Columnistas

El Estado Municipal como “testigo”

Por Raúl Oscar Valero (*)

Para que un pueblo (me gusta decirle “pueblo” a Pilar) funcione, más allá de quienes tengan a cargo su administración, la continuidad del trabajo estatal debería ser una labor insoslayable para los que gobiernan. Y creo que es una obligación hacerlo, porque esto no es (o no debería ser) una pelea entre gallinas y bosteros, azules y colorados, o entre blancos y negros. Más allá de los “tiroteos” con balas de fogueo, que estamos acostumbrados a ver cuando uno se va, y otro llega, por lo menos en los trabajos encarados por unos, deberían continuarse con el siguiente, y así con el próximo, y el próximo. Esto me trae a la memoria la competencia “posta de 4 x 100 metros”, de las que fui partícipe en mis años de adolescente, en el Instituto Carlos Pellegrini, representando al Verbo Divino.

Allí arrancaba el primero, que con su “testigo” en la mano, y de la manera más rápida posible y sin errores, debía entregárselo al relevo que cubriría los segundos 100 metros. Éste, con mucho nerviosismo y ansiedad, tomaba el testigo (el primero ya acababa su labor), y corría desesperadamente para llegar al que esperaba para los siguientes 100. Y así hasta cubrir los 400 metros que pedía el desafío.

Estoy convencido que así, y no de otra manera, debería ser el paso de un jefe comunal al siguiente, más allá de la camiseta que cada uno tenga, porque el objetivo es que el “testigo” llegue al final. Si el primero tropezó, o el segundo se distrajo, o el tercero era más lento, no importaba. Sobresalía el espíritu de equipo, de solidaridad, de responsabilidad, para llegar a la meta, que en el caso tratado es nada más ni nada menos que el Distrito de Pilar.

Sin embargo, salvo raras excepciones, en los primeros meses de gestión de cada uno, se gasta mucha “lata”, mucho insulto, mucho ninguneo, sobre el antecesor.

El término de “tierra arrasada” que hemos escuchado desde el 10 de diciembre hasta la fecha, en los tres ámbitos (nacional, provincial y municipal), no se condice con las acciones que se llevaron a cabo. Si verdaderamente la tierra hubiese estado así, como la cuentan, se hubiera dejado para mucho más adelante, por ejemplo, el cambiar la “P” multicolor, por el escudo municipal en toda la cartelería que identifica a los barrios, sin ponerme aquí a hacer disquisiciones sobre uno u otro ícono.

Si la tierra hubiese estado tan arrasada, no se hubiera gastado lo que se gastó en artistas de poca o mediana monta para el festejo de los carnavales, dando muestras una vez más del manido “pan y circo”.

Si así quedó la tierra después de Ducoté, no se hubiera hecho un gasto infame (no me consta, pero así lo publicaron algunos medios y nadie salió a desmentir) en los porta tarjetas Alimentar con un diseño partidario, contrariando la ética y el buen gusto.

Esta actitud la hemos visto en el cambio del último intendente, y está “fresco”, pero sin dudas que los antecesores hicieron lo mismo.

Señores, dejen la cháchara, la ignominia, el “echarle” la culpa al que se fue, pongan manos a la obra, que el “testigo” tiene que llegar sano y salvo a 2023, y porque sobre todas las cosas, ese “testigo” nos tiene que permitir vivir o sobrevivir a todos nosotros, esperando que el próximo relevo no tenga que acusar de abandono o desidia a los que indudablemente quedarán atrás.

(*) Desde el retiro activo

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