Al lado de las banderas tricolores
Tres juramentos pongamos:
El primero de llorar con lágrima pura,
y el segundo de odio a los tiranos;
y para ti pequeño país, sea el tercero:
que entre los vivos no lo olvide nadie;
la libertad nació un día señero
cuando en Budapest de sangre se tiñó la calle.
Luis Tamási
Budapest 1956
Hace hoy más de medio siglo – exactamente 64 años – las calles de Budapest, la capital de la Hungría ocupada por los soviéticos, tenían este aspecto:
Era el raro espectáculo de trabajadores que se alzaron contra un opresor extranjero que, ironías de la Historia, se había teóricamente comprometido a construir un «paraíso proletario».
Por toda una serie de circunstancias la presión política del invasor sobrepasó el límite de lo tolerable y la sociedad húngara simplemente explotó. Personas de todas las edades salieron a manifestarse en forma masiva y, cuando el régimen respondió con una represión salvaje, se formaron espontáneamente grupos de resistencia urbana formados en su inmensa mayoría por jóvenes. Fueron los «pibes de Budapest». Chicos de hasta 15 o 17 años, con armas robadas en depósitos del gobierno y, sobre todo, con bombas Molotov caseras, frenaron tanques soviéticos, se enfrentaron a uno de los ejércitos más poderosos del mundo y consiguieron hacerlo retroceder durante varios días.
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Los «Pibes de Budapest» |
Después, abandonados por el llamado «mundo libre» para el cual la Guerra del Sinaí en Medio Oriente fue más importante que el destino de Hungría en manos soviéticas, los combatientes no tuvieron más remedio que aceptar la realidad de una disparidad de fuerzas que no se podía remontar.
Así y todo, los pibes de Budapest nunca se rindieron. Cuando las posiciones ya no se pudieron sostener, simplemente desaparecieron de las calles y curaron sus heridas en silencio. A algunos los consiguió cazar la policía política y terminaron en alguna de las islas del Gulag en la URSS. Los demás guardaron las banderas para hacerlas flamear cuando cambiara el viento.
Y el viento cambió hacia el fin de la década de los 1980. La URSS se desmoronó. Los soviéticos tuvieron que retirarse de Hungría. El país lentamente, en medio de muchas dificultades y crisis, consiguió ponerse de pie.
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El Pasaje Corvin en 1956
La bandera con el escudo
comunista arrancado. |
Hoy, la revolución de 1956 pertenece al pasado. Casi todos sus actores ya han fallecido y el recuerdo de aquella gesta ha quedado en manos de la generación siguiente. Y esta generación los sigue homenajeando todos los años como corresponde. A pesar del tiempo transcurrido y a pesar de una propaganda que busca obviar el tema para no herir susceptibilidades políticamente correctas.
Los combatientes de 1956 no se han olvidado. Se los sigue recordando y este año tampoco fue una excepción. Tarde o temprano, de una manera u otra, el heroísmo se impone. Por más que se lo quiera menospreciar, ocultar o hasta difamar, reaparece y se hace presente porque, les guste o no a los cobardes, es imposible extirpar de la conciencia nacional de un Pueblo con más de 1.000 años de trayectoria histórica ininterrumpida el honor, la lealtad, el coraje y la insobornable voluntad de ser libre y soberano.
(*) Politólogo, consultor nacional e internacional, analista de riesgos, escritor e investigador