Provincia

Napoleón, un largo historial de violencia y descontrol, empezando por el dueño

Emplazado en el km 50, una de las zonas más cotizadas de Pilar, el boliche Napoleón arrastra una larga cadena de hechos violentos, protagonizados tanto por los asistentes (en el interior y a la salida, en la calle) como por el mismo propietario (también dentro y fuera del local).

El crimen de Brian Cuitiño, un joven de 22 años que murió el último domingo después de dos días de agonía producto de una brutal golpiza por parte de una patota, ocurrió a la madrugada del viernes a la salida de Napoleón, pero comenzó en el interior del boliche cuando le robaron el teléfono a una de sus hermanas.

Nada se dice respecto a que si frente a esta situación intervinieron los custodios del lugar o algún responsable, aunque sí se sabe que ya con el ataque consumado, y mientras el chico yacía inconsciente rodeado sólo por sus allegados, el dueño cerró las puertas del local y no hizo siquiera el amague de llamar una ambulancia o un patrullero. Fue el encargado del estacionamiento el autor del llamado al 911, y el DJ, el que anotó la patente del auto en el que se movilizaban los agresores mientras esperaba el colectivo para volver a su casa.

Estos detalles fueron reconocidos por el mismo boliche a través de un comunicado difundido el lunes, en simultáneo con la clausura, en el que se aseguró que «se ha prestado absolutamente toda la colaboración desde el primer momento (incluso mucho antes de conocer la gravedad de las lesiones sufridas por Brian)», y, en lo que parece una clara lavada de manos, se advirtió que «el local ya se encontraba cerrado» cuando se produjo «el brutal e injustificado ataque».

Asimismo se destacó que «en Napoleón todos somos padres, hijos, hermanos, y exclusivamente por ese mandato moral prestamos absoluta colaboración sin haber recibido petición u orden judicial».

Para lo que no hubo comunicado fue en otro incidente registrado hace unos diez días, cuando a Jonatan Rodríguez le abrieron la cabeza con una piedra y terminó con 25 puntos de sutura. Fue el jueves 6, también a la salida del local, lo mismo que en noviembre pasado, cuando dos jóvenes fueron baleados tras una pelea entre dos bandos.

Pero no fueron sólo estos dos los heridos por arma de fuego en Napoleón. En junio de 2016 el propietario del lugar fue detenido por unas horas después de disparar al piso para, al parecer, disolver un tumulto, y lastimar en la pierna a un joven de Del Viso.

El dueño

A Claudio Néstor Parmesano le encanta que lo conozcan como «el rey de la noche», y algo de eso hay que reconocerle. Supo abrir una media docena de locales en Pilar:  30 y Monedas, Las Preciosas ( clausurado), Vampiro (desaparecido), Troya, Horizonte (un bar) y la joya de su corona, Napoleón, que nació en el corredor nocturno de la ruta 8 hasta su actual emplazamiento en Las Magnolias.

Tributa Ganancias y aporta a la caja de Autónomos, y entre las actividades que se encuentra inscripto figuran «servicios de expendio de comidas y bebidas, servicios de alojamiento, servicios de asesoramiento, dirección y gestión empresarial, servicios profesionales, científicos y técnicos, y servicios inmobiliarios realizados a cambio de una retribución o contrata».

Los que lo conocen lo pintan como un hombre un tanto irascible, de carácter explosivo, poderoso -muy- y peligroso, aunque habrá que ver cuánto es verdad y cuánto es leyenda. De él se cuentan varias anécdotas, y todas tienen un denominador común: la violencia y sus contactos al más alto nivel, claro. Dicen que hasta Humberto Zúccaro debió bajar el copete en un conflicto con Parmesano: el detonante habría sido, al parecer, cuando al hijo del ex intendente se le ocurrió abrir un boliche en el corredor nocturno y competir con el mismo «rey» por la noche de Pilar. Dicen que éste se enfureció tanto, que a Zúccaro no le habría quedado otra que mandar de viaje a su vástago, al menos hasta que las cosas se enfríen.

De lo que no hay dudas, es de que Parmesano tiene pocas pulgas, y que cuando se enfurece, más vale no estar cerca. Porque al episodio de los tiros dentro de su propio local, hay que sumar los testimonios de quienes trabajaron para él, tanto en los boliches, como DJs, o en su radio (también es titular de una FM), como operadores.

En ese sentido, no son pocos los que recuerdan el caso de un DJ que venía de General Rodríguez, al que mandó moler a palos porque no le gustaba la música que elegía cada noche. Por suerte, el aludido fue advertido a tiempo y pudo escapar. No volvió a pisar Pilar. A otro, siempre según los testigos, «lo lastimó feo» al culparlo de quemarle un equipo de música, y a un tercero, lo intimó de un modo no muy cordial: «O cambiás la música, o te rompo la cabeza con la culata del arma». A un barman, en tanto, le revoleó por la cabeza una botella, disconforme con los tragos que preparaba.

De los arrebatos homéricos de Parmesano no se habría salvado ni su propio hijo, al que, aseguran los testimonios, alguna vez mandó al hospital muy maltrecho.

Claro es que un hombre de estas características, al que se le teme más de lo que se le respeta, también tiene enemigos. En 2018, Napoleón sufrió un atentado con una bomba molotov casera que se estrelló contra el frente del local y aunque no llegó a explotar, alcanzó para romper algunos vidrios.

Pero, al parecer, los enemigos lo tienen sin cuidado, ya que además de su particular manera de resolver conflictos domésticos o de los otros, arma en mano, párrafo aparte merecen los aceitados contactos que supo cultivar entre políticos locales y jefes de calle varios, para no hablar de no pocos comisarios a los que se supo ver disfrutando de la noche pilarense en algunos de sus locales, relaciones que mantiene desde que abrió su primer agencia de remises, que es como comenzó a hacerse conocido. En realidad, abrió varias, y quizás la más conocida fue la del centro de Pilar, al frente de la plaza 12 de Octubre, en la planta baja de una galería hoy cerrada.

Y son precisamente esos contactos los que le aseguran cierta tranquilidad a la hora de trabajar, amén de un grupo de fornidos muchachos que le son incondicionales. Nadie se atreve a cuestionarlo en sus transgresiones como, por ejemplo, que durante la pandemia, cuando se autorizó la reapertura de los boliches, haya sido clausurado en más de una oportunidad por no respetar ni aforos ni distanciamientos, clausuras que duraron lo que un suspiro.

Ni que en marzo de 2011 haya envenenado el aire a los vecinos de Las Margaritas quemando basura de sus boliches a cielo abierto, en especial de Troya. Aquí tampoco sufrió sanción alguna.

La tolerancia de las autoridades para con Parmesano ya es proverbial. Será que sienten por él un profundo afecto, más que el que sienten por sus propias familias. Ahora, con un crimen de por medio, habrá que ver cómo se comportan con un hombre que se siente, de verdad, un «rey».

 

 

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