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Argentinos imprescindibles: Leloir, del Nobel de Química a la salsa golf

Luis Federico Leloir nació en París por accidente (su padre debía operarse en un centro francés y viajó con su esposa embarazada) un 6 de septiembre de 1906, pero fue esencialmente argentino.  Médico, bioquímico y farmacéutico, recibió el Premio Nobel de Química en 1970 (el primero para Iberoamérica) por sus investigaciones sobre los nucleótidos de azúcar, y el rol que cumplen en la fabricación de los hidratos de carbono. Tras su hallazgo, se lograron entender de forma acabada los pormenores de la enfermedad congénita galactosemia.

Los ochenta mil dólares que recibió con la estatuilla que recibió de manos del rey de Suecia, los donó al instituto que lleva su nombre.

​En 1932 obtuvo la licenciatura en medicina en la Universidad de Buenos Aires, tras lo cual preparó su tesis doctoral bajo la dirección de Bernardo Houssay. Posteriormente se trasladó al Reino Unido, donde durante un año colaboró con el premio Nobel Frederick Hopkins en el laboratorio de bioquímica de la Universidad de Cambridge.

En 1937 volvió a Argentina, emprendiendo su investigación sobre la oxidación de los ácidos grasos en el Instituto de Fisiología de Buenos Aires. Fue el impulsor del Instituto de Investigaciones Bioquímicas Campomar, en el que realizó importantes estudios sobre la acción de la lactosa en el cuerpo humano. También se desempeñó en el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires y en la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia, de la que fue presidente.

En 1943, Leloir se trasladó a Estados Unidos, donde colaboró durante dos años con Carl F. Cori y Gerty Cori en la Universidad de Washington y en el Columbia University´s College of Physicians and Surgeons. Tras regresar a Buenos Aires, con ayuda financiera privada, creó el Instituto de Investigación Bioquímica. Sus trabajos en diversos campos de esta rama científica le valieron el reconocimiento de la Comisión Nacional de Cultura Argentina (1944) y de la Helen Whytue Fundation de Nueva York (1958), y el premio Benito Juárez de México (1967). A partir de 1962 dirigió el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires.

Leloir obtuvo otras importantes distinciones, como el premio de la Fundación Bunge y Born, en 1965; el de la Cairdner Foundation de Canadá, en 1966, o el Louisa Gross Horowitz, de Nueva York, en 1966. Desde 1947 hasta 1982 ejerció la docencia en institutos públicos y privados, sin abandonar su cargo como director del Instituto de Investigaciones Bioquímicas. Entre 1962 y 1965 fue jefe del departamento de química biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, y en los años siguientes formó parte del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Desde 1985 hasta su muerte fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.

En 1957, como después lo haría René Favaloro, el Instituto de Investigaciones Bioquímicas que dirigía quedó sin fondos y fue tentado por la Fundación Rockefeller y por el Massachusetts General Hospital para emigrar a Estados Unidos, pero, como su maestro Houssay, prefirió quedarse y continuar trabajando en Argentina. Dada su importancia, el National Institutes of Health (NIH) y la Fundación Rockefeller decidieron subsidiar su investigación ya que el gobierno argentino no demostró interés en hacerlo.

Como dato curioso, a Leloir se le atribuye la creación de la salsa golf en 1925, cuando experimentó mezclar cantidades iguales de mayonesa y ketchup, junto con un poco de coñac y salsa Tabasco. Bautizó el aderezo en honor al Mar del Plata Golf Club, lugar donde logró la combinación durante un almuerzo con amigos donde se sirvieron mariscos.

 

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