Columnistas

El amor en los tiempos del coronavirus

Por Tomás Pérez Bodria (*)

Qué notable abismo se abre al convocar el amor según se lo haga en épocas antagónicas. Todos recordamos la invitación que el ex presidente Macri extendió a todos los argentinos para incorporarnos, en formato aproximado a una especie de «poliamor», a la «pasional» relación que él hizo pública con Christine Lagarde, la ex directora del FMI.  Se trataba, ciertamente, más que de una invitación a vivir una historia amorosa de carácter colectivo, de una que pretendió complicar a todo el pueblo argentino en la aventura de entrega del patrimonio nacional a la que él, en nombre del poder real que circunstancialmente administraba, había lanzado. En definitiva, a sufrir una especie de «síndrome de Estocolmo» que consistía en generar un sentimiento empático con nuestro verdugo, tratando así de disimular mediante su distribución entre toda la sociedad argentina, la patología cipayezca (1) que él mismo padecía.

Afortunadamente tal propuesta de amor fracasó. Más bien, podría afirmarse que el pueblo argentino, de modo mayoritario, la repudió en el histórica acto eleccionario del 27 de octubre de 2019. Y, de tal modo, quedó expuesto como el cipayo que es, quien lo invitó a vivirla. Por ello que hoy no es el pueblo argentino el que debe cargar con el sayo de haber caído en la trampa de esa tóxica relación que se lo invitó a seguir, sino que el mismo reposa sólo en Macri y sus cómplices. Son ellos los únicos responsables de haber hundido a nuestra patria en una de sus peores postraciones históricas, mediante la adquisición de una deuda odiosa (2), ilegítima e impagable. Son los responsables de sumir en el hambre al 30 por ciento de la población, de generar la desarticulación de las fuerzas productivas, la desocupación, la destrucción del mercado interno y, por supuesto, la grave afectación de nuestros sistemas de educación, de ciencia y técnica y de  salud. Se trató de un período que, habiendo alcanzado su nefasto cenit en aquella fallida invitación amorosa a la sociedad argentina, parodiando al gran Gabo García Márquez, bien cabría identificarlo como el de  «EL amor en los tiempos del neoliberalismo». Período en el que ganaron los fulleros, los especuladores, los fugadores de divisas. Tipos como Luis Caputo (3) que, según Marquitos Peña (4), era el rey de las finanzas que estaba para jugar en la champion league y no en Aldosivi. Pero resultó que fue el capo (mafia) que fugó en menos de 30 días los primeros 15.000 millones de dólares correspondientes al primer tramo del préstamo que, fruto de la relación amorosa Macri-Lagarde, ahora se pretende que pague el pueblo que no sólo la rechazó, sino que la repudió abiertamente. Y fue el mismo período en que perdieron los trabajadores, los comerciantes, los industriales nacionales, las pymes. En general, la Argentina real sumergida en la dependencia neocolonial. Durante su dañina pero, afortunadamente corta irrupción, el Estado fue sustituido en su rol de estructurador del bienestar general por el de garante del saqueo y la entrega. Se le asignó la función de custodio del interés extranjero y los negocios de los amigos y familiares. Y para tal función, entre otras inequidades, se degradó a los ministerios de Ciencia y Técnica, de Trabajo y de Salud al rango de meras secretarías.

Afortunadamente hoy el estado es conducido por un gobierno que, aún con muchas y entendibles falencias, tiene por norte el bienestar del pueblo. Por eso, entre muchos otros aciertos, repuso desde el principio de su gestión los ministerios abolidos por Macri y se echó a trabajar en la reconstrucción de su propia estructura.

Y, como si fuera poca la carga que representa la tarea reconstructiva que debe afrontar tras el tsunami neoliberal transcurrido entre los años 2015 y 2019, debe ahora batirse con denuedo contra un invasor invisible, que jaquea la salud y la vida de los argentinos.

Pero esta vez la invitación no consiste en someter al pueblo a aquella relación de amor sadomasoquista, sino a la que surge entre un estado protector y los miembros de una sociedad que, extrayendo de sí mismos lo mejor de su tradición histórica, se disponen a  enfrentar unidos, codo con codo, solidariamente y retomando ese adagio repotenciado que supo expresar que «la patria es el otro», a un enemigo solapado pero feroz. Invitación que, más allá de ser desoída por algunos de los peores exponentes del tiempo que se fue, ya surte efectos conmovedores. Uno de ellos es el brindado por nuestra querida aerolínea de bandera. Si, la misma a la que los neoliberales y sus voceros, aviesos o ingenuos, denostaron por considerarla deficitaria e ineficiente. En realidad por ser argentina. Y por sus trabajadores. Si, los mismos que durante la noche macrista fueron demonizados por percibir salarios supuestamente exagerados. Hoy, 20 de marzo de 2020, partió el primer vuelo de Aerolíneas Argentinas hacia Europa, comandado por el secretario general de los pilotos (APLA), el querido compañero Pablo Biró, cuyo objetivo es la repatriación de los argentinos varados por efecto de la pandemia en el viejo continente. Los rescata Aerolíneas y sus pilotos. No ninguna empresa privada que posiblemente hayan muchos de ellos utilizado para viajar, porque la preferían. O aún porque, como por desgracia les ocurriera a muchos argentinos, sucumbieron fácilmente a las campañas de denostación de «todo lo nuestro».

He allí la prueba más cabal del antagónico significado que puede encerrar una misma palabra -en este caso la palabra amor-, según se la asinge a una u otra realidad.. Afortunadamente el tiempo que transcurre en nuestro país, merece que traiga nuevamente al gran Gabo García Márquez para rescatar el más valioso significado de la palabra que encierra el título de su famosa obra y, parodiándolo una vez más, pero con mayor entusiasmo, exprese que me alegra mucho estar viviendo, aún con los riesgos que encierra, el tiempo de «El amor en los tiempos del coronavirus».

 

(1) De cipayo, denominación asignada a los indúes que servían al ejército inglés que ocupaba colonialmente a la India.

(2) Deuda odiosa. Así se califica a la deuda contraída en detrimento de la población, para beneficio o preservación del poder de las élites, y con conocimiento de ello por parte de los acreedores.

(3) Luis Caputo, presidente macrista del Banco Central entre enero y junio de 2018.

 

(*) Abogado penalista

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