Columnistas
Los Rojnica: del abuelo criminal de guerra croata al nieto «cuevero» en la city porteña
Por Ricardo Ragendorfer (*)
Su eslabón más glamoroso data del 9 de noviembre de 2022, y fue un evento al cual la revista “Caras” dedicó seis páginas bajo el siguiente título: “La boda del año”. No era para menos; la ceremonia fue en la Basílica del Santísimo Sacramento –musicalizada por el coro del Teatro Colón y un cuarteto de cuerdas–, continuó con una recepción en el Hotel Alvear y, luego, con una fiesta para 500 invitados en el predio de la Sociedad Rural Argentina.
Pero sobre esa cobertura palpita un interrogante: ¿a cambio de qué –o de cuánto– dicho semanario privilegió el asunto sobre otros acontecimientos protagonizados durante esa semana por referentes de la alta sociedad?
Porque el novio –un sujeto corpulento y con cara de nutria, que en las fotografías sonríe de oreja a oreja– y la novia –una rubia que alguna vez fue modelo– son ricos pero no famosos. Al menos, en el caso de él, hasta ahora.
Pues bien, al filo de cumplirse el primer aniversario de este triunfo del amor, otra foto de aquel hombre fue difundida por todos los medios del país. Allí se lo ve sin sonreír, con los brazos esposados por la espalda, junto a dos efectivos de la Policía Federal. Era nada menos que Ivo Esteban Rojnica (a) “El Croata”, de 42 años, considerado el mayor “cuevero” de la Argentina, no ajeno a la fuga de divisas del comercio exterior y el máximo responsable de la última corrida del dólar blue.
Pero no por ello terminó tras las rejas, sino a raíz de una causa penal por lavado de dinero proveniente del narcotráfico, iniciada en 2017 y conocida como “bobinas blancas”. Lo cierto es que otros fragmentos de esta trama se remontan a su árbol genealógico. Bien vale reparar en esta cuestión.
Abuelito dime tú
Fruto de la unión marital entre Mladen Rojnica y Oria Sugja Krnich, el bueno de Ivo Esteban lleva por primer nombre de pila el del abuelo paterno por ser el único varón de los cuatro vástagos concebidos por esa pareja.
El polémico cambista guarda un vívido recuerdo de aquel anciano alto, calvo y macizo; un individuo de pocas palabras que supo dispensarle una fría afectuosidad, la cual incluyó muchas enseñanzas que él jamás olvidaría, como, por ejemplo, ciertos secretos para no sucumbir en el mundo de los negocios.
De hecho, emigrado de su Croacia natal a fines de 1945 –utilizando por motivos coyunturales un pasaporte a nombre de “Iván Rajcinovic»– don Ivo se había forjado en Buenos Aires una sólida posición económica y social.
En cuanto a lo primero, no tardo en montar la fábrica textil Pulloverfin, y hasta llegó a presidir la Cámara Argentino-Croata de Industria y Comercio. En cuanto a lo segundo, fue un prestigioso personaje de la comunidad croata en estas tierras. Por lo pronto, contribuyó a crear varias sociedades y publicaciones, como el instituto Cultural Croata-Argentino, la revista “Studia Croatica” y el partido Unión Republicana Croata en el exilio (que recién hizo base en Croacia tras la disolución de Yugoeslavia).
El 31 de agosto de 1951 se le concedió la ciudadanía argentina con el nombre falso que había usado para entrar al país, y tres años después solicitó al gobierno que se lo cambiara, recuperando así su verdadera identidad.
En 1991, el nuevo estado croata lo bendijo al nombrarlo embajador en la Argentina, pero ello se malogró por haber adoptado la nacionalidad de este país. Aún así, durante años supo cumplir desde la sombra funciones como tal.
Lo cierto es que su primogénito, Mladen, también se destacó en lo suyo. Nacido en la ciudad croata de Dubrovnik en 1941, se recibió de economista en Londres a mediados de los ’60, convirtiéndose en un prestigioso profesional. Hombre de consulta en los círculos más conservadores del empresariado, puso su intelecto al servicio de la lucha contra el comunismo, siendo el autor de tres ya olvidados libros al respecto.
Además, defendió con la pluma la aplicación del terrorismo de Estado en Argentina durante la última dictadora, así como lo prueba una serie de artículos publicados por el diario Buenos Aires Herald durante una polémica que, tras la restauración de la democracia, mantuvo con las Madres de Plaza de Mayo. En rigor, la influencia de Mladen fue determinante en la veneración que el niño Ivo Esteban sentiría hacia el abuelo.
Desde que tuvo memoria, las reuniones familiares en la casa-quinta del viejo Rojnica –una de las más suntuosas de Vicente López– se cumplieron sin ningún sin ningún tipo de interrupciones, todos los domingos al mediodía.
En este punto es necesario reconstruir el clima de una en particular, la del 3 de mayo de 1998, cuando el futuro “Rey del Dólar Blue”, de 17 años por entonces, notó algo raro al llegar: don Ivo no era el de siempre.
Por lo pronto, ni siquiera fue a recibirlo; simplemente permanecía bajo el alero, hundido en una reposera, con el rostro desencajado y la mirada fija en un punto indefinido del espacio. Algo lo había sumido en un estado –diríase– de shock. Ese “algo” era una noticia publicada en la página cuatro del diario La Nación que sostenía entre sus manos; su título: “Sakic fue detenido y será extraditado a Croacia”.
El tal Sakic –cuyo nombre de pila era Dinko– había sido “escrachado” unos días antes por un equipo del noticiero “Telenoche” en la ciudad balnearia de Santa Teresita, donde residía. El tipo era un criminal de guerra. Durante el régimen de la Ustacha –la organización nazi que gobernó a Croacia entre 1941 y 1945–, fue el jefe del campo de concentración de Jasenovac, donde fueron asesinadas unas 600 mil personas. Se dice que su crueldad horrorizaba hasta a los esbirros de la Gestapo.
A don Ivo, muy estupefacto, le costaba dar crédito al desafortunado destino de su compatriota. Y temía por su propio futuro. Razones no le faltaban
El emprendedor
Se puede decir que Rojnica –nacido el 20 de agosto de 1915 en el pueblo de Cista y criado en la ciudad costera de Dubrovnik– empezó a abrirse el camino de la vida muy de abajo. Tanto es así que, en los meses previos a la ocupación nazi de Yugoeslavia, fue un simple soplón de Abwher, el servicio secreto del Tercer Reich, y en 1939 se unió a la Ustacha, en cuyas manos los invasores alemanes pusieron, dos años después, las riendas del estado títere de Croacia.
Entonces, su ascenso fue meteórico, ya que fue distinguido con el cargo de “stožernik” (comisionado) de Dubrovnik; es decir, la máxima autoridad de aquella urbe.
Una de las primeras medidas administrativas aplicadas por este joven de 26 años fue desatar una escalada persecutoria contra gitanos, serbios y judíos. A estos últimos los obligaba a llevar una estrella de David amarilla alrededor del brazo, además de marcar sus propiedades con ese mismo símbolo. De allí pasó rápidamente a las detenciones y asesinatos.
Tal vez Rojnica jamás pudo olvidar las horas transcurridas entre el 5 y el 6 de junio de 1941, cuando una patota ustacha comandada por él arrestó al empleado bancario Nikola Masanovic, al tesorero municipal Branko Hope, al comerciante Branko Radonic y al periodista Jasa Miloslavik. Tales secuestros, efectuados a la luz del día, eran un mensaje disciplinante para la población.
Las víctimas fueron acribilladas en la orilla del río Neretva y, después, se las arrojó a las aguas. El comisionado, quien lucía un impecable uniforme negro, les había gatillado el tiro de gracia. Fue su momento de gloria.
En el transcurso de ese año, otras cien personas fueron asesinadas por orden de Rojnica. Y más de diez mil, deportadas al campo de Jasenovac. Allí los recibió nada menos que Sakic.
La ascendente movilidad económica del comisionado no fue bien vista por los alemanes. El tipo vivía en un palacete expropiado a un comerciante judío y acumulaba dinero a dos manos. Un “botín de guerra” que no reportaba a sus mandantes nazis. De modo que fue destituido a fines de 1941.
Durante el resto de la guerra, Rojnica retornó a su viejo oficio de fisgón, realizando tareas de inteligencia. En 1943 fue ascendido –en la estructura de la Ustacha– al grado de teniente. Y también se le otorgó la “Cruz del Mérito”.
Poco antes de la rendición alemana, se dedicó a extorsionar a refugiados que pasaban por Dubrovnik, exigiéndoles sumas exorbitantes a cambio de un salvoconducto. En fin, un emprendedor.
Pero luego del derrumbe del Tercer Reich, fue él quien puso los pies en polvorosa. Entonces, tras cruzar Austria, es estableció en la ciudad italiana de Trieste. Pero allí, en 1946, fue reconocido en la calle por una de sus víctimas, a cuyo esposo él envió a Jasenovac, de donde no regresaría. En consecuencia, terminó en una prisión británica, fugándose de allí en 1946.
La caída
Rojnica abandonó Europa a través de la “ruta de las ratas”, una vía de escape para nazis organizada por el Vaticano. Su llegada al puerto de Buenos Aires fue a bordo del María C, un barco de pasajeros en el cual viajó de polizón.
Ya se sabe que, hasta 1954, fue el apócrifo señor “Iván Rajcinovic” y que, luego, ya blanqueado, se convirtió en un próspero industrial. Claro que, 34 años después, la captura de Sakic lo puso muy nervioso.
El “Carnicero de Jasenovac” fue extraditado a Croacia de inmediato. Allí, un tribunal lo condenó por sus crímenes a perpetuidad.
Rojnica asimiló la noticia con cierto pesar.
En rigor, la detención de Sakic en Santa Teresita no le había provocado dolores de cabeza, incluso pese a que el Centro Wiesenthal comenzó a pedir, tanto a Croacia como a la Argentina, su captura. Pero nada sucedió. En parte, gracias a un gran amigo suyo: el entonces presidente Carlos Saúl Menem.
Se rumorea que, en 1989, Rojnica puso algunos pesos para la campaña electoral del riojano. Y que, tres años más tarde, habría financiado una parte del contrabando de armas a Croacia. Pero por ello tampoco fue molestado.
El resto de su existencia transcurrió con placidez. Ivo Rojnica pasó a mejor vida el 1 de diciembre de 2007, a los 92 años.
Su nieto Ivo Esteban es una de las semillas que dejó en esta tierra.
(*) Periodista de investigación y escritor, especializado en temas policiales