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En busca del voto perdido: ¿Y si los argentinos se cansaron de que los políticos los escuchen tanto?

Por Diego Dillenberger (*)

“Escuchamos”, dijo Alberto Fernández la noche del domingo 12 de septiembre después de la furibunda derrota en las PASO 2021. “Quiero entender por qué la gente no nos votó”, prometió al día siguiente el Presidente frente al micrófono. Se lo notaba bastante abrumado por la paliza electoral.

Pero no es el único político con la escucha atenta. El candidato a diputado Diego Santilli -que ganó la primaria en su espacio político- cada vez que lo invitaban a un set de televisión durante la campaña explicaba que venía de hablar con “Martita, de San Justo” que le había contado de las dificultades que ocasiona en su barrio la grave crisis de inseguridad.

Los políticos nos escuchan

Ese es uno de los legados del manual de campaña de Jaime Durán Barba. El consultor ecuatoriano que asesoraba al expresidente Mauricio Macri sostenía que “la gente se expresa en las redes sociales” y que no quiere escuchar los discursos de los políticos, porque “eso es viejo” y no tiene paciencia. La clave es escuchar al votante. O por lo menos hacer de cuenta que se lo escucha: escenificar la escucha. ¿No nos estarán escuchando demasiado?

Imaginemos por un segundo que estamos en un barco que se hunde. Podría ser una metáfora muy representativa de la decadencia económica argentina. Los pasajeros, desesperados por saber si tienen que subirse a un bote salvavidas, saltar por la borda o, simplemente, ponerse a rezar, miran al capitán. El gordito, uniformado de azul y con su clásica barba blanca, deja el timón, se asoma a la cubierta y les dice a los pasajeros: “quédense tranquilos que ahora los voy a escuchar”.

Si esa escena se parece a la Argentina en su peor crisis económica y social y sus políticos en campaña electoral, no es casualidad. De hecho, los políticos “escuchan” todo el tiempo. No necesitan salir a pararnos en la calle: casi todas las encuestas que se hacen son para ellos. Se invierten millones de dólares por año en encuestas y consultorías de comunicación política. La opinión pública en la Argentina ya está sobrediagnosticada.

Por algo será que la encuesta post-electoral de la consultora Taquión revela que solo el 15 por ciento del electorado sintió que “las propuestas de campaña se hicieron pensando en mí y en mis necesidades”. ¿Para qué tanto escuchar, si después no hay propuestas?

La preocupación número uno, por lejos, en todas las encuestas, es la económica: inflación, desempleo, pobreza. Pero de eso casi no se habla. Al presidente Fernández, sus encuestadores le venían diciendo desde hacía meses que iba a ser difícil ganar las elecciones con expectativas económicas tan negativas.

Todos los encuestadores, de todos los colores políticos, estaban descubriendo que la Argentina es una opinión pública extremadamente pesimista: menos del 20 por ciento considera que la economía estará mejor dentro de un año. El resto cree que estará igual de mal o incluso peor. Para encontrar guarismos más pesimistas, habría que encuestar en Venezuela o Afganistán.

Los votantes venían gritándoles a los políticos desde las encuestas que no tienen esperanzas en ninguno de los dos grandes partidos: ni en el que gobierna ahora, ni en el que gobernó hasta 2019. Era fácil de prever que la asistencia a las urnas iba a ser la más escasa desde el regreso de la democracia. En algunas barriadas del conurbano fue inferior al 60 por ciento.

El rol opositor

Solo en la sofisticada y “opulenta” ciudad de Buenos Aires parte del desencanto con los políticos se canalizó mediante el “voto protesta” antipolítico al iracundo economista liberal Javier Milei. Allí donde no entusiasmó ningún “Milei”, la opción era el voto en blanco o quedarse en casa.

¿Habrá fallado el libreto de Durán Barba de que los políticos ya no tienen que explicar, sino escuchar… o hacer de cuenta que escuchan?

El expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso fue el artífice de la estabilidad económica brasileña en los 90 y hoy sigue siendo considerado una suerte de “prócer” en su país. El sociólogo mundialmente reconocido académicamente sostiene en cada conferencia que dicta que “gobernar es explicar”. El líder centrista supo explicarles a los brasileños que las reformas económicas que le dieron estabilidad económica duradera en los 90 eran necesarias e inevitables y no tenían retorno. Por algo el “trabalhista” Luiz Inacio “Lula” Da Silva no cambió el “modelo” que tan bien explicó Cardoso, y Brasil no se salió de la senda de la estabilidad de su moneda en estos últimos 30 años.

La forma de “explicar” que está poniendo en práctica el gobierno argentino de qué propone hacer para cambiar las expectativas del electorado es regalando electrodomésticos y dando aumentos de todo tipo a todo el potencial votante: un verdadero festival de billetes. ¿Funcionará?

En parte, dependerá de si la oposición pone el peso de la campaña en “escuchar” (o hacer de cuenta que escucha) o explicar: ¿la fiesta de billetes terminará en otra hiperinflación? ¿Tiene la oposición un plan para convertir la asistencia social en trabajo legítimo y digno? ¿Tiene idea de qué hacer para terminar con la inflación crónica en la Argentina? ¿Conoce el camino a la inversiones privadas que hagan innecesario que el gobierno salga a regalar bicicletas?

La oposición es la que -ahora ya liberada de las internas de las PASO- está en mejores condiciones de explicar qué propone para sacar a la Argentina de la crisis, porque el gobierno ya tiene el timón del barco y a la mayoría le quedó claro que no sabe qué rumbo tomar.

Pero lo que proponga la oposición debería ser diferente a las políticas “gradualistas” que puso en práctica el expresidente Mauricio Macri cuando tuvo la oportunidad de explicar y la dejó pasar: explicar por qué, sin reformas estructurales, el país no podría dejar atrás las décadas de inflación con recesión que lo llevó a tener más de 40 por ciento de pobres.

¿Tendrán los candidatos apoyados por el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta una explicación de qué harían con la economía, si en 2023 volvieran al gobierno? Sobre eso todavía se escuchó poco y nada.

Mauricio Macri, que llegó a la presidencia en 2015, nunca dejó de criticar el desastre económico al que nos llevaba el gobierno de Cristina Kirchner. Así generó las expectativas positivas de que su gobierno iba a poder poner el barco a flote. De planes económicos, la oposición prefiere hablar muy poco. Hoy en el búnker de la calle Uspallata aplican “big data” para entender mejor al electorado.

El gobierno nacional la tiene más fácil

El gobierno usa sus computadoras para cruzar los padrones electorales que muestran uno por uno los muchos votantes que no fueron a las urnas con las planillas de asistencia social de Anses. Van a buscar a los electores enojados o apáticos casa por casa para obsequiarles electrodomésticos y asustarlos con el “cuco” de que “si no vas a votar en noviembre, vuelve Macri y te saca el plan”.

¿Tendrá la oposición una explicación para entusiasmar a ese votante enojado y deprimido con un país en el que no precise planes y consiga trabajo en blanco y bien remunerado?

A veces, cuando los candidatos escuchan demasiado y explican demasiado poco, pueden ser percibidos por el electorado como políticos que no tienen mucha idea de qué hacer con un país que hace un siglo estuvo entre los más prósperos del mundo y hoy da pena.

¿Tendrá la oposición una explicación de por qué fracasó el gradualismo que propuso el expresidente Macri y qué aprendió de sus propios errores?

El manual de Durán Barba insiste mucho en que la gente ya no tiene paciencia para escuchar largos discursos ni planes económicos. Eso es cierto: la capacidad de atención de la gente es cada vez más limitada. Pero eso no quiere decir que no se pueda explicar con distintos lenguajes y mensajes adaptados para diferentes públicos y por diferentes canales de comunicación. Los políticos tienden a subestimar a los votantes.

Las encuestas parecen estar diciéndoles a los políticos: no nos escuchen tanto, más bien dígannos de una vez si tienen alguna idea de cómo enderezar este barco.

(*) Licenciado en socioeconomía. Director periodístico de la revista Imagen. Dirige y conduce La Hora de Maquiavelo, programa de TV sobre comunicación política y empresaria 

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