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Alberto está solo y cercado por Cristina

Por Christian Sanz (*)

Alberto Fernándezestá solo, casi. Porque está rodeado por sus hombres más fieles, aquellos entre los que suele consolar sus penas. Pero se siente abandonado a su suerte.

Su alter ego, Santiago Cafiero—acaso el único que está capacitado a hablar en su nombre—, y el canciller Felipe Solá, son los dos con los que más hace catarsis al respecto.

Aparece en la lista también su eventual testaferro, Enrique “Pepe” Albistur, pero no es funcionario… No todavía.

También se yergue la figura del secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia Gustavo Béliz, pero Alberto no confía del todo en él. No al menos en lo que refiere a cuestiones delicadas. A las pujas del poder y las desconfianzas en el ejercicio del mismo.

En la que sí pone toda su confianza es en la secretaria Legal y Técnica Vilma Ibarra, su ex pareja. Detestada por la hoy vicepresidenta luego de que publicara, en 2015, un libro que enfrentaba sus propias contradicciones discursivas. “Cristina versus Cristina”, se llamó la obra. Su nombre lo dice todo.

Como sea, Alberto se siente solo y complicado. La economía no lo acompaña, empezaron a aparecer los primeros actos de corrupción —tibios si se quiere— y comenzó a ser cercado por La Cámpora, que solo responde a la vicepresidenta.

Tampoco los gobernadores peronistas, en los que había empezado a recostarse al principio de su mandato, quieren acompañarlo ahora. Siquiera para la foto. Dicho sea de paso, ¿dónde está el tucumano Juan Manzur?

La discusión por cómo enfrentar la pandemia del coronavirus, cuarentena mediante, fue el primer quiebre entre las distintas corrientes dentro del neo kirchnerismo.

Pero la fricción más fuerte llegó por parte de la liberación de presos. No solo por el motín en la cárcel de Devoto y el petitorio que firmó el gobierno con los reos de esa penitenciaría, sino también —sobre todo— por la avanzada para dejar fuera de prisión a ex funcionarios K que purgaban condenas por corrupción.

Alberto siempre se diferenció del kirchnerismo más duro en torno de ese tópico. Todas las veces que le preguntaron al respecto, dijo que no creía que hubiera “presos políticos en la Argentina.

¿Cómo justificar ahora esa postura, cuando su propio secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, pidió oficialmente que liberen a tipos como Ricardo Jaime, quien admitió haber coimeado —dos veces— ante un fiscal?

Una digresión: pocos saben que Alberto estuvo a punto de echar a Pietragalla, pero Cristina le pidió que no lo hiciera. Ello denota cuán “copado” está por esta.

En charlas reservadas, Felipe Solá le aconseja al presidente hacer lo mismo que hizo Néstor en 2003 respecto de su “padrino” Eduardo Duhalde: armar su propio espacio de poder y distanciarse por completo de su compañera de fórmula. La idea sería competir contra Cristina en las legislativas de 2021.

Alberto teme en la idea de avanzar en ese sentido, básicamente porque Cristina no es Duhalde y 2020 no es 2003. Ni siquiera se le asemeja mínimamente. Tampoco él es Néstor… ni quiere serlo.

Entonces, ¿qué hacer? ¿Esperar a que implosione todo y tolerar los efectos indeseados de las esquirlas o empezar a distanciarse de su compañera aunque más no sea en lo discursivo?

Tarde, pero seguro, el jefe de Estado descubrió la estrategia de Cristina: exponerlo a él, al hacerlo responsable del “trabajo sucio”. Ella casi no aparece. Opera en las sombras y solo se manifiesta por sus redes sociales.

“Tiene el mismo poder que si fuera la presidenta de la Nación, pero sin el desgaste que conlleva la exposición permanente”, dijo a este cronista uno de los colaboradores de la ex presidenta en diciembre pasado. A poco de ganar las elecciones el Frente para la Victoria.

Alberto lo sabe… por eso le preocupa cada paso que da Cristina. Porque lo deja expuesto a él.

Por caso, este martes la vicepresidenta viralizó el video de una conferencia de prensa que brindó Axel Kicillof junto a sus ministros de Justicia, Julio Alak, y de Seguridad, Sergio Berni, donde se puso de manifiesto la deplorable situación de las cárceles bonaerenses.

Lo curioso es que en las imágenes referidas el gobernador de Buenos Aires se manda un fallido digno del análisis de Sigmund Freud: allí, según puede verse a continuación, asegura que el que decide quién debe estar preso o no es el “Poder Ejecutivo”.

Como suelen decir los abogados, “a confesión de parte, relevo de pruebas”. Teléfono para Alberto.

(*) Director del portal Tribuna de Periodistas

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