Columnistas

La noluntad nacional

Por Gastón Bivort (*)

La disertación del Dr. Abel Posse, organizada por “Pensar Pilar”, fue un verdadero soplo de aire fresco para una semana cargada de mediocridad y chabacanería. El intendente, cual émulo de un emperador romano y subestimando la inteligencia de los pilarenses, utilizó las dos grandes herramientas de control social que tan bien manejan los gobiernos populistas: espectáculos grandilocuentes y alimentos gratuitos, es decir, pan y circo. La omnipresencia de de Achával, apareciendo en los escenarios, opacó a la mismísima Virgen del Pilar. El derroche de dinero en un municipio donde falta todo, fue casi pornográfico.

En su momento Jorge Luis Borges había definido magistralmente la extraña identidad peronista que abrazan algunos hombres de escasa raigambre popular, como es el caso de nuestro intendente: “Un peronista -aseguró Borges- es una persona que se disfraza de peronista para sacar ventaja”.

En la conferencia de Villa Marista no hubo shows, ni fuegos artificiales ni choris; “solo” estuvo un hombre con una enorme trayectoria en el campo de la literatura, la diplomacia y la educación, miembro de número de las Academias Argentinas de Letras y de Educación. Decenas de personas que valoraron su trayectoria, rigurosidad y calidad académica lo escucharon con fruición. La enorme preocupación por un país decadente, que duele cada vez más, las llevó a buscar un horizonte de esperanza en esa noche de viernes.

Fueron muchos los conceptos vertidos por el Dr. Posse, pero hay uno que me llamó especialmente la atención: la idea de que los argentinos estamos atrapados en la noluntad, una palabra (aceptada por la RAE) que hasta ese día desconocía. El acto de no querer, tal es el significado de noluntad, explica por qué no podemos salir de la trampa en la que nos encontramos.

En su texto titulado “La noluntad nacional”, escrito hace más de cien años, el escritor y filósofo español Miguel de Unamuno utilizó este concepto para criticar la comodidad de los españoles frente a la situación que vivían por aquel entonces: “Oigo decir que el país despierta, pero lo que yo veo es que a nadie le importa nada de nada. Con dejarle a cada cual echar su partidita o lo que sea y engullir su puchero, que no le den quebraderos de cabeza «¡Déjeme usted en paz, hombre!» Y en paz estamos. ¡Y tan en paz! A pesar de las apariencias en contrario”.

En su conferencia, el Dr. Posse retomó este concepto de Unamuno, que ya había utilizado en algunos de sus escritos: “Vamos a la deriva, en creciente disolución social y desprestigio internacional. Los vivillos triunfan, la corrupción hace proyectos a largo plazo, aprovechando el continuismo que creen triunfador. La viveza, la hija bastarda de la inteligencia, avanza en todos nuestros espacios. Ahora somos un conglomerado melancólico, triste, como si ya no tuviéramos destino o no creyésemos más en él. Esto es el centro de nuestra parálisis colectiva. Es lo que nos enferma. La falta de fe y de pasión nacional. En realidad, es como si aceptásemos un tácito pacto de resignación. Una parálisis. En vez de voluntad, la noluntad nacional”.

La prédica de Posse, en sintonía con lo esbozado por Unamuno en 1915, es una dramática apelación a la ciudadanía a movilizarse, a no dejarse ganar por la noluntad. Es una invitación a recuperar el país pujante que alguna vez tuvimos y que supo acoger y darles trabajo a millones de inmigrantes. Un país admirado por la calidad de su educación y la cultura de sus habitantes. Un país donde la honestidad, el mérito y la cultura del esfuerzo eran pilares sagrados que garantizaban el progreso.

Cuando los asistentes a la charla le preguntaron a Posse como podían contribuir para salir de esta situación que angustia y entristece, él contestó sin dudar: “esto, lo que están haciendo, involucrarse, participar, animarse a pensar en grande como lo hicieron los países que salieron de la 2da guerra”.

El disertante nos convocó a luchar para no dejar el país en manos de los inescrupulosos, los corruptos y los impresentables de siempre. Convocó a construir un país liderado por personas decentes que, aseguró, siguen siendo mayoría en este país. Afirmó que un mal gobierno no debe ser premiado desde la resignación que padecemos. Debemos desplazarlo para renacer desde una decadencia ya intolerable para la idiosincrasia del pueblo pujante que somos. La otra opción es seguir resignándonos hasta que nuestro país se torne definitivamente invivible.

La noluntad no es la falta de voluntad o la mala voluntad, sino que es un acto decidido de no querer. Es, en este caso, no aportar nada para hacer un país distinto. La noluntad implica la decidida voluntad de no querer algo que, sin embargo, es bueno y representa un bien para el que no lo quiere y para toda la sociedad en la que vive.

Permitimos el éxito de la noluntad cuando nos entregamos a la ley de “yo hago la mía”, cuando eludimos las responsabilidades, cuando no somos capaces de mantener el esfuerzo con la debida constancia, cuando la única guía de la acción es la atención de nuestro metro cuadrado.

Si queremos un futuro digno para nuestros hijos, si queremos un futuro hermoso para nuestro país debemos acabar con la noluntad. Unamuno afirmó: “Dejas que ruede el mundo porque dices que no lo has de arreglar tú”. Es la consumación del acto de no querer. Qué triste. ¿Por qué no nos ponemos en el camino del querer esforzado y apasionado para cambiar esta realidad?

Como dijo Abel Posse, esta Argentina triste, subdesarrollada y auto demolida, no da para más.

 

(*) Profesor de Historia, Magister en dirección de instituciones educativas, Universidad Austral, vecino de Pilar

 

 

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