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Quién decide sobre el tipo de protección que usted debe adoptar contra el Covid 19? Usted, su médico, el gobierno o la industria farmacéutica?

Por Gustavo Vieyra (*)

En esta introducción se encuentra una resumida presentación de los principales actores que intervienen en la lucha por la prevención contra la infección por Covid 19.

La intención de la pregunta formulada es reflexionar sobre el peso y la participación de cada uno de estos integrantes en el árbol de decisiones que lleva a optar por un tipo de estrategia en particular.

Las personas, víctimas potenciales de esta virosis, cual seres pensantes y libres para tomar decisiones sobre sus vidas y sus cuidados, ¿están realmente en condiciones de optar por la mejor estrategia?
¿Tienen la información necesaria en calidad y cantidad para poder decidir qué es lo que más les conviene? En caso de tomar un determinado camino, ¿tienen libre acceso a él?

Cuando muchas de estas preguntas no cierran en una persona en forma individual, rápidamente viene a nuestra mente la imagen del Médico. Estos, deberían ser los que satisfacen la necesidad de información adecuada para que los pacientes elijan libremente la estrategia a seguir, sabiendo cuáles son los riesgos y beneficios de cada una de las opciones disponibles.

Ocurre esto realmente? Cuando un paciente desconoce absolutamente el tema, ¿sabe qué cosas tiene que preguntar?
Una frase que repetía un profesor en mis épocas de estudiante era: «No reconocerás lo que no conoces». Por lo tanto, ¿cómo puede averiguar algo alguien que no tiene la más mínima idea de que se trata? ¿No es ésta una puerta abierta para que el paciente sea pasivo de la conveniente omisión de determinada información, que reciba explicaciones inentendibles o peor aún, medias verdades?

Los médicos, ¿estamos todos en condiciones de actuar y responder con la mayor solidez científica a fin de ser un referente útil para los pacientes que recurren a nosotros buscando un poco de claridad frente a una situación tan compleja?

En general, la comunidad médica toma información de las publicaciones en revistas científicas. Previo a un minucioso análisis sobre las buenas prácticas aplicadas para dicho trabajo y la veracidad de los datos estadísticos, se resuelve dar curso a su publicación.

Los fondos utilizados para financiar dichas investigaciones provienen de los más diversos orígenes y los montos disponibles tienen una directa relación con el tamaño y la complejidad de la investigación a realizar. Esto inevitablemente deriva en el conocido «conflicto de intereses» que cualquier investigador debe declarar cada vez que publica o presenta en sociedad alguno de sus trabajos dado que esto podría ser un sesgo para el resultado final de la investigación.

Otra fuente de información habitual es la ofrecida por agencias gubernamentales y no gubernamentales como la OMS, la FDA o la EMA y/o la producida por sociedades científicas que toman posición sobre determinados temas tras lo cual emiten las recomendaciones a seguir (Guidelines).

Los gobiernos, a través de sus Ministerios de Salud y sus agencias gubernamentales, en nuestro caso la ANMAT, toman posición al respecto cuando interpretan que se trata de un hecho que involucra al «bien común».

Las fuentes de información a las que acuden son las ya mencionadas con la diferencia de que la utilización y aplicación de la misma, tendrá un criterio «epidemiológico», de aplicación en la población general y no un enfoque destinado a pequeños grupos como los casos de infecciones que afectan solo a algunas personas.

Una vez fijada la posición sobre el tema, la obtención de los recursos de salud para su aplicación en la población queda a cargo de los gobiernos. Para esto, cuentan con recursos financieros y capacidad de negociación que supera a las negociaciones entre privados.

La Industria Farmacéutica representa a un poderoso conglomerado de empresas cuya finalidad es la producción y venta de productos destinados a la salud, en este caso humana.

Para tener una dimensión adecuada del peso de cada uno de los actores en este escenario vale la pena mencionar algunos datos.
La OMS es una entidad cuya financiación depende del aporte de los países que adhieren a ella. Estos lo hacen cediendo un porcentaje de su Producto Bruto. Además recibe aportes «voluntarios», que provienen básicamente de dos grupos: las ONG, como la Fundación «Bill & Melanie Gates» y los Laboratorios Farmacéuticos como Glaxo Smith Klein, Sanofi, Merck, etc. Hoy los aportes «voluntarios» representan las tres cuartas partes de los recursos con que se financia.

La EMA, siglas en inglés de la Agencia Europea de Medicamentos, es la que regula la aprobación y utilización de medicamentos en la Unión Europea. Si bien no tiene poder de policía sobre la soberanía de cada país, su influencia es innegable al momento de desaprobar tal o cual medicamento. Sus recursos financieros, provienen de los servicios que presta a la Industria Farmacéutica al evaluar y aprobar los productos que las empresas ofrecen al mercado europeo.

La financiación y el sponsoreo de grupos de investigadores para los estudios de nivel básico así como de aplicación clínica es patrimonio casi exclusivo de la Industria. Las fuertes inversiones hechas en estas etapas son continuadas por fuertes procesos de promoción y comercialización que involucran negociaciones con entidades regulatorias (p.ej. EMA) y gubernamentales.

Para dar un ejemplo concreto sobre que ocurre frente a la pandemia por covid 19 en un país, podríamos citar el caso de Sudáfrica.

Este país, con severas dificultades económicas, presenta una tasa de desempleo de poco más del 32%, altos índices de pobreza y persistentes dificultades raciales, ha quedado prisionero de convenios comerciales llevados adelante por su gobierno con la Industria Farmacéutica.
Tras aceptar la compra de 1 millón de dosis de la vacuna del laboratorio AztraZeneca, a las que a fines de abril se le sumarán otras 500 mil dosis, investigadores sudafricanos alertaron sobre la baja eficacia contra la «variante sudafricana» del virus, que apenas llega al 22%, contra el 67% promovido a nivel mundial. A pesar de esta información científica que puso en evidencia tamaño fiasco, la OMS aun estima prematuro la interrupción de su uso, alentando a continuar con la misma vacuna hasta que las pruebas sean más contundentes (¡!).
Las dificultades económicas y la pobreza por las que atraviesa este país son un terreno fértil para que la mortalidad por el virus continúe en ascenso, situación que se ve agravada por la adquisición por parte del gobierno de una vacuna que resultó inefectiva.

La búsqueda de soluciones alternativas, con otro tipo de medicamentos, de probada seguridad y eficacia como es el caso de la Ivermectina, está taxativamente vedada dado que esta criminalizada la prescripción médica de este fármaco.

Desafortunadamente, en nuestro medio, existe una clara controversia al respecto dado que una sociedad científica como la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), desaconseja el uso de la Ivermectina por considerarla tóxica y de dudosa eficacia, cuando al menos ya 4 provincias argentinas la han incluido dentro de su vademecum de prevención y tratamiento frente al covid. Por otro lado, ya hay países europeos como Eslovaquia que la han empezado a utilizar a pesar de la persistente desaprobación por parte de la EMA.

En este punto y para finalizar, no tengo dudas de que quizás usted crea saber más de las vacunas que de la Ivermectina. No se equivoca al tener esta percepción sobre las opciones de tratamiento.
Es probable que alguien no le haya dado la suficiente información sobre el menú de opciones, con la que eventualmente, usted podría haber elegido libremente.

(*) Médico cardiólogo, docente universitario, ex presidente del Distrito Conurbano Norte de la Sociedad Argentina de Cardiología, responsable de Arritmias y Marcapasos del hospital Bernardo A. Houssay (retirado), cardiólogo  del Hospital Británico, vecino de Pilar.

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