Columnistas

Hay momentos críticos que exigen ideas claras

Por Carlos Berro Madero (*)

Elevar el nivel del intelecto humano, presupone reordenar los sentimientos de un individuo a fin de que pueda cultivar el único instrumento que le permite evaluar las diversas circunstancias que lo rodean: el razonamiento.

Es una exigencia que permite resistir los embates de una mediocridad siempre al acecho, que le impide acceder a los más elevados estándares del pensamiento, confirmando de algún modo que “sobre sí mismo, su cuerpo y su mente, la individualidad es soberana” (John Stuart Mill).

Nuestra clase política no suele “exprimirse” demasiado el cerebro sobre estas cuestiones, desconociendo que en cualquier asunto en el que exista diferencia de opiniones, la verdad surge siempre de un balance adecuado entre razonamientos eventualmente conflictivos.

Al rechazar esta idea, sus miembros más conspicuos continúan apostando al manteniendo de ciertos vicios del pasado para que el “sistema” funcione a su gusto y paladar: es el universo maniqueo que necesita para sentirse a sus anchas.

La fulgurante irrupción de Javier Milei en este escenario ha sacudido a todos por igual, advirtiéndose el solapado interés de una casta empresarial, política y sindical privilegiada decidida a combatir, a como dé lugar, a quien pretenda desarmar una suerte de “tiranía de mayorías” muy satisfechas con argumentos que fueron vendidos a través de los años como un imperativo de “convivencia ética y moral” contra el que no deberíamos rebelarnos jamás.

Para decirlo en pocas palabras: la quintaesencia de un pensamiento fascistoide que ha terminado arrojando a la esclavitud a millones de seres humanos en todo el mundo.

Nuestra sociedad, sometida a los arbitrios de estos vendedores de ilusiones democráticas, ha sufrido así la influencia de las ideas de quienes sostienen que responden a pruebas irrefutables sobre sus bondades, agregando cínicamente que nadie fue capaz de plantear alternativas superadoras hasta el día de hoy.

Contra esta tiranía conceptual se ha rebelado Javier Milei “pateando el hormiguero” y provocando un gran revuelo entre sus moradores.

Estamos convencidos que la denominada ley “ómnibus” ha formado parte de una táctica –acertada o errada, pronto lo sabremos-, de su parte. Y las concesiones posteriores al aceptar la postergación de temas que herían supuestamente a determinados protagonistas de la vida pública, es un modo de ponerlos contra la pared, exponiéndolos frente a la sociedad que lo votó para que nos lleve hacia un cambio político radical.

Quizás, si se nos permite la metáfora, puso un elefante en el jardín de sus vecinos, apostando a que luego de algunas refriegas algún otro mamífero de menor porte quedaría instalado finalmente en el mismo.

En las próximas semanas asistiremos al final de este forcejeo; y sabremos si ciertas urgencias de “caja” terminan doblegando la contumacia, supuestamente dogmática, de quienes se resisten a aceptar una renovación de ciertos aspectos muy negativos del sistema político imperante, tratando de minimizar las fechorías cometidas en su nombre.

A buen entendedor, pocas palabras.

 

(*) Escribano, escritor, publica en Tribuna de Periodistas

 

 

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