Columnistas

El último couplé

Por Carlos Berro Madero (*)

Como Sarita Montiel actuando en un destartalado cabaret de Barcelona en la recordada película del mismo nombre, Cristina Fernández cedió a la presión de un minúsculo grupo de leales que la animaron a reingresar al primer plano de la política “por la puerta grande”.

Al aceptar el convite intentando suplir su falta de sustancia argumental, recibió como respuesta una escasa repercusión luego de su aparición envuelta en tafetas principescas; porque mucha gente comprende que pasó la hora “K” y su influencia ya no alcanza para inspirar el romanticismo de gente que ya no come ni trabaja debido a la herencia de sus gobiernos desastrosos.

Especialmente el último. El del “otro” Fernández, designado a dedo luego de sacarlo del tacho de residuos acumulados durante 20 años de kirchnerismo.

Sería oportuno que alguno de sus fanáticos le sugiera se vista de negro como La Montiel, para poder presentarla recostada en una “chaise longue” -como en el film-, y anunciar con la voz embargada por la emoción que Cristina ha cantado su último couplé.

Esto ocurrirá tarde o temprano, porque sus ácidas críticas al gobierno actual, exaltan la petulancia de quien no tiene un solo lauro mediante el cual glorificarse. Salvo el de haberse enriquecido de manera fenomenal a costa del Estado en tiempo record.

Una historia como la suya suele ser muy taquillera, porque no hay nada que excite más el morbo de la gente que el ascenso y la caída en desgracia de quien sea.

Creemos pues que el intento de “resurrección” está condenado al fracaso, porque se basa en usar un espejo retrovisor que solo refleja el exiguo brillo de sus “éxitos”: 50 millones de pobres, inflación del 1.000 por ciento (al borde de una hiper), una corrupción generalizada en todos los rincones de la administración pública y un Estado gordo, plagado de ñoquis e ineficientes, que llegaron a convertir el hipopótamo estatal preexistente en un elefante.

Es muy probable que cada vez que intente realizar un homenaje a “lo que fue” despierte indiferencia, indignación y algo de perplejidad popular frente a una historia que la condena por cualquier lado que se vea el asunto, convirtiéndola, sin quererlo así, en la mejor aliada de Javier Milei, y probando que su ego supera en mucho a su inteligencia, impidiéndole comprender que carece de herramientas eficaces para lograr oponerse al gobierno actual.

Si algo puede decirse de la ex, es que siempre trató de aturdir y aturdirse con mensajes cargados de una retórica que hoy ha perdido relevancia, merced a las cifras alarmantes de involución de sus gobiernos.

Si estuviéramos en el pellejo del actual Presidente Milei, nos estaríamos restregando las manos con fruición. Y aún más: enviaríamos mensajes a la “abogada exitosa” a través de sus colaboradores, para que siga efectuando apariciones públicas que no hacen más que resaltar que un soldado que se ve obligado a huir, no siempre sirve para librar otra guerra.

Mientras tanto, los millones de argentinos que hemos quedado golpeados por las insensateces que predicó, tendremos que seguir haciendo esfuerzos para salir del pantano heredado.

A buen entendedor, pocas palabras.

 

(*) Escribano, escritor, publica en Tribuna de Periodistas

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