Columnistas

Felicitas o Mentiritas

Por Tomás Pérez Bodria (*)

La familia Beccar Varela está asociada, desde sus inicios, a las conspiraciones más resonantes. Ya en el año 1828 dos de sus insignes predecesores, los hermanos Juan Cruz y Florencio Varela participaron del grupo selecto que desde Montevideo calentaron la testa del general Juan Lavalle, héroe del ejército libertador de San Martín, para convencerlo de la patriótica necesidad de fusilar al muy popular gobernador de Buenos Aires, el coronel Manuel Dorrego. El éxito de dicha prédica, que culminó con el fusilamiento del «padrecito de los pobres» aquel funesto 23 de diciembre de 1828 en el pueblo de Navarro, le valió a Lavalle por haber cedido a la influencia de los «notables», ser recordado por la historia como «la espada sin cabeza».-
Entre los descendientes más notorios de aquellos instigadores de lo que bien podría considerarse el primer golpe de estado producido en la patria, fue Cosme Beccar Varela. Este nuevo insigne representante de la oligarquía argentina y fiel seguidor de la tradición familiar, fue destacado miembro de la filial local de la organización ultra católica y fascista «Tradición, Familia y Propiedad», que gozó de la declarada simpatía del ex dictador Jorge Rafael Videla y sus consortes de la dictadura que tomó el poder el 24 de marzo de 1976, dejando la triste y conocida secuela de 30.000 desaparecidos, miles de apropiaciones de niños, miseria y destrucción.
Otra y más actual representante del abolengo de vieja prosapia desestabilizadora de cuanto gobierno popular se cruce en los planes de quienes se autoerigieron en dueños del país, tiene un nombre que concita ternura. Ignoro si sus progenitores lo adoptaron por asociar la belleza de la niña con la de la desdichada y muy hermosa Felicitas Guerrero. Considerada por entonces la joven más bella de la Argentina que, en un hecho convertido en leyenda por la crema y nata de la alta sociedad, la tuvo como víctima de la furia homicida desatada por los celos de su pretendiente, el no menos patricio Enrique Ocampo, quien tras matarla, se suicidó utilizando la misma arma con que segó la vida de Felicitas, el 29 de enero de 1872.
Si así fue, Felicitas Beccar Varela tiene un nombre alejado de cuanto emana de su portadora original. La actual senadora de la provincia de Buenos Aires de Juntos por el Cambio, aparece muy lejos de relacionarse con cualquier resquicio de la sensibilidad o del romanticismo y, afortunadamente para su integridad física, tampoco de la tragedia en finalizó aquella sus días.. En cambio, aún a modo de ridícula comedia, en tono de tragedia retoma el rol desestabilizador asumido por sus ancestros.
De burlarse en el año 2017 de la desaparición de Santiago Maldonado, pasó ahora a operar como un eslabón más de la campaña furiosamente desatada por el poder real de la Argentina contra el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Y, de paso, también contra el de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires.
Se trata en la ocasión de una campaña fascista y mentirosa, montada sobre las disposiciones judiciales que ordenaron la detención domiciliaria de un número menor de presos para aligerar, con motivo de la pandemia del coronavirus, la conocida superpoblación carcelaria del país. Sobrecarga que incrementó María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires en más de 12.000 presos por causas menores, sólo para responder a la conformación del estado policial prohijado por el modelo neoliberal encarnado en Cambiemos.
La senadora construyó una teoría conspirativa de ribetes afiebrados que, efectivamente, resultan propios de una mala comedia aunque se los pretenda inscribir en una tragedia. Pero los medios masivos que representan y también detentan todavía el poder real en el país, la redirigieron hacia los términos más tradicionales.
El método utilizado responde a la teoría denominada de la «criminología mediática» y es, desde hace mucho, un instrumento muy eficiente de dominación. Sirve para formatear cerebros taladrándolos con el punzante instrumento de las «falsas noticias», logrando mediante el miedo que provocan, que se las acepte sin mediar el más elemental sentido crítico por parte del receptor. Y, por cierto que, lograda tal instalación, se la sigue utilizando como herramienta idónea para múltiples escenarios de la vida ciudadana.
Se promueve así la demonización de los sectores más humildes puesto que sus miembros son los únicos que, salvo excepciones, van a parar estigmatizados como feroces delincuentes, con sus huesos a nuestras cárceles. Es un discurso infundado que sólo se sostiene en el miedo que genera. No se apoya en las estadísticas que exhiben la realidad, sino en las falsas que ellos mismos propalan.
La criminología mediática suele resultar de suma utilidad para ganar elecciones a los dueños del poder real, pues posibilita la adhesión de grandes conglomerados de quienes están llamados a ser sus propias víctimas: los futuros pobladores de los institutos penitenciarios y comisarías: siempre pobres. Y me adelanto a la crítica de quienes también chicaneramente se apuren a endilgarme que identifico a los pobres con los delincuentes, diciendo que deviene bastante llamativo que no haya ricos en las cárceles. Y ello porque no es sostenible la conclusión que deriva del mismo razonamiento. Esto es que los ricos no delinquen.
En este orden de ideas, todos recordaremos la campaña del candidato menemista Carlos Ruckauf que, bajo la promesa de «meter bala a todos los delincuentes», fue gobernador de la provincia de Bs. As.. O la encabezadas por el falso ingeniero Blumberg, que torciendo el brazo al mismo Néstor Kirchner, despojara de toda coherencia al código penal, terminando por resultar más gravosa la suma de un par de robos que un homicidio.
Y, sin embargo el endurecimiento de las penas y las medidas cautelares logrado en uno y otro caso, a juzgar por la vigencia que se le sigue asignando al reclamo, no sirvió para acotar los índices de inseguridad. La verdad es que en nuestro país la tasa de criminalidad, que como en todo el mundo se mide por la cantidad de homicidios producidos cada 100.000 habitantes por año, siempre se mantuvo en un nivel aceptable en torno del 5,5 (como la de Uruguay,Chile o Madrid, por ejemplo).
En esta oportunidad, de modo tan perverso como falaz, se retoma la utilización del eficaz instrumento, pretendiendo hacerle creer a la población que con la excusa del coronavirus, el gobierno ha ordenado la liberación de miles de detenidos en cárceles y comisarías, con fines inconfesables. Obviamente, se trata de una mentira grosera. Una más de las conocidas como «fakes news». Tal como lo aclaró el presidente, no es de su competencia ordenar la soltura de presos. Lo es de la del poder judicial. Y son los jueces quienes, siguiendo las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, del Alto Comisionado para los derechos humanos de la ONU y de la misma Organización Mundial de la Salud, disponen las prisiones domiciliarias de un escaso número de detenidos que responden a determinadas condiciones. Ello porque las cárceles constituyen un ámbito idóneo para convertirse en focos de contagio. Tanto para los internos como para la población en general, puesto que los miembros del servicio penitenciario entran y salen permanentemente. Y del mismo modo que ahora el argentino, la mayor parte de los países del mundo.
Ahora bien, toda campaña mediática falaz tiene una explicación. A
todas luces, ésta se inscribe en la de carácter más general que el denominado círculo rojo lleva a cabo para esmerilar el gran apoyo popular que el manejo de la pandemia otorga al gobierno. Su claro objetivo es morigerar el riesgo de perder posiciones en la disputa de poder habilitada por la misma pandemia. Sobre todo a partir de la revalorización que la intervención del Estado gana, globalmente, en múltiples aspectos de la vida de los pueblos. Al mismo tiempo en que se deslegitiman velozmente los postulados del neoliberalismo del que se valieran los más poderosos hasta le presente. Demostrativos de este afán desestabilizador desplegado con premura, son también los 1450 despidos que Paolo Rocca dispuso en Techint a dos días de decretada la cuarentena. O la rebaja del 25% de los salarios de los trabajadores parados con motivo de la cuarentena, que la cúpula de la CGT acordara con la UIA, logrando en este caso un evidente retroceso de la posición gubernamental. Y cuando se agote mediáticamente esta campaña falaz por la supuesta liberación masiva de presos, no tardará en aparecer otra por motivos diversos, pero tan falaz como esta. Así funcionan históricamente los enemigos del pueblo. Y así siguen funcionando.
Es por eso que a la senadora Beccar Varela le hubiera caído mucho mejor un nombre como el de «Mentiritas», antes que el de «Felicitas».

(*) Abogado penalista, ex concejal de Pilar

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