Provincia

Con Máximo como escudo, los intendentes van por más lugares en el gobierno provincial

Un alcalde de la Tercera desembarcaría en un área estratégica de Infraestructura, y se negocia un lugar para otro de la Primera. La sociedad con el líder de La Cámpora, que se enojó por el diagnóstico de la derrota que se hizo en la provincia, les da envión para ir por más despachos. Arribos inminentes y modificaciones tras las elecciones de las que ya se habla.

En la primera fila del Teatro Metro de La Plata, los ministros provinciales observaron cómo prestaban juramento sus nuevos compañeros Martín Insaurralde, Leonardo Nardini y Cristina Alvarez Rodríguez. También cómo tomaban nuevas responsabilidades, de menor rango a las que tenían, Carlos Bianco y Agustín Simone, los dos más aplaudidos por la banda de funcionarios kicillofistas que copó gradas y las últimas hileras de un recinto sin aforo.

En la segunda línea de butacas se ubicó una cofradía de dirigentes nacionales de alto rango, y detrás de ellos intendentes de peso completo en la territorialidad del Conurbano. En otras circunstancias, la presencia de Máximo Kirchner, Sergio Massa, Eduardo “Wado” De Pedro, Juan Zabaleta, Gabriel Katopodis y Jorge Ferraresi hubiera sido leída como un apoyo incondicional al gobierno de Axel Kicillof y un rotundo gesto de unidad. Sin embargo, en las circunstancias en las que se dieron los cambios, la presencia de la sociedad política que sostiene al Frente de Todos bonaerense terminó de confirmar tácita, pero brutalmente, la idea de intervención política que sufrió el Gobernador. “Intervención” fue una de las palabras más escuchadas en los contertulios previos a la asunción, que para colmo se demoró más de una hora respecto al horario previsto.

Cuando se paró frente al auditorio, Kicillof debió mirar de frente y a los ojos a quienes fueron los principales responsables de haberle torcido el brazo en la intención de conservar intacto su primer anillo de confianza. Ceder la Jefatura de Gabinete y desplazar a Carli Bianco de ese despacho es algo que el gobernador aún no puede digerir. Es difícil asimilar el golpe y más difícil fue comprobar que su mentora y protectora, en esta, lo dejó al descubierto y sin paraguas. En la guerra fría entre Máximo y Axel, Cristina siempre había equilibrado y hasta hubo circunstancias en las que se inclinó por su exministro antes que por su hijo. Pero ahora, mostró también su enojo y desequilibró en favor del diputado nacional.

Los cambios no terminan en las tres áreas que tienen nuevos jefes desde este martes y difícilmente Kicillof pueda resistir, como pasó con Alberto Fernández en Nación, la exigencia de mover más piezas. Tratará de sostener a quienes forman su mesa chica, pero el antecedente de Bianco ya no deja a nadie tranquilo en el círculo íntimo del Gobernador. Los intendentes, en sintonía con La Cámpora, avanzarán sobre otras áreas del Ejecutivo. Algunas de esos desembarcos son inminentes, otros quedarán para más adelante. También hay socios, como Massa, que todavía no consiguieron el lugarcito para su espacio.

Lo inminente, y que ese negocia por estas horas, es que un jefe comunal de un distrito chico de la Tercera sección quedaría al frente de la Dirección de Vialidad (podría ser Hernán Y Zurieta, de Punta Indio), y que otro alcalde, en este caso de la Primera, desembarcaría en otra área gubernamental con caja ¿Un nuevo ministerio de Turismo? A lo mejor. Conjuntamente con la llegada de Insaurralde y Nardini los intendentes acordaron que se creará el ministerio de Ambiente, y que en ese lugar desembarcará una dirigente de La Cámpora.

Para después, es decir una vez que pasen las elecciones de noviembre y quizá el recambio legislativo, quedan pendientes más variantes. La Directora General de Cultura y Educación, Agustina Vila, nunca pudo salir del foco de la tormenta en el reclamo de los jefes comunales y de la organización kirchnerista. Kicillof pudo conservarla en el cargo, pero fuentes de La Cámpora y de los alcaldes coinciden en que indefectiblemente entrará en la próxima tanda de renovación del equipo de gobierno provincial. Sostienen que haberla cambiado ahora hubiera significado demasiado de un solo golpe.

Los intendentes, exultantes en la asunción de Insaurralde y Nardini, encontraron en Máximo un escudo que ahora parece cubrirle mucho más las espaldas en su avanzada. Es que el líder de La Cámpora incrementó exponencialmente su influencia sobre el Ejecutivo provincial. Y un poco el responsable de su propia desgracia es Kicillof por su mal diagnóstico de la derrota electoral.

Antes de la reunión con los popes distritales de la Tercera, el miércoles de la semana pasada, Máximo Kirchner ya había estallado de bronca. No solo se enfureció porque lo hicieron participar el día de la elección de un festejo anticipado, y luego ridiculizado por la oposición y los medios, cuando en el oficialismo la mayoría se comió la curva de los horrendamente fallidos boca de urna. El enojo de Máximo se potenció cuando recibió algunos llamados desde La Plata alertándolo del diagnóstico a que se hacía en la Gobernación de la derrota.

Kicillof y su equipo evaluaron que prácticamente no había responsabilidad de la gestión bonaerense en el fracaso de las Primarias. Para Máximo, La Cámpora, Massa y los jefes comunales del PJ, culpar solo a la política económica del gobierno nacional y a los estragos que la inflación hace en los bolsillos de los votantes del FdT es un garrafal error de percepción sobre todas las causas que llevaron al traspié. Máximo se lo comunicó a la vicepresidenta, por entonces demasiado ocupada en la resolución del conflicto con Alberto Fernández, quien también amagó sostener lo propio y negociar lo ajeno.

Quedó entonces la resolución bonaerense en manos del jefe de bloque de los diputados nacionales del Frente de Todos. La voz de Máximo en las negociaciones con Kicillof fueron Insaurralde, Nardini y Gustavo Menéndez (intendente de Merlo) y siempre supo Sergio Massa por el camino que transitaban esas charlas. Si Kicillof miraba a su alrededor no había nada de dónde agarrarse para sostener su resistencia, al menos para conservar a los “intocables” como Bianco en sus lugares. Se jugó una ficha a todo nada con Cristina.

Como ya es conocido, la visita fugaz del gobernador a El Calafate fue infructuosa. Cristina también le hizo saber de su enojo por la derrota, por lo que le contaban su hijo y los intendentes (Insaurralde tiene diálogo fluido con ella) acerca de la forma de conducir el gobierno, y le puso la firma a la sentencia que ya había determinado la política bonaerense.

En el entorno de Axel dicen ahora que los intendentes ya no tienen más excusas, que se terminó la lapidación desde afuera porque ahora son parte, y que una confirmación de la derrota en noviembre los hace partícipes necesarios. Los jefes comunales y La Cámpora no se detienen en esas cuitas internas. Están en otra etapa de la batalla. Van por más trincheras. Algunas ya tienen aseguradas, otras empiezan a ser objetivos concretos.
 

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