Los juegos de mesa estuvieron muy presentes en nuestra infancia. El “ludomatic”, el “estanciero”, el “cerebro mágico” y tantos otros, amenizaban aquellas largas tardes donde el frío, el calor o la lluvia impedían que saliéramos a jugar al patio común del vecindario, que no era otro que la vereda o la calle. Vivimos una infancia sin celulares, computadoras y streaming donde aprendimos el valor de la creatividad para divertirnos. También descubrimos, al jugar al “juego de la oca”, la importancia del azar para sortear (o no) aquellos obstáculos que pudieran interponerse en nuestro recorrido hacia la meta. Si los dados ayudaban, podías caer en el casillero correcto y encaminarte rápidamente hacia el punto de llegada. De ocurrir lo contrario, podías quedarte sin avanzar e incluso retroceder hasta el punto de partida.
La educación argentina se asemeja al “juego de la oca”. Recordemos primero algunos datos del contexto donde está apoyado el “tablero”. Al terminar la escuela primaria, menos del 50% de los estudiantes de todo el país leen y comprenden correctamente un texto, habilidad que debería estar incorporada entre 2do y 3er grado. Mayor aún es el porcentaje de alumnos de este rango etario que no puede resolver una operación matemática básica. En el nivel secundario, el 50% de los estudiantes no concluyen sus estudios y solo el 16% de los alumnos terminan en tiempo y forma su escolaridad completa (preescolar, primaria y secundaria). Vale aclarar que estos vergonzosos números se incrementan si hacemos la medición diferenciando por estratos sociales. A mayor pobreza, peores índices de aprendizaje.
La tragedia educativa que implicó dejar a los alumnos prácticamente un año y medio sin clases durante la pandemia, hizo retroceder a la educación unos cuantos casilleros. Sin embargo, algunos datos posteriores permitieron alentar alguna esperanza. La recuperación de la presencialidad, la extensión de la jornada escolar en varios distritos y la fijación de un calendario escolar de 180 días de clases combinados con una menor conflictividad docente en la mayoría de las provincias, hacía vislumbrar una recuperación del tiempo perdido. Está claro que cantidad no es sinónimo de calidad, pero la continuidad pedagógica es condición necesaria del aprendizaje.
Asimismo, fue una buena noticia que el secretario de educación del nuevo gobierno, Carlos Torrendell, haya impulsado un acuerdo con las provincias para que éstas, en el término de los próximos dos meses, presenten un plan de alfabetización que asegure que los alumnos de 3er grado puedan leer y comprender correctamente un texto, habilidad imprescindible para los aprendizajes posteriores. Torrendell sugirió a sus pares provinciales que involucren en el diseño de cada proyecto a padres, instituciones y a la sociedad en general. La noción de “Estado educador”, dijo atinadamente el funcionario, debe ser reemplazada por la noción más amplia de “Sociedad educadora”. Sí en verdad aspiramos a un país mejor, la educación de las nuevas generaciones debe ser un compromiso de todos. Avanzamos aquí algunos casilleros.
Dentro del proyecto de ley ómnibus enviado por el Ejecutivo nacional al Congreso en enero pasado, había todo un capítulo destinado a la cuestión educativa. Entre los puntos más destacados se encontraba la idea de declarar a la educación como servicio esencial, con el fin de evitar que los alumnos sean rehenes de los paros docentes. Era una forma de preservar el derecho de huelga (art.14 bis CN), garantizando, al mismo tiempo, el no menos importante derecho de enseñar y aprender (art. 14 CN). El proyecto promovía también un mecanismo para alentar el perfeccionamiento docente, permitiendo que la escala salarial se modifique en función de la formación y no solo de la antigüedad (mayor antigüedad no supone mejor formación académica). Al mismo tiempo, este capítulo de la ley “Bases”, ponía énfasis en la necesidad de medir los aprendizajes de los alumnos como insumo necesario para la revisión de las prácticas docentes. Evaluaciones periódicas cuyos resultados puedan ser conocidos por las instituciones educativas, padres y alumnos, más un examen final, al concluir el último año del secundario eran parte de la propuesta. Como sabemos, el rechazo del proyecto en la Cámara de diputados frustró esta iniciativa. No se pudo avanzar.
La coyuntura actual nos muestra que la educación argentina ha retrocedido nuevamente al punto de partida. Como viene ocurriendo en forma recurrente al inicio de cada ciclo lectivo, la discusión vuelve a pasar por la cuestión salarial y los paros de los gremios docentes que amenazan, una vez más, con dejar sin clases a miles de chicos, sobre todo de los sectores más humildes que mayoritariamente concurren a la escuela pública. Este ya tradicional y penoso inicio de clases se encuentra condimentado por pujas políticas entre el gobierno nacional y las provincias.
La Nación dejó de pagar a las provincias el FONID (fondo nacional de incentivo docente) argumentando que los salarios docentes deben abonarse con fondos provinciales y le pide a las provincias que ajusten su presupuesto (recordemos, por ejemplo, que hasta el año pasado el gobernador bonaerense regalaba viajes de egresados). Varias provincias dicen que no pueden pagar ese porcentaje negado por Nación y fogonean la conflictividad sindical. En el medio, como siempre, los chicos.
En estas circunstancias, es imposible avanzar hacia otros casilleros como el de la formación docente y el de la calidad educativa. La meta de alcanzar una educación pública de calidad que permita a los más humildes ascender socialmente y salir de la pobreza, sigue estando muy lejos. La brecha con los sectores más pudientes se sigue agigantando.
Una vez más podemos arribar a la dolorosa conclusión de que en el juego de la oca de la sociedad argentina, la suerte de haber nacido en uno u otro hogar condiciona el futuro. No todos parten del mismo lugar y solo unos pocos, los más afortunados, llegan a la meta.
(*) Profesor de Historia, Magister en dirección de instituciones educativas, Universidad Austral, vecino de Pilar
Coincido plenamente con los conceptos que explícito el Profesor Bivort.
La tragedia educativa que estamos viviendo nos involucra a todos, incluidos padres y docentes, el viernes 1 de marzo comenzaron las clases. Hoy 4 de marzo hay paro docente……………