Columnistas

Un caparazón de acero

Por Carlos Berro Madero (*)

A medida que vamos descubriendo la personalidad del Presidente Milei, advertimos su convencimiento de que el país es prácticamente ingobernable de la forma en que lo ha encontrado y se debe propiciar una apertura a estrategias diferentes para solucionar los problemas que nos aquejan.

A partir de allí, ha dado impulso a una tarea ejecutiva que va adaptando según las necesidades, para aplicar diferentes golpes traumáticos, de esos que se producen una sola vez en la vida.

Este cambio respecto de la política tradicional ha creado un enorme desconcierto en la sociedad, en su intento por descifrar a un hombre que evidencia estar decidido a avanzar con audacia hacia el fin prometido: sacar a nuestro país del escenario de fracasos recurrentes, merced a las políticas de contubernios celebrados entre individuos que se cobijaron bajo el supuesto “manto sagrado” de las instituciones republicanas.

Con ese objetivo in mente, Milei ha formado equipos para solventar problemas concretos a corto plazo y es muy probable que a medida que transcurra el tiempo los redistribuya, alejándose así de una organización burocrática tradicional.

Con sus propias rutinas, y por medio de algunos “gerentes” ejecutivos, trabaja para afrontar las resistencias puntuales que va encontrando en un escenario donde se debe operar creativamente y sin dilaciones, encontrando en su camino verdaderas madrigueras corruptas que explican en gran parte la postración que vivimos.

Warren Bennis, psicólogo social y asesor de liderazgo en los Estados Unidos -ex Presidente de la Universidad de Cincinati y Miembro del directorio de la Universidad de Boston-, predijo hace algunos años de manera bastante convincente, el advenimiento de una decadencia de la burocracia en todo el mundo, debido a su incapacidad para adaptarse a los rápidos cambios que ha ido exigiendo una tecnología en permanente “ebullición creadora”.

La estabilidad se ha desvanecido, decía, haciendo necesario el surgimiento de un nuevo “tempo”, y los líderes actuales deben tomar decisiones veloces, que les permitan afrontar cambios súbitos que invaden el escenario del quehacer cotidiano.

“La gente tendrá que aprender a crear relaciones más rápidas e intensas y a soportar la pérdida de otras, quizás más duraderas” (sic).

Algo de esto subyace en el mensaje del Presidente y caracteriza la esencia de un líder distinto; un tipo de individuo que cree fervientemente que no es con soluciones de rutina, sino con creatividad y arrojo, que se puede cambiar una sociedad maniatada por ideas ancladas en un pasado ruinoso.

En la medida que continúe la tarea guarnecido por una suerte de caparazón de acero, y obtenga éxito en diferentes escaramuzas como la baja de la inflación, la reducción del déficit operativo del Estado y la apertura comercial, es muy probable que veamos aumentar la confianza en él de una sociedad que se muestra esperanzada y expectante.

Los que intentan no ser desplazados por esta verdadera tromba conceptual, seguirán luchando seguramente para que fracase y les permita continuar disfrutando de los privilegios que gozaron durante años, ya que se enfrentan a la supervivencia de un “statu quo” que los tuvo como protagonistas excluyentes.

Que Milei logre éxito en su propósito de abrir la oscuridad de la política tradicional, depende no solo de él, sino de la reacción final de una sociedad que durante años ha vivido “a la gorra”, inmersa en una suerte de síndrome de Estocolmo.

A buen entendedor, pocas palabras.

 

(*) Escribano, escritor, publica en Tribuna de Periodistas

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