Emerenciano Senna es un piquetero comunista chaqueño que, con el aval del feudalismo provincial encabezado por Jorge Capitanich, manejó vastos recursos públicos al estilo de Milagro Sala en Jujuy, recursos que incluso le permitieron izar la bandera cubana en un colegio de la provincia, usar la imagen del Che Guevara como escudo de ese establecimiento y adoctrinar en ese caldo de rencor la mente de chicos inocentes (que usan guardapolvos rojos) que fueron formateados quizás para siempre en el resentimiento, el odio y la envidia.
Esa escuela está dentro del marco de las llamadas “escuelas públicas de gestión social”, eufemismo bajo el que se esconde la entrega a este tipo de “organizaciones sociales” la formación del cerebro virgen de jóvenes que, insisto, serán formateados con las ideas de la servidumbre, del atropello autoritario y de la sumisión de una ciudadanía esclava que debe someterse al yugo de una autoridad sin la posibilidad de controvertir ese poder -frente a un tercero imparcial e independiente (la Justicia)- con el ejercicio de ningún derecho.
Ese es el modelo que Emerenciano Senna simboliza en el Chaco y ese es el modelo que el peronismo sigue intentando imponer en el país.
“El tema es que las escuelas de gestión social están cogobernadas por el ministerio y por una asociación civil que tiene su ideología. El ministerio trabaja en forma articulada, no está dentro de la escuela, ni tampoco puede prohibir eso porque además es una cuestión de democracia participativa”, decían en aquellos años desde el ministerio de Educación de la Provincia de Chaco, agregando que inclusive en algunos eventos “cantan la canción al Che”.
Y naturalmente Emerenciano, con esos antecedentes guevaristas, no podía estar involucrado en otra cosa que no fueran crímenes. Y no me refiero a los múltiples que ya cometió y que, con la forma de una galopante corrupción, hicieron que pasara de ser un piquetero cortador de calles a un magnate con campos, hacienda y una fortuna que nadie sabe calcular. En este caso, me refiero a asesinar personas.
La muerte de Cecilia Strzyzowski, simplemente porque a los “papas del nene” no les gustaba, no es otra cosa más que el tipo de “solución” que esta clase de taitas le encuentra a sus problemas.
Parece ser que “el nene”, Cesar Senna, el hijo de Emerenciano y Verónica, conoció a Cecilia por Tinder. Al cabo de tres meses al “Caudillo del Norte”, Cecilia “no le cabía”, entonces mandó a su mujer, Marcela, a hablar “amablemente” con ella para organizar un divorcio. Cecilia iba a ser recompensada económicamente, como hacen siempre los caudillos (del norte o de donde sea) bien al estilo Corleone.
El pequeño inconveniente surgió cuando Cecilia se negó al acuerdo. La solución fue fácil: decidieron matarla. No se sabe dónde aun, pero lo más seguro es que los restos descuartizados de la joven hayan terminado como comida para los chanchos que Emererenciano cría en sus campos.
Ya hubo varios testigos que declararon haber visto llegar allí a Cecilia amordazada y atada.
Por supuesto que esto se da de patadas con el demagógico discurso socialista que enarbola Capitanich en la provincia sobre la igualdad de género, la protección de las mujeres y la terminación de una sociedad machista: es su socio comunista el que mejor encarna aquello que el gobernador denuncia.
Seguramente el “Carnicero de La Cabaña” (el Che), desde el infierno, debe estar aprobando lo actuado porque es el mismo tipo de soluciones que él mismo practicaba cuando alguien “no le cabía”.
Su cara en el escudo de la Escuela Pública de Gestión Social N° 2 del barrio “Emerenciano” en Resistencia Chaco debe estar metafóricamente regocijada, mientras los alumnos de guardapolvos rojos podrían tener una clase práctica, a partir de hoy, sobre cómo resuelven los problemas que no les agradan los líderes comunistas que gestionan su escuela.
No sé si ya han tenido acceso al conocimiento sobre cómo un jerarca comunista, de ser un delincuente callejero, pasa a ser propietario de grandes extensiones de campos, pero si no recibieron esas instrucciones también podrían empezar a recibirlas a partir de ahora.
¿Querían socialismo, muchachos? Pues allí lo tienen, con su característica distintiva siempre al frente: torturar y matar gente. Es lo mismo que se cansó de hacer (con cientos de testigos que lo han contado) Milagro Sala en Jujuy durante años, apañada por Cristina Fernández de Kirchner.
Esa es la principal característica de ese engendro delirante: la soberbia de disponer de la vida (y de paso de la fortuna) de los demás: asesinato y robo, las insignias predominantes del socialismo.
Después de esto que ha pasado, ¿seguirá permitiendo la Argentina que nuestros chicos vistan guardapolvos rojos, rindan culto a la bandera cubana y pleitesía a la imagen del asesino Guevara?
Es algo que los argentinos deben decidir. Naturalmente, en condiciones normales, uno debería concluir que una mayoría aplastante de gente repudiará esto y no permitirá que pase nunca más: que no habrá más banderas cubanas en los colegios, “Emerencianos” en las calles que terminan con barrios con su nombre y fortunas incalculabes, escudos del Che e idolatría del socialismo.
Pero lamentablemente es tan profundo el lavado de cerebro resentido que el socialismo peronista ha llevado adelante todos estos años que esa decisión final queda envuelta en dudas tan grandes como la profundidad del daño perfeccionado en la sociedad por este delirio que lleva ya 80 años de vigencia.
(*) Periodista de actualidad, economía y política. Editorialista. Abogado, profesor de Derecho Constitucional. Escritor