «Perucho» acuda raudo a un llamado del municipio y después acepte una propuesta que le incomode. Cualquiera podría acotar aquí un «que se joda», pero como no somos ese cualquiera, seguiremos preguntándonos (e ignorando) los motivos de tamaña decisión.
Más aún cuando parecía conocer muy bien a Roldán, ya que en otro tramo de su catarsis whatsappera Pérez reconoció un enojo del contador «porque le dije que no apareciera en las fotos, ya que todo Pilar me decía eso porque está recontraquemado», al tiempo de deslizar una conclusión más que interesante: «Si no, el candidato era él».
Los viejos dicen que todos los días nace un incauto, y tienen razón. A pesar de las alertas, Pérez confió en Roldán y puso en sus manos un millón de pesos para carteles, folletos y pasacalles («porque si quiero jugar, quiero que me conozcan»), pero pasaron los días y a tres semanas de las PASO, se dio cuenta de que en la calle no había un mísero volante con su cara y su nombre. Preguntó, por supuesto, «y empezaron las vueltas».
Claro que las penurias de «Perucho» en campaña no se agotaron con el millón. «Ducoté me había ofrecido su gente para ayudarnos a fiscalizar, pero Walter dijo que no quería saber nada». En síntesis, «nos jodieron la fiscalización».
También le faltaron boletas, y «aunque desde adentro me dijeron que me iban a apoyar, me faltaron 350 votos». «¿Porqué no los pusieron?», se preguntó en el colmo de la decepción.
Y sobre llovido, mojado. Hasta tuvo que soportar amenazas de muerte contra él y su familia por parte del también por entonces candidato, hoy ya concejal, Juan Martín Tito, molesto porque «Perucho», a su vez, se molestó porque el joven dirigente se había atrevido a ingresar, sin autorización alguna, al colegio del Atlético para hacer campaña. La tensión llegó a tal punto que Pérez radicó una denuncia penal que después abandonó, pero en el medio hasta hubo una convocatoria de Tito a Pérez para que éste se trasladara a Derqui «donde Molina (suponemos que José) le estaba haciendo un trabajito», y donde «seguramente me esperaba con matones». Mientras, y buscando calmar las aguas, aparecía el parrillero del km 50, César Mansilla, «que le manejaba la campaña a Tito y me pidió que no hiciera nada». «Hasta me preguntó cuánta plata quería para levantar la denuncia».
Para Pérez, evidentemente, la campaña no fue fácil. «Me tuve que comer solo todas estas boludeces; nadie me defendió», lamentó antes de agregar, para el final, una perla más al collar de tribulaciones: «Si hasta me apuraron desde el municipio: me dijeron que me iban a volver loco si dejaba que Larreta viniera a la Ciudad Deportiva».
Roldán, el contador
Párrafo aparte merece la figura del contador Walter Roldán, sobre quien se cuentan jugosas anécdotas en su paso por el Concejo Deliberante como presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda.
Según los memoriosos, alguna vez la empresa Lesko (la de las luminarias) debió pasar por el Concejo y proceder a una más que generosa «contribución» para con sus integrantes de ese momento. Se acordó entonces que la «contribución» debía abonarse en un 50 por ciento inmediato y el resto en cuotas. Y con Roldán de interlocutor con la empresa e intermediario con sus pares, llegó la primera mitad convenida, que quedó en manos del contador, tal vez para contarla, mientras sus compañeros de otrora todavía esperan su parte.
También recuerdan otro atractivo «souvenir» por parte de otra empresa, que, esta vez, fue repartido equitativamente entre los integrantes del cuerpo mientras Roldán paseaba por algún destino exótico del planeta. Al respecto, muchos recordarán su foto abrazado a una iguana, disfrutando de sus vacaciones.
Cuando volvió y se enteró del «souvenir», reclamó su parte, pero fue el propio Zúccaro el que ordenó negársela ya que no había participado de las actividades que derivaron en la consecución del «presente».