Columnistas

Los atentados en Buenos Aires, el papelón de la Justicia y la verdad de la milanesa (que nadie quiere ver)

Por Christian Sanz (*)

Me cae mal Irán como país. Por muchos motivos. Uno de ellos es el financiamiento a grupos terroristas. Y muchas otras cosas. Muchísimas.

Sin embargo, nada tiene que ver con el atentado a la Embajada de Israel y/o la AMIA, ocurridos en 1992 y 1994. A pesar de la pretensión de la Cámara Federal de Casación Penal, que afirmó que ambos hechos fueron “responsabilidad de la organización fundamentalista islámica Hezbollah, patrocinada por el gobierno de Irán”.

Basta leer sendos expedientes para darse cuenta de ello. No hay una sola prueba contra iraní alguno. Pero los periodistas y políticos que se golpean el pecho cuando hablan de los atentados, jamás han leído nada al respecto, solo repiten como loros lo que otros dicen, siempre interesados.

El fallo de Casación de este jueves no es casual, llega después de que Javier Milei pactó con EEUU e Israel que se avanzaría en tal sentido. En el marco de una trama forzada e inexistente por completo.

De hecho, el extenso documento no se aporta ninguna prueba, siquiera mínima, que demuestre que Irán está detrás de los luctuosos hechos. Un verdadero papelón jurídico, al cual se cedió por presiones foráneas. A continuación, la trama real, verdadera y probada, escrita por un periodista que investigó durante 10 años el tópico en cuestión y escribió, no uno, sino dos libros.

Nada es lo que parece

El conocimiento profundo del expediente que investiga los atentados a la AMIA y la Embajada de Israel, muestra a las claras que Irán nada tiene que ver. Es que, según evidencia concluyente que allí se acumula, todas las sospechas acerca de la organización de esos luctuosos hechos, conducen a Siria.

De hecho el entonces presidente Carlos Menem visitó a su par sirio Hafez Al Assad, a fines de 1994, para intentar evitar que hubiera un tercer atentado en la Argentina. Cuando el 15 de marzo de 1995 falleció su hijo, el riojano descubrió que la gestión había sido en vano.

Sin embargo, todos los esfuerzos del menemismo se enfocaron siempre en intentar desviar la verdadera línea de investigación —que conducía a Siria, indefectiblemente— y encausarla hacia Irán, como le fue sugerido por los departamento de inteligencia norteamericano e israelí respectivamente.

La participación de personajes de la talla de Monzer Al Kassar, Alberto Kanoore Edul, Nassif Hadad y hasta Alfredo Yabrán —todos ellos de raigambre y protección del poder sirio—, está evidenciada en los expedientes de marras. Pero ninguno fue investigado a fondo.

Por caso, cuando descubrió que “casualmente” Al Kassar había estado en Buenos Aires el 17 de marzo de 1992 —al momento de estallar la embajada de Israel—, el entonces ministro del Interior, José Luis Manzano, unificó todos sus esfuerzos por ocultar el dato.

Business are… negocios

Hay que decirlo: los atentados ocurridos en la Argentina en 1992 y 1994, reposan sobre la base de dos falacias que se han repetido a lo largo de los años cual dogma de fe:

1-Los hechos fueron cometidos a través de sendos coches bomba. Esto es falso por completo. Si se toma el caso AMIA, de los 200 testigos no hay uno solo que confirme que hubo una Trafic explosiva, como pretende sostener la historia oficial. Sí hay evidencia de que la bomba estaba en el volquete que estaba en la puerta de la mutual judía.

2-Fue parte de eco de la pelea en Medio Oriente entre árabes y judíos. Esto también es falso, ya que no existen antecedentes similares. Lo que se sabe a ciencia cierta es que fueron mensajes a Menem por promesas incumplidas al gobierno sirio.

Esto último explica los dichos del entonces presidente de la Nación casi inmediatamente después de cometidos los atentados. “Esto me lo hicieron a mí”, dijo en 1992; “Les pido perdón”, aseguró en 1994.

A este último dato, hay que agregar otros dos hechos que mueven a desconfiar de la historia oficial: primero, Menem llamó a Zulemita el mismo día que ocurrió el atentado a la AMIA y le preguntó si estaba bien; segundo, el entonces Presidente ordenó a sus funcionarios no investigar a ningún ciudadano sirio. Más claro, echarle agua.

A esta altura, cabe mencionar que hace casi 20 años este cronista aportó prueba concluyente en la causa judicial que investiga el atentado a la AMIA. Para nada, porque la Justicia terminó haciendo el papelón que se conoció hace unas horas.

Si alguno conserva alguna duda sobre lo aquí mencionado, lo invito a leer el primero de mis libros sobre este tópico, donde sobra la respectiva documentación: «AMIA, la gran mentira oficial» (El Cid Editor, 2007). Aclaro que se puede descargar gratuitamente…

 

(*) Periodista de investigación, director del portal Tribuna de Periodistas

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