Provincia
Máximo asume la presidencia de un PJ un tanto devaluado
De no mediar novedades, Máximo Kirchner asumirá como presidente del PJ bonaerense. Habida cuenta de la dificultad para movilizar que ha encontrado el peronismo en los últimos tiempos, la ceremonia será virtual para los congresales que lo deben aprobar y presencial para las autoridades del congreso y la mesa de conducción partidaria.
Así, finalmente Máximo tendrá su juguete, pero está destartalado. Ni el jefe de La Cámpora ni su agrupación tienen injerencia real en el territorio, su poder de fuego electoral es casi nulo y el partido es un cadáver que no consigue ponerse de pie. Apenas se trata de una victoria sobre Axel Kicillof, quien ha resignado toda expectativa ejecutiva para 2023. Pero es más una vendetta de los intendentes hacia el economista neo keynesiano que un triunfo de Máximo.
En su entorno aseguran que el jefe de bloque de Diputados nacionales del Frente de Todos ha sido degradado por su propia madre. Su autonomía es limitada, la bancada no le responde y apenas si formula algunas críticas a la negociación con el FMI, en sintonía con las declaraciones de Cristina.
Si bien mantiene sus alianzas con Martín Insaurralde y Sergio Massa, Máximo se ha convertido en la pata más débil de ese triunvirato. Sistemáticamente pierde aliados políticos, sin conseguir sumar nuevos. Incluso esto se nota en el caso de algunos intendentes relevantes, como por ejemplo el ministro Jorge Ferraresi, quien a pesar de seguir siendo vicepresidente del Instituto Patria se reconoce como formando parte del albertismo más que del cristinismo.
«Quiso manejar todo y no creo que pueda contar mucho de lo que le quedó. Asumirá, haremos la fiesta, pero es lo mismo que no tuviera nada», disparó de la nada un miembro destacado de su entorno.
Un intendente que le respondía y que ahora lo ha abandonado, fue aún más explícito: «Iba a asumir en marzo, no asumió. Iba a jubilarnos a todos, no pasó. Ahora veremos cuál será su nuevo fracaso».
El jefe municipal, que pidió reserva sobre su identidad, ya no elogia su «crecimiento y diálogo». En los últimos dos años, «perdió la frescura y la fuerza cuando nos juntaba y nos hablaba de ganar la provincia y el país».
Paradójicamente, sólo retiene cierto crédito entre sus interlocutores de la oposición en la Cámara de Diputados. «Cada vez que nos dijo blanco fue eso, y cuando era negro, también. Después, como se lleve con los suyos, es otra cosa», deslizó un joven cuadro del radicalismo.
Alberto Fernández escucha sus críticas y amenazas como quien oye llover. No le reconoce poder de fuego. Lo dejará hervir a fuego lento.
Lo mismo pasa con los gobernadores, que han visto deshacerse a La Cámpora en sus provincias. La CGT y los movimientos sociales aún le conceden algún crédito, pero ya no genera temor. Y los intendentes prefieren acordar con él y entregarles su juguetito navideño, a cambio de que contenga la acción esquizoide de su agrupación en sus respectivos distritos.
Néstor Kirchner fue presidente del PJ entre 2008 y 2009, y renunció tras la derrota electoral de ese año. Máximo asume tras una derrota.